Una lumbrera de la ciencia

Olavo de Carvalho

O Globo, 14 de mayo de 2005

  

El t�pico charlat�n bachilleresco, muy familiar a los lectores de Machado de Assis y de Lima Barreto, puede ser reconocido de lejos por el h�bito inconfundible de la falsa exhibici�n de conocimientos. La repetida aparici�n de ese personaje en los altos puestos de la sociedad es una de las causas cr�nicas del fracaso brasile�o. En los �ltimos a�os, la proliferaci�n de esa especie ha alcanzado niveles jam�s igualados en este pa�s o en cualquier otro. El ejemplar aqu� descrito es escogido a voleo entre millones.

 Como es proprio de los ignorantes ambiciosos que cuentan con la ignorancia a�n mayor del p�blico para enga�arle con un mini-show de simulada erudici�n, el presidente de la Anamatra (Asociaci�n Nacional de los Magistrados de la Justicia del Trabajo), el Dr. Grijalbo Fernandes Coutinho, en un reciente art�culo, ofrece a sus lectores su versi�n del origen de los t�rminos �izquierda� y �derecha�.

 �En la  Asamblea de los Estados Generales de 1789, girondinos y jacobinos discut�an los limites de la pre-revoluci�n burguesa que puso fin al r�gimen de los nobles... Los congresistas defensores de unas peque�as alteraciones en el modelo pol�tico-econ�mico franc�s, pero sin la p�rdida de la esencia del poder, estaban sentados a la derecha, mientras que los radicales en la lucha por el t�rmino de los privilegios... se pusieron a la izquierda.�

 Esa historieta, apropiada tal vez para impresionar a un p�blico de magistrados semi-analfabetos, har�a re�r a cualquier colegial franc�s. En los Estados Generales, abiertos el 5 de mayo de 1789, los girondinos ni siquiera ten�an a�n ese nombre. Y no estaban a la derecha sino a la izquierda. No eran enemigos de los jacobinos, sino que tambi�n ellos eran miembros activos del Club Jacobino. Y, lejos de ser un grupo moderado, se hicieron famosos por el radicalismo con el que defend�an el uso de la fuerza para derrocar el r�gimen. El mismo papel siguieron desempe�ando en la Asamblea Nacional Constituyente.

 Fue s�lo en la Convenci�n Nacional, ya en 1793, cuando, asustados por el terror y la confusi�n que hab�an creado, los girondinos intentaron frenar la violencia creciente, siendo acusados entonces de reaccionarios y recibiendo el mote peyorativo que alud�a a la regi�n natal de algunos de sus l�deres. Los Estados Generales ya hab�an acabado hac�a cuatro a�os.

 Como fuente de las informaciones expuestas en su p�rrafo, el Dr. Grijalbo cita un trabajo de Anderson de Macedo Lemos publicado en febrero de 2004. Investigando en internet, se descubre que Anderson de Macedo Lemos era a la saz�n alumno de derecho de la Universidad Mackenzie.

 As� pues, al estar la erudici�n hist�rica del Dr. Grijalbo por debajo de lo requerido para el �Concurso del Mill�n�, es muy razonable que, imposibilitado de consultar el tarot, haya ejercido su derecho de recurrir a la ayuda de los universitarios, con resultados, id�nticos, por cierto, a los obtenidos por todos los dem�s candidatos que, en aquel programa, cometieron la imprudencia de hacer lo mismo.

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Al mismo tiempo que Vladimir Putin inicia en Rusia la rehabilitaci�n de Josef Stalin, el peri�dico �Hora do Povo� califica al dictador como �libertador de la Humanidad� y como �el mayor y mejor de los hijos� de la especie humana, superior, por tanto, al proprio Jesucristo. Los grandes medios de comunicaci�n, m�s discretos, se limitan a endosar el t�pico publicitario que presenta a los reg�menes comunista y nazi como enemigos naturales. Para ello, ignoran toneladas de documentos e innumerables cl�sicos de la ciencia pol�tica, como Leftism. From De Sade and Marx to Hitler and Marcuse, de Erik von Kuenhelt-Leddin, o Stalin's War, de Ernst Topisch - que muestran el car�cter inequ�vocamente socialista del nazismo y la mano de Stalin por detr�s del advenimiento de la dictadura alemana.

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La declaraci�n final de la C�pula �Pa�ses �rabes/Am�rica Latina� enaltece la soberan�a de los pueblos, al mismo tiempo que niega la soberan�a del gobierno de Irak al aprobar impl�citamente el terrorismo local. Como el texto es ambiguo a prop�sito, es evidente que sus palabras no sirven para expresar una intenci�n sino para ocultarla. El sentido de lo que ocultan no hay que buscarlo, por tanto, en el texto sino en las acciones reales subsiguientes practicadas por sus firmantes. Las pr�ximas semanas ser�n muy esclarecedoras.