El anuncio de la Pasi�n

Olavo de Carvalho

O Globo, 2 de abril de 2005

  

En un art�culo publicado esta semana, el te�logo Hans Kung, despu�s de repetir de boquilla los elogios de rigor a los m�ritos de Juan Pablo II, acusa al papa de �retroceso�, delito equivalente, en la mentalidad pol�ticamente correcta, a lo que en la �tica judeocristiana ser�a el pecado de idolatr�a. 

La credibilidad autom�tica del topos �avance-retroceso� revela hasta qu� punto ha arraigado en la imaginaci�n contempor�nea la creencia dogm�tica en una vulgar y estereotipada metaf�sica de la Historia, en la que la l�nea de los tiempos tendr�a la obligaci�n de ir, invariable y mec�nicamente, en la direcci�n de lo que Gramsci denominaba �la terrenalizaci�n absoluta del pensamiento�, meta y valor supremo de la existencia. En ese marco, todo el que insista en llamar la atenci�n con verdades universales o valores permanentes se convierte ipso facto en culpable de �retroceso obscurantista�. 

Aunque todo el saber hist�rico existente es un desmentido total de esa premisa, contin�a firmemente anclada en el suelo de la sabidur�a convencional, hasta el punto de que apelar a su autoridad basta para validar autom�ticamente cualquier argumento sobre lo que sea. Seg�n Hans Kung, por ejemplo, la obligaci�n primordial de la Iglesia ser�a amoldarse d�cilmente a ese trayecto ideal, sacrificando toda verdad eterna en el altar de la diosa Historia. Al violar ese mandamiento, Juan Pablo II se convirti� en un abominable ap�stol del fundamentalismo. 

Es pr�cticamente imposible a los que creen en el progresismo universal percibir que su dogma, adem�s de impugnado por los hechos sangrientos resultantes de su aplicaci�n en medio mundo, es una estupidez que ni siquiera puede ser concebida mentalmente sin conducir a absurdos insostenibles. 

Si hay una l�nea de progreso ineludible y si consiste en la reducci�n creciente de las preocupaciones humanas a las exigencia de la carne y de la econom�a, entonces no hay l�mite a esas exigencias, que tienen que seguir creciendo indefinidamente en la misma direcci�n, por acumulaci�n cuantitativa sin ning�n cambio esencial de rumbo. Cabe al Estado acelerar ese camino, convirti�ndose en el guardi�n de las luces contra el retroceso obscurantista. A la liberaci�n feminista de los a�os 60 tiene que seguir, por tanto, la institucionalizaci�n del matrimonio gay, la expansi�n ilimitada del abortismo y la destrucci�n de la familia tal como ha sido conocida en los �ltimos veinte siglos. En esa direcci�n, los pr�ximos pasos deber�an ser la legalizaci�n de la pedofilia, la legitimaci�n del sadomasoquismo, la consagraci�n de la bestialidad, del homicidio voluptuoso, etc. Todo el que se oponga a esa evoluci�n es reo del crimen de �intolerancia� � delito, evidentemente, intolerable. No tiene nada de extra�o que el mandamiento evolucionista condene a muerte no s�lo las ideas sino tambi�n a las personas que se interpongan en su camino. Terri Schiavo, por ejemplo, se convirti� en un obst�culo para los deleites sexuales de su marido. �ste representaba la evoluci�n, el progreso y las luces; ella, la resistencia fundamentalista, condenable por definici�n. La mudez final de un papa moribundo, en el instante mismo en que los valores que representaba eran sacrificados en la persona de Terri Schiavo, es el s�mbolo perfecto de la mutaci�n dial�ctica en la que la predicaci�n de la tolerancia se convierte en exigencia nazi de extinci�n de los inconvenientes, conservando, al mismo tiempo, su prestigio de ideolog�a libertaria y democr�tica contra la que nadie puede abrir el pico. En el mundo ideal de Hans Kung, la libertad y la tiran�a se vuelven indiscernibles. Cuando el derecho al placer se impone sobre el derecho a la vida, como si la vida no fuese el presupuesto del placer, el odio anticristiano ya puede ser vendido como teolog�a cristiana sin que nadie note la diferencia. 

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 En menor escala, de parodia tercermundista, la madurez de los tiempos se refleja en la declaraci�n de Mons. Mauro Morelli, seg�n el cual Jesucristo, en la presidencia de la rep�blica, no lo har�a mejor que Lula. En esa perspectiva teol�gica, Lula es la luz que brill� en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Mons. Mauro anuncia el consuelo celeste a todos aqu�llos a quienes no les gust� la pel�cula de Mel Gibson: pronto, en todos los cines, �La Pasi�n de Lula�.