Reo confeso
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 3 Abril de 2005
En el encuentro que tuvo con Donald Rumsfeld, el vicepresidente y ministro de Defensa, Jos� Alencar, hizo una declaraci�n que manifiesta, de la manera m�s clara, el estado de completa inconsciencia moral en que vive inmerso este pa�s desde hace algunos a�os.
Evitando declarar si considera o no que las Farc son una organizaci�n terrorista, admiti� que �no est� de acuerdo con los m�todos de recaudaci�n financiera de ese grupo guerrillero�.
Esos m�todos, como hasta los ni�os saben y ni siquiera el se�or vicepresidente ignora, son el narcotr�fico y los secuestros. S�lo faltaba que Su Excelencia estuviese de acuerdo con esas canalladas. Pero el problema es el siguiente: si una autoridad atestigua la pr�ctica de un crimen, �tiene derecho a limitarse a �no estar de acuerdo� con �l, en vez de mandar investigarlo y castigarlo? La blandura casi cari�osa de la expresi�n usada por Su Excelencia ante las fechor�as sangrientas de las Farc sugiere que, entre el crimen y la ley, la diferencia es de mera opini�n, a ser dirimida educadamente en un debate democr�tico entre el criminal y el juez, sin otro riesgo para el primero que el de perder la discusi�n.
Los fil�sofos griegos llamaba a esa monumental confusi�n de planos, �met�basis eis allo gu�nos�: paso a otro g�nero. Era algo as� como, en una discusi�n sobre ecuaciones trigonom�tricas, recurrir a argumentos de biolog�a. Denotaba, evidentemente, que se era un cabeza de chorlito. Pero el se�or Alencar no es propiamente un cabeza de chorlito. No es m�s que un pol�tico de tercera categor�a que, en su empe�o de mantenerse en el cargo, asume compromisos contradictorios y acaba revelando, sin querer, la confusi�n mental en que se meti� al aceptar responsabilidades superiores a su horizonte de comprensi�n. Dividido entre el deseo de fingir ser fiable ante el visitante americano y el de d�rselas de buen chico ante un gobierno cuyo compromiso de apoyo mutuo con la narcoguerrilla colombiana es p�blico y notorio, ser�a injusto exigir que el se�or Alencar conservase la lucidez de una conciencia �ntegra.
Esmer�ndose un poco m�s en el show de incongruencia, el vicepresidente declar� adem�s que, seg�n �l, nadie tiene que interferir en los asuntos internos de otros pa�ses. Pues bien, Su Excelencia sabe perfectamente que las Farc venden 200 toneladas anuales de coca�na en el mercado brasile�o, usan nuestro territorio como base para la compra ilegal de armas, manipulan el narcotr�fico en los cerros do Rio de Janeiro, penetran en nuestra Amazonia en busca de reclutas brasile�os y, como el comando del Ej�rcito advierte cada dos por tres, disparan a nuestros soldados de los batallones de la frontera. Salvo error, la defensa de nuestra integridad territorial incumbe al ministro de Defesa, o sea, al se�or Jos� Alencar. Pues bien, ante tan obvios ataques armados a nuestra soberan�a, �qu� hace el ministro? Pide la palabra en el debate acad�mico. Sabe que una conducta es criminal, que pone en peligro la soberan�a nacional y que �sta est� bajo su directa jurisdicci�n, pero no hace nada para reprimirla m�s que declarar, con toda la ponderaci�n diplom�tica imaginable, que no le gusta mucho.
Para cualquier observador que conserve a�n su capacidad de discernimiento jur�dico, es obvio que, en ese instante, el se�or ministro y vicepresidente se convirti� en reo confeso de crimen de prevaricaci�n. Pero tambi�n es obvio que, entre los pocos que conservan esa capacidad, casi todos han tratado de atrofiarla a prop�sito para sobrevivir pol�ticamente (o incluso financieramente) en ese laberinto de mentiras y alucinaciones que es el gobierno Lula. Por eso es cierto que su confesi�n expl�cita, en vez de quitar al se�or Alencar de la vicepresidencia y del ministerio y mandarlo a la c�rcel, como suceder�a en una situaci�n normal, s�lo contribuir� a mantenerlo en sus dos cargos y en el confortable ejercicio de unos derechos que, desde el mi�rcoles, ya no deber�a tener.