Milagros de la fe obámica
Olavo de Carvalho
Mídia Sem Máscara, 1 de noviembre de 2008
Nunca se ha visto cosa parecida en la historia de la humanidad.
En guerra contra Islam revolucionario, el pa�s ya casi vencedor se prepara para nombrar comandante en jefe a un pol�tico apoyado con entusiasmo por la Al Qaeda, por el Hamas, por la Organizaci�n de Liberaci�n Palestina, por el presidente iran� Ahmadinejad, por Muammar Khadafi, por Fidel Castro, por Hugo Ch�vez y por todas las fuerzas antiamericanas, pro-comunistas y pro-terroristas del mundo, sin ninguna excepci�n visible.
Es lo mismo que, en plena guerra del Vietnam, se pusiera en la Casa Blanca a un predilecto de Ho-Chi-Minh.
Sin embargo, si usted sugiere, aunque suavemente, que si tantos enemigos de EE UU est�n a favor de Obama es porque �l debe estar al menos un poquito a favor de ellos, mitad del electorado americano dir� que usted es un maldito racista y una buena parcela de la otra mitad lo llamar� de desequilibrado, de paranoico, de te�rico de la conspiraci�n.
Es prohibido aplicarle a Obama la vieja regla del buen criterio: �El amigo de mi enemigo es mi enemigo�. Para probar sanidad, el ciudadano americano tiene que creer p�amente que Obama no har� nada, absolutamente nada en favor de los comunistas y islamo-fascistas que lo aman, pero har� todo para defender la naci�n que �l mismo llama de nazi y la Constituci�n que, seg�n �l, es causa de males horribles.
Si usted cree que la apuesta en la fe ob�mica es demasiado alta y que ser�a m�s prudente investigarle un poco la vida a ese tipo, sepa que eso se volvi� pr�cticamente inviable: �l mand� bloquear, en EE UU y en Kenia, el acceso a todos sus documentos, incluso sobre su vida p�blica, desde su partida de nacimiento hasta la lista de los peque�os donantes de su campa�a, pasando por su hist�rico escolar en Harvard y Columbia, que, por su vez, son alegados como prueba definitiva de los altos dones intelectuales de la criatura, s�lo negados, evidentemente, por racistas contumaces. Mass media considera un insulto y una presunci�n malsana cualquier intento de examinar esos papeles, y tres tribunales, de Pensilvania, de Washington y de Ohio, ya sentenciaron que el ciudadano com�n no tiene ning�n derecho de averiguar siquiera la nacionalidad de Barack Hussein Obama. Hay que creer en �l bajo palabra, o marcharse de la honrada sociedad.
Pero su palabra tampoco esclarece nada. �l ya invent� tantas patra�as sobre su vida (que fue miembro de la Comisi�n de Bancos del Senado, que su t�o liber� Auschwitz, que su padre fue pastor de cabras), ya omiti� tantos dados esenciales (que fue miembro de un partido socialista, que es primo del genocida Raila Odinga, que hizo campa�a para �l en Kenia, que su hermano est� en penuria y vive en una chabola en Mombasa, que su t�a es inmigrante ilegal en EE UU), y ya camufl� de tal modo sus relaciones con la Acorn, con el terrorista William Ayers, con el agitador isl�mico Louis Farrakhan, con el estafador Tony Resko, etc., que intentar descubrir su verdadera biograf�a es casi una misi�n imposible. Su propio libro de memorias, que le proporcion� la fama de escritor, es de autor�a dudosa: ex�menes realizados con m�todos computadorizados de investigaci�n de autor concluyeron que no fue escrito por Obama, pero s� por William Ayers.
Resta la hip�tesis de intentar descubrir alguna cosa a trav�s de testigos. Lo que ellos cuentan es interesante. La abuela dice que �l naci� en Kenia y no en Hawai como afirma �l, sus hermanos kenianos dicen que �l es musulm�n y no cristiano como afirma, su hermana dice que �l naci� en un hospital cuando �l afirma que naci� en otro, el patrocinador de sus estudios en Harvard dice que el dinero para eso fue suministrado por un notorio agitador pro-terrorista, viejos conocidos cuentan que �l siempre estaba al lado de Frank Marshall Davis cuando este vend�a coca�na. Hasta ahora, el �nico testimonio seriamente desmentido fue el de un tonto de Minnesota que dijo haber tenido relaciones sexuales con el entonces senador Barack Obama � lo que, si verdad fuera, no comportar�a un millon�simo del riesgo para la seguridad nacional contenido en las otras declaraciones.
A esta altura, usted se puede preguntar: �Pero por qu� los electores
han de confiar bajo palabra en una persona que no tiene palabra ninguna,
que no se sabe seguro ni donde naci�, que esconde dos tercios de su vida
y miente sobre el tercer tercio, que es amado por todos los que odian el
pa�s y casi no consigue disfrazar su aprecio por los amigos de ellos?
