Notas indeseables

Olavo de Carvalho

Zero Hora, 20 de febrero de 2005

 

 

El nacionalismo brasile�o funciona al rev�s: va contra el pa�s. La mayor prueba es su ojeriza a las palabras importadas. La importaci�n hace a un idioma rico, poderoso, expresivo. Eso sucede sobre todo con los t�rminos t�cnicos que, en su origen, hayan sido formados por una extensi�n metaf�rica de su significado inicial. Por ejemplo, site , �sitio�, �local�, se usa en ingl�s para designar tambi�n las p�ginas de internet . Al pasar al portugu�s, se convierte en un t�rmino espec�fico, distinto del gen�rico �sitio�, ampliando el vocabulario nacional. Si prestamos o�do a los patriotas de bolsillo y preferimos �sitio�, perdemos la distinci�n enriquecedora y nos quedamos con un �nico t�rmino, el gen�rico, para significar dos cosas. En ingl�s, la palabra francesa �journal�, al pasar la aduana, se convirti� en un t�rmino espec�fico para designar una �publicaci�n acad�mica�, distingui�ndose de los gen�ricos newspaper y magazine. De ese modo crece el ingl�s y se vuelve cada vez m�s preciso, mientras el portugu�s de Brasil, por chuler�a antiamericana, prefiere quedarse min�sculo, con un reducido n�mero de palabras para designar imprecisamente cosas distintas. �Qu� ventaja saca Mar�a? La de ser patri�ticamente burra.

 

***

 

Todos los movimientos nazis, neonazis, fascistas y neofascistas del mundo son ferozmente antiamericanos y pro-terroristas, pero en Brasil basta que uno diga una palabra a favor de los EUA, para que al instante la etiqueta de nazi o fascista aparezca pegada en su frente.

 

***

 

Cuanto m�s inconsistente y fr�gil es la mentira existencial, mayor es la inversi�n emocional necesaria para defenderla del asedio de los hechos.

 

Eso basta para explicar el estilo declamatorio, unas veces indignado y lacrimoso, otras empalagoso y seductor, y otras triunfalista y socarr�n, con el que los cr�ticos de moda van enga�ando al p�blico y extinguiendo en �l los �ltimos vestigios de sensibilidad literaria.

 

Impresionar mediante la vehemencia de la exhibici�n emocional es el truco m�s burdo del mentiroso, pero, en este pa�s, cuando las personas no tienen c�mo refutar una idea, lanzan contra ella la expresi�n hipertrofiada de sus reacciones psicof�sicas: �Me da asco�, �Me da ganas de devolver�. Eso funciona mejor que cualquier argumento racional. Apelando a la identificaci�n instintiva del oyente con un sentimiento de repulsa org�nica, destruye en �l el simple deseo de informarse sobre la abominable idea. Es la manera m�s f�cil y r�pida de llevar a un sujeto a odiar lo que ignora. La �ense�anza universitaria�, en el Brasil de hoy, consiste en educar a la juventud en esas reacciones automatizadas.

 

***

 

Inspirado por mi amigo Eloy Franco evoco la muerte del gran boxeador alem�n Max Schmelling, a los 99 a�os, en un pueblo cerca de Hamburgo. Schmelling, campe�n mundial de los pesos pesados en 1936, sirvi� en la guerra como paracaidista y fue exaltado por los nazis como una gloria de la raza aria, pero nunca acept� entrar en el Partido ni despedir a su entrenador jud�o -- y adem�s escondi� a algunos ni�os jud�os en su casa durante las persecuciones. Derrotado por Joe Louis en la revancha de 1938, se hizo amigo de su rival y, cuando Louis muri� en 1981, pag� todos los gastos de su funeral. Fue siempre un perfecto caballero.

 

***

 

En Espa�a, el padre Domingo Garc�a Dobao, p�rroco de la parroquia de la Inmaculada Concepci�n de Jaen, est� siendo procesado porque neg� la comuni�n a un l�der gay tras conocer su reciente uni�n con alguien del mismo sexo. No es cuesti�n de proteger a los gays, pues todas las discriminaciones anti-gay de la historia del mundo no son nada comparadas con las persecuciones anticristianas s�lo de las �ltimas d�cadas. El movimiento gay, en perfecta sinton�a con los dem�s fronts del anticristianismo mundial, sabe que no est� luchando contra una poderosa autoridad represora, sino contra una instituci�n acosada, oprimida, hostilizada en todas partes. Tras expulsar al cristianismo de las universidades y del movimiento editorial, el pr�ximo paso es oficializar el odio anticristiano como doctrina obligatoria del Estado moderno. El sentido del proceso espa�ol, por tanto, es n�tido: se trata de criminalizar al C�digo de Derecho Can�nico, al que el cura no ha hecho m�s que obedecer.