Informaciones sobre OLAVO DE CARVALHO 2
F�rmula de mi composici�n ideol�gica
OLAVO DE CARVALHO
Publicado en www.olavodecarvalho.org
Algunos lectores me piden que haga una auto-definici�n ideol�gica. Otros, m�s sol�citos, se apresuran a hacerla ellos por m�, catalog�ndome como neoliberal, o como anarquista, o como conservador, o incluso como fascista o como el demonio emplumado. Haciendo o�dos sordos a las demandas de los primeros, que me parecen artificiales y meramente caprichosas, no puedo, sin embargo, permanecer insensible ante los esfuerzos de los segundos, que manifiestan, a ojos vistas, un anhelo genuino y profundo de sus almas, y, m�s que un anhelo, una necesidad vital absoluta, que, de no ser atendida por m�, acabar�a por atenderse a s� misma como el est�mago de un pobre que, desprovisto de alimento, se auto-digiere mediante una �lcera. Esas personas, en efecto, no sabiendo qu� hacer con sus vidas sin un cat�logo ideol�gico de todo y no disponiendo de informaciones fidedignas sobre mi personalidad pol�tica, acaban por construirla con retazos de ellas mismas, recogidos en los bas fonds de sus respectivos subconscientes y constituidos substancialmente de temores, sospechas, fantas�as macabras y una vasta colecci�n de demonios.
No soportando m�s ver tanto sufrimiento in�til ni resign�ndome a tan gran desperdicio de creatividad que se podr�a emplear con mayor utilidad en el hobby literario, al que por cierto algunas de esas creaturas se dedican en las horas libres de su penoso quehacer catalogador, me decido, pues, a proporcionar por fin mi perfil ideol�gico, y no s�lo mi perfil por ambos lados sino tambi�n mi auto-retrato por delante y por detr�s. Dir�, en definitiva, lo que quieren saber, que no es necesariamente lo que quieren o�r.
Por desgracia, no puedo definirme con una sola palabra, como les gustar�a a muchos, por la sencilla raz�n de que no creo que haya un concepto comprensivo capaz de juntar, en una �nica unidad compacta, las diferentes actitudes y opiniones de un individuo ante los diversos aspectos de la vida. El tipo descrito de ese modo tendr�a la coherencia en bloque de una caricatura, de un Idealtypus weberiano o de un arquetipo plat�nico, pero nada tendr�a de un ser humano (1).
Toda f�rmula ideol�gica personal se compone de una amalgama de preferencias y repulsas variadas, unas referentes a la pol�tica, otras a la moral, otras a la religi�n, otras a la vida econ�mica, etc. Esos diversos elementos no forman casi nunca una unidad coherente, aunque tiendan a la coherencia como en una as�ntota: acerc�ndose a ella sin alcanzarla jam�s. Tal esfuerzo de coherenciaci�n se denomina, exactamente, filosof�a, una actividad que, por su propia naturaleza, es constante y siempre inacabada.
No pudiendo, por tanto, definirme a m� mismo con un t�rmino un�voco, me limito a dar una lista de los diversos elementos que componen, como pueden, mi ideolog�a personal.
1. En econom�a, soy francamente liberal. Pienso que la econom�a de mercado no s�lo es eficaz, sino que es intr�nsecamente buena desde el punto de vista moral, y que la competencia es saludable para todos. Hay dos tipos de personas a las que no les gusta la competencia: los comunistas y los monopolistas. A veces es dif�cil distinguirlos. �Qui�n dijo: "La competencia es un pecado"? Al Dr. Leonardo Boff le encantar�a haberlo dicho, pero no lo dijo. El que lo dijo fue John D. Rockefeller. Y, como se ve por el episodio b�blico de Marta y Mar�a (o de Esa� y Jacob), la competencia no constituye ning�n pecado. Pecado es que un sujeto sea John D. Rockefeller o el Dr. Leonardo Boff.
