Olavo de Carvalho
O Globo, 29 de enero de 2005
Gracias a un convenio firmado el 11 de diciembre pasado, los jueces y polic�as cubanos podr�n actuar en territorio de Venezuela con amplios poderes para investigar, capturar e interrogar a cubanos o venezolanos buscados por la dictadura de Fidel Castro.
Hay treinta mil cubanos en Venezuela. Hab�an ido all� en busca de la libertad que no ten�an en su pa�s. De repente, los derechos de que gozaban en su nueva patria han sido suspendidos y la distancia que les proteg�a del tirano ha quedado suprimida.
No conozco un acontecimiento semejante en la historia universal de las persecuciones.
Por esa misma decisi�n, los propios venezolanos nativos pasan a vivir bajo el r�gimen policial cubano, de modo que Hugo Ch�vez podr� librarse de sus opositores sin que su gobierno tenga que asumir la responsabilidad de la detenci�n y desaparici�n de esas inc�modas criaturas.
Nada podr�a revelar m�s claramente la �ndole de la integraci�n latinoamericana tal como ha sido planeada por el �Foro de S�o Paulo�. Pero ni una sola l�nea al respecto ha salido en los medios de comunicaci�n brasile�os, siempre d�ciles y sol�citos en su empe�o por camuflar la realidad de la revoluci�n continental tras la fachada encantadora de los intercambios tur�sticos, comerciales y � supongamos que lo sean � culturales.
En la carrera revolucionaria latinoamericana, el motor son evidentemente las Farc. El piloto, Cuba, tiene dos pedales para controlar la velocidad: Venezuela es el acelerador, Brasil el freno. Venezuela produce los cambios revolucionarios, Brasil amortigua el choque (el mismo sistema se reproduce a escala nacional, con la pol�tica econ�mica sirviendo de freno, el MST de acelerador).
Pero, esta vez, con la eclosi�n del conflicto Venezuela-Colombia, no ha sido suficiente pisar el freno: el piloto ha tenido que controlar manualmente la situaci�n. Desde hace d�as, Fidel Castro, bajando del Olimpo, est� manteniendo conversaciones telef�nicas con �lvaro Uribe, intentando superar una crisis que amenaza echarlo todo a perder. La implementaci�n del convenio totalitario es un paso esencial para �reconquistar en Am�rica Latina lo que perdimos en el Este Europeo�, objetivo proclamado por una de las asambleas del Foro. El dictador cubano no puede permitir que una etapa tan vital y delicada del proceso sea abortada por el estallido de una guerra que podr�a suscitar la intervenci�n norteamericana, desmantelando la articulaci�n tan meticulosamente montada, a lo largo de m�s de una d�cada, entre los gobiernos izquierdistas de AL, el narcotr�fico, China y el radicalismo isl�mico. Fidel Castro no ha nacido ayer. Si la industria brasile�a de pa�os calientes no puede proporcionar el material requerido, Fidel ir� personalmente a entregar el producto.
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El Tratado de la Ley del Mar, que ha vuelto al orden del d�a y puede que sea firmado a�n este a�o, concede a la ONU el control directo y total del 70 por ciento de la superficie terrestre y de todos los recursos naturales existentes en ella. Es el golpe m�s profundo y m�s amplio asestado jam�s a las soberan�as nacionales, pero los medios de comunicaci�n brasile�os desprecian solemnemente el asunto, y a nuestros nacionalistas de opereta parece que les tiene sin cuidado, ya que su nacionalismo no es m�s que anti-americanismo y est� siempre dispuesto a ceder alegremente al imperialismo burocr�tico de la ONU todos aquellos bienes que los americanos nunca han pensado quitarnos.
El gobierno Bush, pensando tal vez que ya ha ido demasiado lejos en sus ganas de humillar a la ONU, primero con la intervenci�n en Irak, despu�s con la denuncia del propina-ducto universal de Sadam Husein, est� dispuesto a ceder. Una de las primeras misiones dadas a la nueva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha sido la de amansar a la mayor�a republicana, que est� espumando de rabia por dicho Tratado. Si los EUA firman esa cosa habr�n dado nueva vida a un adversario agonizante.
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Y, hablando de la ONU, la conmemoraci�n de los 60 a�os de la liberaci�n de los prisioneros de Auschwitz � la primera que la entidad consagra a las v�ctimas del Holocausto desde su fundaci�n � fue realizada con el pleno medio vac�o. Mil discursos inflamados no podr�an mostrar de manera m�s elocuente el odio antijud�o de tantos gobiernos. Como dir�a el fallecido Stanislaw Ponte-Preta, su ausencia rellen� un hueco.