El c�rculo de la mentira
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 9 de enero de 2005
�Ya han comparado ustedes las haza�as truculentas de Fidel Castro con las de Pinochet, y las de Pinochet con la pandilla del Doi-Codi brasile�o? La diferencia de cien mil a tres mil y de tres mil a trescientos muertos habla por s� sola, al menos para quien no desert� de la escuela primaria -- incluso sin tener en cuenta que la poblaci�n de Cuba es casi tres veces menor que la de Chile y la de Chile once veces menor que la de Brasil.
No discuto las motivaciones ideol�gicas. Son excusas que no vienen al caso. No acept� las de la derecha, cuando gobernaba ella; no acepto las de sus enemigos ahora que mandan ellos. Me ci�o a las dimensiones de los hechos y constato sin dificultad la inversi�n sim�trica de las proporciones en la distribuci�n del espacio noticioso otorgado a los cr�menes de unos y otros en los medios de comunicaci�n: ah� est� la prueba fidedigna de que la clase period�stica brasile�a, con las honrosas excepciones que no me canso de mencionar, es mentirosa, manipuladora, indigna de confianza.
Nada puede ocultar la realidad de ese estado de cosas, que s�lo no la ve quien es cobarde, burro o parte interesada.
Imag�nense que un c�mplice de Pinochet es entrevistado en la televisi�n como un h�roe de los derechos humanos, s�lo por hablar contra Fidel Castro. �Pues no es cierto que se les presenta as� a algunos comunistas famosos, s�lo porque ponen a Pinochet a caer de un burro?
Imag�nense que un seductor callejero es expuesto a la execraci�n p�blica por tocar el trasero de una se�orita, mientras a un estuprador asesino se le trata con discreci�n con el fin de proteger sus derechos. Pues eso es lo que hicieron nuestros medios de comunicaci�n al armar un esc�ndalo por las humillaciones incruentas impuestas a los esbirros de Saddam Hussein en Abu-Ghraib, al mismo tiempo que conced�an un peque�o espacio de nada a los cad�veres que, a centenas de millares, emerg�an de los cementerios clandestinos del dictador iraqu�.
Imag�nese que a un ciudadano se le exhibe como v�ctima de discriminaci�n porque alguien cont� un chiste sobre �l, mientras que a otro, que es vituperado, perseguido y agredido por todas partes, no se le concede ni el derecho a quejarse. Pues as� tratan nuestros periodistas respectivamente a los gays y a los cristianos.
Imag�nese que a un rotweiler se le exhibe como un monstruo por haber mordido a una anciana en la playa, mientras que a un tigre devorador de gente se le disculpa amablemente por contribuir al equilibrio demogr�fico. Pues as� es como los medios de comunicaci�n tratan comparativamente a las tropas americanas en Irak y a las chinas en el T�bet, que ya han causado un mill�n de v�ctimas civiles sin que en Brasil se haya o�do ni una sola protesta.
Imag�nense que a un pol�tico se le arruina su vida por relacionarlo con un ratero, mientras que otro cena e intercambia favores con narcotraficantes y asesinos sin ser molestado jam�s por los reporteros. Pues as� cubrieron respectivamente nuestros medios de comunicaci�n las relaciones del Sr. Fernando Collor con P. C. Farias y la intimidad de nuestro partido gobernante con la narcoguerrilla colombiana.
Reto a todos mis colegas colegas, individualmente o juntos, a probar que eso no es as�, que las atrocidades cubanas han recibido una cobertura proporcional, que el genocidio en el T�bet ha sido objeto de titulares y editoriales, que la matanza de cristianos en los pa�ses isl�micos y comunistas es objeto de constantes denuncias, que la amistad PT-Farc es blanco de implacables reportajes de investigaci�n.
El sentido de las proporciones es la base de toda justicia. Suum cuique tribuere, �dar a cada cual lo que es suyo�, dec�an los juristas romanos. Lo mismo vale para el c�lculo de la importancia respectiva de las noticias. Ignorar y pisotear esa matem�tica b�sica es la regla �urea del periodismo brasile�o.
La distribuci�n del espacio en los medios de comunicaci�n es la matriz creadora de la creencia popular. Dos o tres d�cadas de desproporci�n en las noticias, y un pueblo entero se vuelve incapaz de echar en falta lo que ni siquiera sabe que existe. El c�rculo de la mentira es cerrado y auto-reciclable. Pero �hasta cu�ndo? �Toda esa farsa no acabar� alg�n d�a? �Y a sus autores no se les caer� la cara de verg�enza?