Poes�as de Antonio Machado

Olavo de Carvalho

Primeira Leitura, noviembre de 2004

 

 

Pocas obras po�ticas son dignas de nuestro amor como la del espa�ol Antonio Machado (1875-1939). Cabe en un peque�o volumen, y es del tama�o del mundo. All� est�n los problemas de la metaf�sica occidental y oriental, la fe y la duda, las pasiones y la sabidur�a, el sentido del tiempo y de la eternidad, todo concentrado en versos de una sencillez fulgurante, cuya perfecci�n nadie sabe decir si es musical o geom�trica.

 

Don Antonio vivi� humildemente en un cuarto de una pensi�n y muri� en una habitaci�n de un hotel, huyendo de la polic�a pol�tica sin haber sido nunca pol�tico. Bendijo la pobreza digna (�a mi trabajo acudo...�) y, viendo aproximarse la muerte, fij� en un trozo de papel su �ltimo pensamiento: �Estos d�as azules y este sol de la infancia.� El flujo del tiempo que por el milagro de la luz se transfigura en eternidad en la presencia es una de sus visiones recurrentes: ��Tedio infantil, amor adolescente, / c�mo esta luz de oto�o os hermosea! / �Agrios caminos de la vida fea / que tambi�n os dor�is al sol poniente!� El ayer y el ma�ana se funden en el eterno presente: bajo la claridad de Sevilla emerge del pasado la imagen de su padre que, paseando por el jard�n, lanza una mirada en el vac�o y ve el pelo blanco de su hijo poeta que en ese mismo instante le evoca en sus versos. Un olmo seco, derribado por un rayo, renace en la inmortalidad del poema antes de que lo sierren para quemarlo en las chimeneas. Amo tanto ese poema que, buscando en �l dos versos para el ep�grafe de un cap�tulo, acab� transcribi�ndolo entero.

 

El espacio, por su parte, se transfigura en memoria y profec�a. El poeta camina por los campos de Castilla. Los sucesivos paisajes se convierten en glorias y miserias de la Espa�a hist�rica (�Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora�) y despiertan la visi�n previa del castigo: �Al declinar la tarde, sobre un remoto alcor, / ver�is agigantarse la forma de un arquero, / la forma de un inmenso centauro flechador.� Pero no todo es perdici�n y muerte. Sobre los campos aletea, ante los ojos de Dios, �Castilla la gentil, humilde y brava�.

 

Y, cuando pasan los a�os, Don Antonio, que era ya la claridad y la sencillez encarnadas, se vuelve a�n m�s sencillo y claro, condensando su m�gica sabidur�a en epigramas:

 

�Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.�

�Todo pasa y todo queda,

pero lo nuestro es pasar,

pasar haciendo caminos,

caminos sobre la mar.�

 

Jam�s le estar� lo suficientemente grato al poeta que inund� de luz tantos momentos sombr�os de mi vida.

 

 

Trozos de �Retrato� de Antonio Machado

 

�Soy cl�sico o rom�ntico? No s�. Dejar quisiera

mi verso, como deja el capit�n su espada:

famosa por la mano viril que la blandiera,

no por el docto oficio del forjador preciada.

 

Converso con el hombre que siempre va conmigo

�quien habla solo espera hablar a Dios un d�a�;

mi soliloquio es pl�tica con ese buen amigo

que me ense�� el secreto de la filantrop�a.

 

Y al cabo, nada os debo; deb�isme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansi�n que habito,

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

 

Y cuando llegue el d�a del �ltimo viaje,

y est� al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontrar�is a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.