Usted, ah� en Brasil, puede preguntarse eso, pero, se estuviere en EE
UU, preg�ntelo en voz baja. Si usted expusiere sospechas de manera muy
audible, el gobierno investigar� sus antecedentes en b�squeda de
cr�menes hediondos como deudas de impuesto y multas de tr�nsito no
pagadas, como hizo con Joe Fontanero, o entonces lo llevar� a la c�rcel
como hizo con Brent Garner, de Lawrence, Estado de Kansas (v. www.wnd.com/index.php?fa=PAGE.
La respuesta a la pregunta sobre los motivos de una confianza tan despropositada se constituye de cuatro elementos:
1. La gran mass media, casi toda perteneciente a adeptos y patrocinadores de Obama, no publica nada que se sabe de grave contra �l, pero hace un alboroto de los diablos alrededor de las menores insignificancias que puedan ensuciar la imagen de sus adversarios. La duplicidad de tratamiento, que comenz� en los peri�dicos y en la TV, acab� por impregnarse en la sociedad entera como un h�bito normal. Ejemplo I: El mu�eco ahorcado de Sarah Palin fue visto por la propia polic�a como una inocente manifestaci�n de buen-humor. Al d�a siguiente dos ni�os hicieron un mu�eco ahorcado de Obama � y fueron presos. Ejemplo II: La joven militante republicana Ashley Todd, tras decirse asaltada, azotada y marcada a navaja con una �B� en la faz derecha, cuando su asaltante repar� en su ense�a de la campa�a McCain, sufri� un bombardeo de insultos en mass media y r�pidamente cambi� de idea, jurando que lo hab�a inventado todo. Ashley no explic� si fue s�lo asaltada y azotada, habiendo ella misma hecho el corte en su rostro, si hubo s�lo una paliza sin asalto ni corte o si no hubo cosa alguna y ella misma se golpe� hasta quedarse con el ojo negro y, no contenta con semejante desatino, inmediatamente excav� la �B� en la propia cara. Aunque el desmentido sumario y lleno de fallas sonara mucho m�s inveros�mil que la historia originaria, fue instant�neamente aceptado como verdad final por mass media entera, sin m�s preguntas, quedando por lo tanto probado que esos republicanos son malvados lo bastante para desfigurarse el propio rostro s�lo para poder lanzarle la culpa a un negro y, de paso, al sant�simo Barack Obama. Ejemplo III: Faltaban indicios de violencia contra la militancia obamista, pero pronto fueron providenciados. Dos j�venes skinheads que pensaban en darle unos tiros a Obama, sin haber tomado todav�a la menor providencia en ese sentido, fueron denunciados por la propia madre. Aunque sea virtualmente imposible encontrar alg�n skinhead en las asambleas evang�licas, en las misas cat�licas, en las convenciones republicanas, en el Hudson Institute o en la Heritage Foundation, el hecho es este: si usted quiere ser considerado uno Homo sapiens en vez de un Pithecanthropus erectus, debe jurar que el plan de los dos idiotas ofrece la prueba cabal de que el conservadurismo americano es racista, nazi y asesino por naturaleza. Lo garantiza Folha de S�o Paulo.
2. La sociedad americana cree en la gran mass media porque no es capaz de imaginar un embuste general y sistem�tico como el que ocurri� en Brasil cuando todos los peri�dicos y canales de TV ocultaron de prop�sito y por diecis�is a�os la existencia del Foro de S�o Paulo, la mayor organizaci�n de delincuencia pol�tica que ha existido en Am�rica Latina. Tal como en el t�tulo de la famosa novela de Sinclair Lewis, todo el mundo se cree que it couldn't happen here, �no podr�a suceder aqu�. Bueno, sucedi�.
3. Lo que quiere que se diga contra Obama tiene respuesta autom�tica: Es racismo. El chantaje racial es tan violento, general y sistem�tico, que el simple hecho de que usted diga que se est� haciendo chantaje racial prueba que usted es racista. El monopolio de la violencia verbal se queda por lo tanto con los dem�cratas, mientras los cr�ticos de Obama se resguardan atr�s de rodeos y circunloquios auto castradores.
4. Obama no dice m�s que disparates. Sus discursos, cuando no son totalmente sin contenido, se contradicen entre ellos con la m�s gran falta de ceremonia � y funcionan exactamente por ello. Su contenido no tiene la m�nima importancia; s�lo sirve de excipiente para la sustancia activa, constituida de invocaciones m�gicas y mensajes hipn�ticos, de modo que tras algunos minutos todos se quedan con la inteligencia entorpecida al punto de aceptar, sin la menor reacci�n cr�tica, afirmaciones como esta: �Ustedes sentir�n una luz llegando de lo alto, experimentar�n una epifan�a y una voz interior les dir�: Yo tengo que votar en Barack Obama�. Si �l lo proclamara por fe espont�nea, dir�an que es loco. Como lo dice en el mejor estilo de la programaci�n neuroling��stica ericksoniana, le votan para presidente de la naci�n m�s poderosa del mundo.
Los efectos conjugados de esos cuatro factores son casi milagros de la fe, de un surrealismo atroz: las encuestas muestran que tres entre cada cuatro americanos residentes en Israel prefieren a John McCain, pero tres entre cada cuatro jud�os residentes en EE UU, lejos de las bombas palestinas y cerca a una TV enchufada en la CNN, prefieren a Obama.
Traducción: Victor Madera