�Cu�l es el problema?
O Globo, 20 de noviembre de 2004
Mi libro �El Jard�n de las Aflicciones�, una historia de la idea de Imperio en Occidente, terminaba con la aparici�n de las ambiciones imperiales en el seno de la Revoluci�n Americana y su subsiguiente evoluci�n en forma de un conflicto estructural entre expansi�n imperial e identidad nacional. El cap�tulo siguiente requerir�a un volumen entero. Nadie comprender� jam�s a los EUA si se empe�a en hacerlo mediante el estereotipo cl�sico � o tic mental � que ve todo imperialismo como un nacionalismo engre�do. El nacionalismo americano, fundado en la ense�anza de los Founding Fathers, en el que el m�s temerario esp�ritu modernizador y el culto de la independencia individual conviven en una tensi�n creadora con un arraigado tradicionalismo cristiano, es demasiado local y peculiar como para poder servir de matriz para una ideolog�a imperialista. Se ha traducido, con m�s frecuencia, en un deseo de aislamiento, dedicado a mantener la s�ntesis americana a salvo del contagio de las epidemias ideol�gicas europeas.
La vertiente imperialista, por el contrario, surge con una mentalidad cosmopolita, m�s neoyorquina que americana, vinculada a creencias progresistas y materialistas � pragmatismo, evolucionismo, neopositivismo � profundamente hostiles al fondo cultural cristiano y, de hecho, a todo aut�ntico esp�ritu americano. No es de extra�ar que, lejos de huir de las ideolog�as revolucionarias, esa corriente se dejase de buen grado contaminar por ellas, sea con el prop�sito de aprovecharse de las mismas, sea por descubrir la afinidad profunda que aproximaba a ellas las ambiciones del capitalismo monopolista a trav�s de la concepci�n com�n de la �sociedad planificada�. La complicidad de muchas grandes fortunas americanas � Rockefeller o Ford, por citar s�lo las dos m�s notorias � con el fascismo, el nazismo y el comunismo se explica por su proyecci�n futurol�gica que preve�a, m�s all� de las convulsiones temporales generadas por esos movimientos, la utop�a de un mundo unificado bajo la �gida de la planificaci�n central global, a la que, cada uno a su modo, todos ellos concurr�an.
En el plano interno, las megafortunas siempre apoyaron las pol�ticas intervencionistas y estatalizantes como el �New Deal� de Roosevelt y la �Gran Sociedad� de Lyndon Johnson. En la pol�tica externa, favorecieron la acomodaci�n al comunismo, alegando siempre razones de prudencia pero sabiendo perfectamente que sacrificaban los intereses nacionales americanos a objetivos globalistas a largo plazo. Episodios como la entrega de China a los comunistas, el boicot al general MacArthur, la negativa de ayuda a la revoluci�n h�ngara, que parecieron en aquella �poca errores monumentales, s�lo fueron errores desde el punto de vista nacional americano. Pero, evidentemente, el objetivo de esas pol�ticas transcend�a infinitamente el inter�s americano. S�lo m�s recientemente, sin embargo, la contradicci�n entre ese inter�s y el esquema imperialista global se ha hecho m�s visible (aunque a�n haya quien no quiera verla). La contradicci�n se formula as�: es imposible crear desde los EUA una administraci�n planetaria sin que los mismos EUA tengan que someterse a esa administraci�n.
�se fue el punto central de la disputa Bush-Kerry. El setenta por ciento de las contribuciones al Partido Dem�crata provienen de grandes fortunas, el resto proviene del pueblo llano; en el Republicano es al rev�s. Los dem�cratas son, por tanto, el partido de la burocracia global, el partido de la ONU, de George Soros y del Tribunal Penal Internacional. Los republicanos representan el patriotismo, la tradici�n americana, el apego incondicional a la soberan�a de los EUA. El pueblo expres� eso diciendo que Bush personificaba los �valores morales�. Por detr�s del conflicto moral y cultural, la pelea es m�s fea: se trataba � y a�n se trata � de decidir si los EUA s�lo quieren ser el pa�s m�s poderoso, un primus inter pares, o si quieren disolver su identidad y abjurar de su soberan�a a cambio de un lugar en la administraci�n planetaria. Los medios de comunicaci�n brasile�os, c�mo no, lo vieron todo al rev�s, cayendo en el embuste del imperialismo global travestido de antiimperialismo. �Pero qu� importan los medios de comunicaci�n brasile�os? El mundo los ignora tanto cuanto ellos ignoran al mundo.