Como liberal estoy contra el socialismo y contra toda forma de Estado corporativo, sea de estilo mussoliniano, sea cat�lico. Creo, con Sto. Tom�s, que hay un precio justo para cada cosa. Pero, como observaban los conimbricenses, el n�mero de variables a tener en cuenta en el c�lculo del precio justo es ilimitado, y la �nica manera de encontrarlo es dejar que las personas discutan libremente y admitir que, de alg�n modo, vox populi, vox Dei. El Estado existe meramente para impedir que los contrincantes se coman vivos, para garantizar las condiciones log�sticas de la pr�ctica del liberalismo y para, last not least amparar in extremis a quien no tenga la m�nima condici�n de competir en el mercado.
2. En religi�n, soy tradicionalista y conservador. No, no es que yo sea as�. Religi�n es tradici�n y conservaci�n. Es el factor de inmutabilidad que hace de contrapunto a la Historia y sin el cual el movimiento ni siquiera ser�a percibido. Por eso, el Concilio Vaticano II pod�a haber intervenido en todo, menos en lo esencial: el rito y la doctrina. En cambio, puso patas arriba lo esencial y se apeg� idol�tricamente a la inmutabilidad de lo secundario, como por ejemplo el celibato de los curas. Al invertir el sentido de las proporciones, el Concilio hizo de la Iglesia una instituci�n insensata y rid�cula, que condena a sus propios santos en tanto que se prosterna ante sus enemigos. Pero no defiendo la inmutabilidad s�lo del Catolicismo: me parecer�a una insensatez cambiar una sola palabra del Cor�n, de la Tor� o de los Vedas.
3. En moral, soy anarquista. Creo que hay principios morales universales, permanentes, que la inteligencia discierne por debajo de la variaci�n accidental de las normas y costumbres, y creo, finalmente, que existe lo bueno y lo malo. Pero, por eso mismo, imponer lo bueno est� mal, a no ser en caso de vida o muerte. El sujeto que hace lo bueno s�lo por obediencia y sin comprenderlo acaba por transformarlo en lo malo. "Probadlo todo y quedaos con lo bueno", recomendaba S. Pablo Ap�stol, mi amado gur�. Es cuesti�n de vivir y aprender. �Pero c�mo podemos aprender, si un tirano paternalista nos prohibe equivocarnos? Por eso tiene que haber la mayor libertad de elecci�n y de conducta, y la autoridad religiosa debe limitarse a ense�ar lo bueno, con toda paciencia, sin intentar expulsar el pecado del mundo a la fuerza. Y si ni siquiera los religiosos, que por su dedicaci�n a la vida interior tienen autoridad para hablar de esas cosas, deben imponer reglas morales a la fuerza, mucho menos debe hacerlo el Estado, que, al fin y al cabo, no es m�s que una gerencia administrativa, la cosa m�s mundana y prosaica que existe. Las leyes tienen que fundarse meramente en consideraciones pr�cticas de orden, seguridad e inter�s colectivo, muy de andar por casa, y jam�s en motivos presuntamente elevados de �tica, que acaban por hacer de la burocracia estatal un nuevo clero, y del C�digo Penal un nuevo Dec�logo. La cosa m�s repugnante que existe es la metaf�sica estatal.
4. En educaci�n, soy m�s anarquista todav�a: no creo en la ense�anza obligatoria sea de lo que sea y tengo la sensaci�n de que la expansi�n hipertr�fica del sistema de ense�anza, p�blico o privado, s�lo crea nuevas formas de analfabetismo. Opino que la educaci�n deber�a ser libre, que cada uno tendr�a que buscarla en la medida de sus necesidades, y considero una monstruosidad totalitaria que, tras haberla proclamado como un derecho, el Estado moderno haga de ella un derecho obligatorio. Creo, por cierto, que pasa lo mismo con muchos otros "derechos", que uno acaba ejerciendo a la fuerza o so pena de prisi�n. Era un absurdo que las mujeres no pudiesen trabajar, pero es un absurdo a�n mayor que, obligadas a trabajar, no puedan quedarse en casa para criar a sus hijos. Complementariamente, es un crimen obligar a un ni�o a hacer el trabajo de un adulto, pero es un crimen a�n mayor que se le impida ganar su propio dinero, haciendo, si quiere, un trabajo que est� a la altura de sus capacidades y que, al fin y al cabo, le educar� mucho m�s que cualquier escuela. Me convert� en periodista siendo casi un ni�o, a los diecisiete a�os, y aprend� en la redacci�n lo que no me habr�an ense�ado tres d�cadas de escuela. Esa porquer�a de gobierno que tenemos hoy me sacar�a de all� y me meter�a en una escuela para aprender portugu�s con los libros de Paulo Coelho.
