Recuerden a Karl Radek
Olavo de Carvalho
Jornal do Brasil, 31 de mayo de 2007
Karl Radek, uno de los mentores del levantamiento comunista de 1917, fue también un precursor de la revolución sexual. Su campaña contra la “moral burguesa”, sus apelaciones al amor libre impregnaron de tal modo a la propaganda revolucionaria, que toda una generación de jóvenes desajustados, hijos de madres solteras, vino a conocerse como “la prole de Karl Radek”. Al tiempo, el hombre cayó en desgracia, como otros tantos padres de la Revolución. Stalin, en lance de humor negro, lo mandó a internar en un presidio para delincuentes juveniles, quienes tomaron al viejo revolucionario, ya enfermo y agotado, como su sparring predilecto. Karl Radek murió golpeado y pisoteado por los hijos de su revolución sexual.
El episodio no me sale de la cabeza cuando oigo a los discursos
edificantes con que los apóstoles del chavismo justifican al cierre
de la RCTV, acusando al canal de sembrar la inmoralidad y destruir la
sacrosanta institución de la familia. Así es la izquierda.
Primero pregona el abortamiento generalizado, el casamiento gay, la
criminalización de la Biblia, la enseñanza de la
homosexualidad en las escuelas infantiles. Cuando embarcamos en la ola y
colaboramos, perfecto, nos tornamos doblemente útiles: ayudamos a
los izquierdistas a diseminar el caos moral en el capitalismo y ya les
fornecemos el pretexto con que ellos nos tirarán a las ortigas
cuando no precisen más de nuestra ayuda. Lo que ahí me
espanta no es la duplicidad de lengua, la ambivalencia – ella es
inherente al espíritu revolucionario. Lo que me asombra es el gran
numero de personas poderosas, ricas y, según su propio
entendimiento, astutas, que entran de nuevo y de nuevo en las ofertas
seductoras del embaucador, sin acordarse de que él alterna ese
papel con el de acusador, induciendo hoy al error, para mañana
tirárselo a la cara del pecador, con furiosa elocuencia, desde el
alto de los pulpitos, como el obispo Chávez.
En mis cuarenta años de periodismo, no he visto jamás a
ninguno de los grandes empresarios de media poner su empresa al servicio
del libertinaje por puro y tosco deseo de lucro. Todos preservaban su
imagen de ciudadanos respetables y se abstenían de la
pornografía explicita, dejándosela a los aventureros, los
marginales de la industria mediática. Ellos mismos solo entraron al
sector cuando vieron que la gandaya había sido legitimada y,
digamos así, ennoblecida por el consenso de la intelectualidad
expresiva. Ahí, libertos de escrúpulos, descubrieron al
potencial de un mercado que antes despreciaban. La clave que cambia la
actitud del empresariado es accionada por el clero laico, los
intelectuales iluminados, portadores de las Tablas de la Ley, sancionadas
por la autoridad de charlatanes como Alfred Kinsey, Margaret Mead y los
frankfurtianos.
Bien, señores, estos mismos que les inducieron a ustedes a que se avergonzasen de su vieja “moral burguesa” y les aconsejaron a que transformasen sus órganos de media en parlantes de la revolución porno cultural, saben que ustedes solamente les serán útiles en parte del trayecto. Cuando ellos estén seguros de controlar el poder de policía, cerrarán los canales de TV y los periódicos de los cuales se sirvieron, y les acusarán a ustedes de corromper la moral, de fomentar las malas costumbres. Entonces será tarde para aprender con el ejemplo de Kart Radek.
Tradução: Victor Madera