Debate asim�trico

Olavo de Carvalho

Zero Hora, 12 de junio de 2005

  

El debate pol�tico americano contrapone dos corrientes bien diferenciadas desde el punto de vista pol�tico, econ�mico, moral, cultural y religioso. De un lado, los �liberals�, o izquierdistas, con su programa de intervencionismo estatal, asistencialismo, secularismo, feminismo, multiculturalismo, abortismo, etc. De otro, los �conservadores�, con su defensa de la libertad econ�mica, del federalismo, de la independencia individual y de la moral judeocristiana. Son dos cosmovisiones completas que se enfrentan en todos los �mbitos de pensamiento y de acci�n, con medios de expresi�n distribuidos de manera m�s o menos equitativa, con cierta ventaja para la izquierda en los grandes medios de comunicaci�n y en el establishment cultural, y para la derecha en internet y en la radio (s�lo el comentarista Rush Limbaugh, con sus 38 millones de oyentes diarios, supera la suma de las tiradas de todos los peri�dicos izquierdistas progres de Nueva York). A esas corrientes de ideas corresponden dos orientaciones geopol�ticas � la izquierda es globalista, la derecha nacionalista � y dos esquemas de poder claramente diferenciados: el proyecto de gobierno mundial de la ONU y el �nuevo siglo americano� de George W. Bush (aclarar� esto mejor en un pr�ximo art�culo). Finalmente, esos dos esquemas tienen fuentes de manutenci�n econ�mica n�tidamente distintas: de un lado, George Soros y las mega-fundaciones tipo Rockefeller y Ford, de otro la industria petrol�fera y el �dinero nuevo�, como lo llamaba Ronald Reagan, de miles de peque�os capitalistas en auge.

 Aunque la frontera entre ambos campos no coincida plenamente con la l�nea divisoria entre dem�cratas y republicanos, el p�blico americano reconoce f�cilmente a los portavoces de uno y de otro, y comprende la naturaleza de lo que est� en juego en su disputa. Lo que est� en juego no es s�lo el destino de los EUA, sino de la humanidad: la lucha pol�tica americana expresa el resumen perfecto de las alternativas que la especie humana como un todo encara en este comienzo de siglo.

 El debate pol�tico brasile�o, en cambio, se caracteriza por su flagrante asimetr�a. La izquierda dominante, como su similar americana, combate en todos los fronts � de la pol�tica econ�mica al matrimonio gay �, con una persistencia y una agresividad inagotables, mientras que sus adversarios, cuando no se contentan con la defensa casi avergonzada de unos intereses grupales ofendidos o con cr�ticas puntales de orden jur�dico-administrativo sin ning�n alcance ideol�gico, llegan, en la m�s osada de las hip�tesis, a argumentar a favor de la econom�a de mercado. En todos los dem�s puntos de la l�nea de combate, se omiten por completo o se adhieren enseguida a las tesis del secularismo izquierdista, pensando que las cuestiones educativas, morales, culturales, filos�ficas, religiosas o civilizacionales no tienen la menor importancia en una confrontaci�n que, en esencia, consiste � seg�n ellos � en econom�a y nada m�s.

 El primer resultado que obtienen as� es que suenan rid�culos cuando acusan al marxismo de economicista.

El segundo resultado es que convencen a la poblaci�n de que los adeptos al capitalismo s�lo piensan en el dinero, mientras que sus adversarios socialistas est�n preocupados con unas elevadas cuestiones de inter�s filos�fico y humanitario.

 El tercer resultado es que, desfasada con el debate americano, la discusi�n nacional s�lo sirve para cavar m�s hondo el abismo entre Brasil y el universo hist�ricamente significativo, ayudando al establishment izquierdista a encerrar al pa�s cada vez m�s en el c�rculo compresivo de la autosugesti�n.

 El cuarto resultado es un poco m�s sutil, pero no menos desastroso. Como la estrategia socialista ya abandon� desde hace tiempo la estatalizaci�n total de la econom�a, admitiendo la necesidad de reservar al menos un cierto espacio para las empresas privadas, la defensa de la econom�a de mercado es f�cilmente absorbida e instrumentalizada por el establishment izquierdista, que puede repetir �ipsis litteris� cada palabra del ideario econ�mico liberal sin hacerse con ello ning�n da�o a s� mismo. Desprovisto de su substancia cultural, moral o religiosa, el discurso liberal puede convertirse �nicamente en un forma inconsciente de colaboracionismo.

 La salvaci�n de este pa�s depende de que los adeptos a la econom�a capitalista pierdan su inhibici�n a defender, junto con ella, los valores morales, culturales y religiosos que han hecho posible su desarrollo en EUA y en Europa.