Escoja el adjetivo
Olavo de Carvalho
O Globo, 9 de abril de 2005
Como la expresi�n �Cat�licas por el Derecho a Decidir� (CDD) aparece en los medios de comunicaci�n sin ninguna aclaraci�n, el lector entiende que se trata realmente de un grupo de mujeres cat�licas. La impresi�n es reforzada por el hecho de que ocupan un conjunto de salas del edificio de la Orden Carmelita de S�o Paulo, al lado de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), bajo la mirada complaciente de monjes, curas y obispos. Pero no son cat�licas en modo alguno: si entraron en la Iglesia fue con el prop�sito consciente y deliberado de parasitarla, parodiarla y destruirla. La CDD es el brazo nacional de una ONG mundial, la Catholics for a Free Choice, CFFC. Frances Kissling, l�der de la CFFC desde 1980, no pudo haber sido mas clara respecto al objetivo de la organizaci�n:
�Me pas� la vida buscando un gobierno que pudiese derribar... hasta que descubr� la Iglesia Cat�lica.�
El Consejo Nacional de los Obispos de los EUA tambi�n fue muy claro: �La CFFC no merece el reconocimiento ni el apoyo como organizaci�n cat�lica.�
Y no piensen que el Consejo dijo eso por estar repleto de derechistas y reaccionarios. La CFFC se ufanaba de tener �estrechos v�nculos� con los obispos izquierdistas de Chiapas, M�xico. Pero �stos mismos, en una pastoral de julio de 1991, declararon: �Si esas mujeres apoyan el aborto legalizado, tenemos que afirmar con la m�xima claridad que eso anula su pretensi�n de ser cat�licas. Ellas se han excomulgado a s� mismas, se han situado fuera de la Iglesia�.
El primer despacho de la CFFC estuvo en la Planned Parenthood Foundation, due�a de la mayor cadena de cl�nicas de aborto de los EUA, y una de sus principales financiadoras fue la Sunnen Foundation, que luchaba para que el Estado, arrog�ndose la autoridad de los antiguos emperadores romanos en materia religiosa, forzara a la Iglesia Cat�lica, por ley, a cambiar su doctrina sobre el aborto. La Sunnen fue tambi�n patrocinadora del famoso proceso �Roe versus Wade�, presentado como un caso de estupro, que en 1973 tuvo como resultado la legalizaci�n del aborto en los EUA. Pasadas tres d�cadas, la presunta v�ctima pidi� personalmente la revisi�n del proceso, confesando que no hab�a sufrido ning�n estupro, sino que hab�a sido sobornada por los l�deres abortistas para declarar eso en el tribunal. El caso ha vuelto ahora a la Corte Suprema. Toda la historia del abortismo es una historia de fraudes.
La actividad de la CFFC sigue meticulosamente la regla de Antonio Gramsci: no combatir a la Iglesia, sino apoderarse de sus estructuras, vaciarlas de su contenido espiritual y utilizarlas como instrumento para transmitir el mensaje anticristiano.
Pero el mal que esa organizaci�n hace a la Iglesia, infiltr�ndose en ella para corroerla desde dentro, no se agota en un puro maquiavelismo pol�tico. Cuando digo que el catolicismo de la CFFC es una parodia intencional, no estoy usando una figura ret�rica, sino describiendo un hecho: el primer acto p�blico de la organizaci�n, tras su inauguraci�n en 1970, fue consagrar a su fundadora, Patricia F. McQuillan, como �Papisa Juana I�, en una ceremonia realizada en la escalinata de la catedral de San Patricio en Nueva York. Como si eso no bastase, la revista del movimiento, Conscience, est� repleta de declaraciones de satanismo expl�cito, como por ejemplo versos al �dulce nombre de Lucifer, l�rico, santo�, o esta oda al �dolo b�blico Baal: �Desde el terreno donde sembr� el trigo nuevo, se levanta Baal. En un grito de exaltaci�n, nos regocijamos: el Se�or se levant�, est� sentado de nuevo en el trono. �l reina. �Aleluya!�
En contraste con la ternura kitsch de esas alabanzas al Pr�ncipe de las Tinieblas, Kissling y otras l�deres de la CFFC ya se han referido al Papa Juan Pablo II como �rabioso�, �insensible�, �peligroso�, �fan�tico�, �hip�crita�, �mentiroso�, �pernicioso�, �cruel�, �mezquino� y �obsesivo�, entre otras docenas de adjetivos. �Incurrir� en delito de injuria si uso uno de esos adjetivos, uno s�lo, para calificar a la autoridad religiosa que acoge paternalmente a unas devotas satanistas y se hace c�mplice de sus fechor�as anticristianas? Pues bien, que lo escoja el lector. Juan Pablo II nunca mereci� ninguno de esos adjetivos. Pero el cl�rigo que extiende su protecci�n, aunque sea indirecta y sutil, sobre el satanismo para que sea ofrecido a los fieles como catolicismo merece por lo menos unos cuantos.