5. En pol�tica internacional, y sobre todo en comercio internacional, soy radicalmente nacionalista, proteccionista y todo lo que odian los globalistas. Eso no quiere decir que yo est� en contra de la globalizaci�n de la econom�a. Y mucho menos hay ah� alguna contradicci�n con la creencia liberal antes reconocida. S�lo que considero que la globalizaci�n no es lo mismo que el monopolio de las grandes multinacionales, y que, as� como �stas se asocian entre s� � y con ciertos Estados � para ser m�s fuertes, es justo que el empresario nacional, sobre todo el peque�o, busque el apoyo de su propio gobierno para no ser aplastado por los monopolios internacionales. En ese caso la intervenci�n del Estado no va contra el liberalismo o la competencia: es, por el contrario, el factor de equilibrio que impide la extinci�n del liberalismo y su sustituci�n por la monopolizaci�n. El m�s detestable de los socialismos es el socialismo de los ricos.
6. En filosof�a, soy realista, siendo mis gur�s Arist�teles, Sto. Tom�s, Leibniz, Husserl y Xavier Zubiri. Todos ellos defienden el poder humano de conocer las cosas como son. Husserl y Zubiri, a mi entender, han sido los �nicos fil�sofos realmente grandes de este siglo, y a su lado un Foucault o un Deleuze son meros chavales de escuela. Pienso que marxismo, estructuralismo, desconstruccionismo, psicoan�lisis, neorelativismo, neopositivismo, etc. etc., son filosof�as buenas para analfabetos funcionales y, por tanto, responden a una aut�ntica necesidad social creada por la r�pida expansi�n de la ense�anza universitaria, en la que se necesita fabricar profesores de modo cada vez m�s r�pido y barato. Leer al Dr. Freud, a Poulantzas, a La Pens�e Sauvage o a Richard Rorty supone un esfuerzo tan grande para esa gente, que se morir�a de congesti�n cerebral tras media p�gina de Zubiri o de las Investigaciones L�gicas.
7. En Historia, creo en la relatividad del progreso y opino que todo progreso se paga con p�rdidas que no siempre valen la pena. Claro que aprecio los ordenadores y los derechos constitucionales, pero pienso en los millones de vidas humanas que han sido sacrificadas en el altar del progreso y me pregunto si nosotros, los sobrevivientes, no hemos salido disminuidos moralmente en virtud de los beneficios que hemos recibido (2). Un indio, que anda desnudo por el Xingu, no tiene Internet pero no carga, sobre sus espaldas, el peso de tantos pecados hist�ricos. El progreso, sin duda, es ventajoso. Pero no tiene la dignidad de un genuino ideal moral. Es s�lo una conveniencia pr�ctica y, cuando pretende engalanarse con una ideolog�a auto-glorificadora, con las pompas de una utop�a futurista, sobre todo "cient�fica", entonces, amigos m�os, se encarna en un Robespierre, en un Lenin, en un Hitler, en un Mao, en uno de esos monstruos que los siglos pasados no habr�an podido ni siquiera imaginar. Me gusta el progreso, no lo niego. Pero no soy entusiasta del mismo y no sacrificar�a, por �l, ni la vida de un cabrito. El progreso vale tanto m�s cuanto menos cuesta.
