|
Los dueños del mundo
Olavo de Carvalho
Las fuerzas históricas que hoy se disputan el poder en el mundo se articulan en tres proyectos de dominación mundial: el "Ruso-Chino" (o "Euroasiático"), el "Occidental" (a veces equivocadamente llamado "Anglo-Americano") y el "islámico". Cada uno tiene una historia bien documentada, que muestra sus orígenes remotos, las transformaciones que han tenido en el transcurso del tiempo y el estado actual de su implementación. Los agentes que los personifican son, respectivamente: 1. La élite gobernante de Rusia y China, especialmente los servicios secretos de ambos países. 2. La élite financiera occidental, representada sobre todo en el Club de Bilderberg, el Consejo de Relaciones Exteriores y la Comisión Trilateral. 3. La Hermandad Musulmana, los líderes religiosos de varios países islámicos y algunos gobiernos de países musulmanes. De estos tres agentes, sólo el primero puede ser concebido en términos estrictamente geopolíticos, ya que sus planes y acciones corresponden a intereses nacionales y regionales bien definidos. El segundo, que está más avanzado en el logro de sus planes para un gobierno mundial, se ubica explícitamente por encima de cualquier interés nacional, incluidos los intereses de los países donde se originaron y que les sirven como base de operaciones. En el tercero, los eventuales conflictos de intereses entre los gobiernos nacionales y el objetivo mayor del Califato Universal terminan siempres solucionándose en favor de este último, que constituye hoy el mayor factor de unificación ideológica del mundo islámico. Las concepciones del poder global que estos tres agentes están tratando de llevar a cabo son muy diferentes entre sí porque surgen de inspiraciones heterogéneas y algunas veces incompatibles. Aunque en principio las relaciones entre ellos sean de competencia y disputa, algunas veces hasta militar, existen amplias zonas de fusión y colaboración, aunque móviles y cambiantes. Este fenómeno desorienta a los observadores, dando lugar a todo tipo de interpretaciones fantasiosas y desubicadas, algunas bajo la forma de "teorías de la conspiración", otras como refutaciones (auto-denominadas como "realistas" y "científicas") de dichas teorías. Gran parte de la confusión del panorama mundial es producida por un factor más o menos constante: cada uno de los tres agentes tiende a interpretar en sus propios términos los planes y acciones de los otros dos, en parte con fines de propaganda, en parte por verdadera falta de comprensión. Los análisis estratégicos recíprocos de las tres partes reflejan, cada uno, el sesgo ideológico que le es propio. Aunque pretendan tener en cuenta la totalidad de los factores disponibles, el esquema ruso-chino privilegia el punto de vista geopolítico y militar, el occidental el punto de vista de la economía y el islámico la rivalidad entre las religiones. Esta diferencia refleja, a su vez, la composición sociológica de las clases dominantes en sus respectivas áreas geográficas: 1) Originada en la nomenklatura comunista, la clase dirigente ruso-china se compone principalmente de burócratas, agentes de los servicios de inteligencia y oficiales militares. 2) El predominio de los financistas y banqueros internacionales en el establishment occidental es demasiado conocido como para que se requiera insistir en ello. 3) En los diferentes países del complejo islámico, la autoridad del gobernante depende sustancialmente de la aprobación de la Umma - la comunidad multitudinaria de los intérpretes categorizados de la religión tradicional. A pesar de que se presente allí una gran variedad de situaciones nacionales internas, no es exagerado calificar de "teocrática" la estructura de poder aquí dominante. Así, por primera vez en la historia del mundo, las tres modalidades esenciales del poder - político-militar, económico y religioso - se encuentran personificadas en bloques supranacionales distintos, cada uno con sus planes de dominación mundial y con sus modos de acción peculiares. Esto no significa que cada uno no actúe en todos los frentes, sino sólo que sus respectivas visiones históricas y estratégicas están delimitadas, en última instancia, por el tipo de poder que representan. No es exagerado decir que el mundo hoy en día es objeto de una disputa entre banqueros, militares y predicadores. Prácticamente todos los análisis de política internacional que encontramos hoy en día en los medios de comunicación de Brasil o de cualquier otro país reflejan la sumisión de los "líderes de opinión" a una de las tres corrientes en disputa, y por lo tanto el desconocimiento sistemático de sus áreas de complicidad y de ayuda mutua. Estos individuos juzgan hechos y "toman posiciones" basados en los valores abstractos que más aprecian, sin siquiera preguntar si sus palabras, dentro de la suma general de los factores en juego en el mundo, no acabarán yendo en apoyo de todo aquello que odian. Los estrategas de los tres grandes proyectos mundiales son muy conscientes de esto, por lo que incluyen a los comentaristas políticos - periodísticos o académicos - entre los más valiosos idiotas útiles a su servicio.
Traducción: Félix Eduardo Salcedo
|
|