Cloacas precintadas
Olavo de Carvalho
O Globo, 11 de diciembre de 2004
�C�mo se explica el trato discreto y casi confidencial que los medios de comunicaci�n brasile�os, tan propensos por lo general a airear esc�ndalos, est�n dando a las investigaciones sobre el �propinaducto� universal de Sadam Husein? En todo el mundo aumenta el griter�o, hay gobernantes que temen por sus mandatos, diputados americanos que amenazan con pedir la detenci�n de Kofi Annan, y Brasil contin�a con la impresi�n de que la ONU es un monumento de orden y normalidad. No cabe duda de que este pa�s est� fuera de la galaxia.
La �madre de todos los esc�ndalos� no ha recibido ese nombre porque s�. Si exceptuamos la red de cerebros de alquiler montada por Stalin en los a�os 30 �descubierta s�lo muchas d�cadas m�s tarde �, jam�s ha habido una compra de conciencias de tan amplia escala, involucrando a presidentes, ministros y altos funcionarios de tantos pa�ses y pr�cticamente a todos los grandes organismos internacionales. Todo eso para proteger uno de los reg�menes genocidas m�s crueles de todos los tiempos, que no pasaba un d�a sin cortar manos, brazos y cabezas de presos pol�ticos.
Ahora, finalmente, est� claro por qu� tanta y tan feroz resistencia internacional a la invasi�n de Irak. La toma de los archivos de Sadam por los americanos acarrear�a inevitablemente la revelaci�n de la porquer�a, y eso hab�a que evitarlo a toda costa. De la noche a la ma�ana un coro mundial de ONGs, partidos, peri�dicos, TVs e intelectuales activistas alz� su voz, al un�sono, para exorcizar el peligro de que la caja negra del dictador iraqu� fuera abierta. Ya el tono de la campa�a, aquella afectaci�n histri�nica de elevados prop�sitos morales, dejaba al descubierto alg�n motivo innoble por detr�s de todo. Ahora ya no es posible seguir disimulando el crimen ni el esfuerzo deliberado de ocultaci�n.
Por iron�a, Brasil, que ten�a poco que ganar con una u otra cosa (parece que s�lo el MR-8 se llev� un pellizco de calderilla sangrienta), fue uno de los pa�ses que con m�s entusiasmo colabor� con el griter�o de distracci�n de la atenci�n. Es comprensible, por tanto, la tardanza de nuestros periodistas en admitir que sirvieron de instrumentos para una operaci�n tan s�rdida y repulsiva. Los que no tienen suficiente conciencia moral como para admitir el mal que hicieron tal vez se reprochen, al menos, por no haber lucrado nada con ello.
De ah� su reticencia a informar sobre el esc�ndalo con las proporciones adecuadas.
La historia de las componendas de nuestra clase period�stica, por cierto, a�n tiene que ser contada. Tal vez nunca lo sea. Es mejor ahogarla bajo capas y capas de denuncias lanzadas peri�dicamente contra otros grupos sociales � preferentemente jueces o militares. Pero ya hace tiempo que el ex-jefe del espionaje sovi�tico en Brasil, Ladislav Bittman, confes� que en la n�mina de la KGB hab�a en la d�cada de los 60 varias decenas de periodistas brasile�os. Es evidente que sin aclarar ese punto no se puede comprender nada de lo que pas� en 1964. Tambi�n es evidente que, para elucidarlo, bastar�a una entrevista con Bittman o una consulta a los Archivos de Mosc�. �Pero qui�n va a querer destapar esa letrina? Los que la mantienen lacrada son los mismos que, d�ndoselas de heroicos investigadores del pasado, exigen la apertura de los archivos militares. En el mundo, la divulgaci�n de los pagos de la KGB destruy� innumerables reputaciones, como la de Wilfred Burchett, reportero australiano que en la guerra de Vietnam era tenido como fuente de toda confianza por buena parte de los medios de comunicaci�n occidentales. �Y los brasile�os? �D�nde est�n hoy? �Qu� cargos ocupan? �Qu� influencia ejercen sobre la opini�n p�blica? Si dejaron de trabajar para la KGB, �como consiguieron desvincularse impunemente de una entidad que s�lo tiene �ex-agentes� muertos o exilados?
Cuando hacemos esas preguntas, son los propios sabuesos de las �cloacas de la dictadura� los que protestan contra nuestro sadismo de �reabrir las heridas del pasado�. Saben escoger las cloacas que les convienen.
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�Han reparado en que, en su art�culo publicado al lado en m�o en O Globo de la semana pasada, el Dr. Christovam Buarque, negando la posibilidad de una alianza electoral PT-PSDB pero resaltando la unidad ideol�gica de ambos partidos, confirmaba sin querer mi an�lisis de la �estrategia de las tijeras�?