Muestrario krausiano
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 17 de abril de 2005
En los a�os que prepararon la llegada de la tiran�a nazi, el periodista y dramaturgo austr�aco Karl Kraus se dedic� a entresacar de los medios de comunicaci�n una impresionante colecci�n de experiencias del progresivo estado de irracionalidad patol�gica que se iba apoderando de la sociedad alemana. Se�alaba, por ejemplo, dos anuncios oficiales publicados en el mismo peri�dico: uno trataba de atraer a los turistas; el otro los ahuyentaba amenazando aplicar a todos los extranjeros del territorio alem�n las nuevas leyes raciales que por entonces entraban en vigor.
Kraus publicaba esos ejemplos en su min�sculo semanario Die Fackel (�La Llama�), pero lleg� a componer con ellos una obra teatral completa, �Los �ltimos d�as de la humanidad�, formidable galer�a de incongruencias, pensada, seg�n su autor, para ser representada en los palcos extra-planetarios, ya que el espect�culo duraba nueve horas y �el p�blico de este mundo no podr�a soportarlo�.
La obra realmente nunca lleg� a ser representada, pudiendo ser conocida s�lo en su versi�n escrita, que tiene una traducci�n inglesa, una francesa y una espa�ola.
Si Karl Kraus estuviese vivo y fuese brasile�o, ni siquiera la colecci�n entera de Die Fackel y varias obras de teatro de nueve horas ser�an suficientes para reunir el material que habr�a podido obtener s�lo con un breve an�lisis diario de los discursos presidenciales, de las novelas de TV, de los comentarios pol�ticos, de las campa�as sociales y de las sentencias de los magistrados.
Digo eso porque, al no tener la paciencia ni el talento del escritor austr�aco para la catalogaci�n sistem�tica de la inconsciencia humana, me inspir� precisamente en �l para entresacar algunas muestras casuales que a lo largo de los a�os fui vertiendo en los dos vol�menes publicados de El Imb�cil Colectivo, en los tres que conservo in�ditos y en varios art�culos de esta columna.
Sin ninguna intenci�n de componer un cuadro exhaustivo, esos espec�menes bastan para demostrar la veracidad profunda de la m�xima krausiana de que algunas situaciones no pueden ser satirizadas porque ya son sat�ricas en s� mismas.
Por mencionar s�lo un ejemplo entre muchos, f�jense en la campa�a del desarme civil.
Nuestra TV procura convencernos de que los brasile�os son un pueblo humano superior, amoroso y bueno � muy diferente de esos americanos fr�os y crueles � y, al mismo tiempo, de que son un bando de soci�patas asesinos, que s�lo si son desarmados a la fuerza abandonar�n el vicio de matar personas por motivos f�tiles. Como Pavlov demostr� que la estimulaci�n contradictoria persistente produce el embotamiento completo de la inteligencia, la poblaci�n acepta d�cilmente esas dos tesis, sin experimentar por ello ning�n malestar intelectual.
Los soci�logos de nuestras ONGs no se quedan atr�s y confiesan que en nuestra sociedad la mayor parte de los homicidios practicados con armas de fuego son obra de los agentes del Estado, proponiendo como soluci�n el desarme obligatorio de todos los brasile�os que no sean agentes del Estado. Atraer turistas mediante la amenaza de expulsi�n es mucho m�s f�cil que resolver ese enigma.
En la misma l�nea de razonamiento, nuestros experts period�sticos admiten que s�lo la tercera parte de la tasa nacional de 150 mil homicidios anuales es practicada con armas de fuego, y de ah� sacan la conclusi�n de que las armas de fuego son la principal causa de la violencia asesina de este pa�s.
Con los mismo datos estad�sticos elaboran otro silogismo maravilloso: observando que Brasil, en tiempo de paz, produce un total anual de v�ctimas equivalente al de cinco guerras de Irak con dos a�os de duraci�n cada una, y a�adiendo a eso el hecho de que los EUA, poseedores de la mitad de las armas particulares del planeta, tienen una tasa anual de homicidios diez veces menor que la nuestra, sacan de ah� la conclusi�n de que los brasile�os, y sobre todo ellos mismos, est�n investidos de la suficiente autoridad moral para condenar a los EUA como una naci�n sumamente violenta y asesina.