8. En todos los dominios y circunstancias, estoy en contra del gobierno mundial. Nadie debe gobernar el mundo m�s que Dios. La ONU, la Unesco, el Banco Mundial, las grandes corporaciones multinacionales, la Internacional Socialista y todas las entidades por el estilo son para m� la encarnaci�n misma de la megaloman�a y del deseo ilimitado de poder. Eso no quiere decir que los Estados nacionales sean angelitos, pues, como ya afirma la Biblia, "los �ngeles de las naciones son demonios". Quiere decir s�lo que el jefe mundial de los demonios es mucho peor que todos ellos juntos.
Que las personas acostumbradas a identificar globalizaci�n y liberalismo no vean en esto ninguna contradicci�n. La unificaci�n pol�tica y administrativa del mundo no beneficiar� al liberalismo, sino que lo extinguir� para siempre, instituyendo la "Tercera V�a". �Qu� es la Tercera V�a? Es esa s�ntesis entre capitalismo y socialismo que, garantizando la libertad de movimiento a las grandes empresas que apoyan al gobierno, planea, controla y determina todo lo dem�s. Esa s�ntesis no es nueva. Surgi� en la d�cada de los a�os 20 y se llama fascismo. En aquella �poca el fascismo era algo a escala nacional. Hoy quieren hacer un fascismo mundial y, para disimular, hacen campa�as alarmistas contra los restos del fascismo old style, como Le Pen y el Dr. En�ias, los m�s aut�nticos bueyes-para-pira�a de la boyada universal. Para hacer frente al gobierno mundial hay que crear un nuevo nacionalismo, liberal, democr�tico, inteligente, capaz de tomar parte en el juego de la globalizaci�n sin dejar que transformen nuestro pa�s en una provincia o en una colonia de vacaciones para turistas sexuales. Y para ello hay que oponer resistencia al maquiav�lico doble juego que, por un lado, exaltando falsamente el liberalismo, todo lo somete a una planificaci�n global y, por otro, incentivando maliciosamente reivindicaciones socialistas chifladas y toda clase de resentimientos enfermizos, divide al pueblo, desorienta a los intelectuales, debilita al Estado brasile�o y nos deja, a todos, a merced del poder multinacional.
Fue precisamente para seguir los dict�menes de esta mi ideolog�a compuesta, seg�n las diversas exigencias que me parec�an m�s razonables en cada momento y en cada situaci�n, que ya tuve la ocasi�n de votar a Lula y a Roberto Campos, a Maluf y Brizola, a Ulisses Guimar�es y a Delfim Netto, a Franco Montoro y a Fernando Henrique Cardoso. No vot� a Collor: me tom� un Engove* y vot� a Lula. En las elecciones siguientes, no vot� a Lula: me tom� un Engove y vot� a Fernando Henrique Cardoso. Pero siempre escog� en funci�n del detalle concreto de lo que estaba en discusi�n y no en funci�n de esa rigidez lineal del que es "de derechas" o "de izquierdas" como se es hincha del Corintians o se cree en Jesucristo: de una vez por todas y para toda la vida. Pues esa coherencia s�lo se puede tener en las cosas profundas, durables y del coraz�n, y no en esa agitaci�n epid�rmica que es la pol�tica, donde, sin previo aviso, de repente las personas, ideas y cosas se convierten en sus contrarios.
23/12/98
NOTAS:
(1) Tal vez por eso los l�deres de mayor coherencia ideol�gica en bloque, en la historia de nuestro pa�s, fueron tambi�n los m�s est�riles pol�ticamente, como Carlos Lacerda y Lu�s Carlos Prestes, mientras que otros dejaron una obra m�s duradera precisamente porque se permitieron ajustes y combinaciones "pragm�ticas".
(2) Eso no implica la adhesi�n a ninguna teor�a peregrina de la "culpa colectiva". Lo que digo es que somos culpables, individual y concretamente, por los costes del progreso, en la medida en que aceptamos sus beneficios livianamente, sin gratitud consciente hacia las generaciones que se sacrificaron por nosotros.
* N. del T. Pseudo-medicamento que, tomado antes de embriagarse, sirve presuntamente para paliar los efectos de la borrachera y de la resaca.