Carrera hacia la derrota
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 31 de octubre de 2004
Cuando algunos miembros de nuestro gobierno federal admiten que en la presidencia de los EUA es mejor para Brasil Bush que Kerry, por ser menos proteccionista, est�n admitiendo impl�citamente que saben mucho m�s que eso: saben cu�l de los dos representa al imperialismo globalista y cu�l a la defensa de una soberan�a nacional a la que ese imperialismo amenaza tanto como a la nuestra. En verdad, cualquier persona razonablemente informada sobre las relaciones internacionales sabe que Kerry - o, de forma general, el Partido Dem�crata - es el instrumento de un esquema de poder mundial atrincherado en la ONU, en la Comunidad Europea y en los grandes bancos internacionales. Otro brazo de ese esquema es la red de partidos latinoamericanos de izquierda, fuertemente incentivados por el Departamento de Estado, desde el Gobierno Carter (un antepasado de Kerry), a demoler las fuerzas armadas de sus respectivos pa�ses para hacerlos cada vez m�s vulnerables a las presiones internacionales del globalismo ecol�gico, de los movimientos indigenistas que planean desmembrarlos en peque�as rep�blicas �independientes� (es decir, en agencias de la ONU), de las burocracias internacionales que dictan legislaciones a pueblos enteros que no las han elegido para eso, etc. etc. Bush, apoyado por grupos industriales volcados m�s bien hacia el mercado interno y por organizaciones religiosas apegadas a los valores tradicionales de la rep�blica americana, personifica la resistencia de la naci�n m�s poderosa del mundo a un neo-imperialismo que, sorbiendo desde dentro y minando desde fuera las fuerzas de su adversaria, se vuelve d�a a d�a m�s poderoso que ella, y cuyas ambiciones pr�cticamente ilimitadas incluyen la transferencia de la soberan�a americana a los organismos internacionales.
Los hombres de nuestro gobierno son bien conscientes de ello, pero precisamente por esa raz�n saben que hay que mantener a la masa en la ignorancia de esas cosas, canalizando su sentimiento nacionalista contra los EUA para convertirlo en un instrumento inconsciente al servicio de la destrucci�n de los valores que cree defender.
Hay que reconocer que, en el logro de ese objetivo, est� consiguiendo un �xito espectacular. El electorado brasile�o est� masivamente persuadido de que los peligros para nuestra soberan�a provienen de los EUA. Defendi�ndose, por tanto, de un peligro inexistente, permanece ciego (s�lo por poner un ejemplo entre muchos) ante la ocupaci�n del territorio amaz�nico por parte una red de ONGs asociadas a la ONU y subvencionadas por las mismas grandes fuentes internacionales que alimentan generosamente al �Forum Social Mundial�, al MST y, de modo general, a todos los partidos brasile�os de izquierda (si es que todav�a queda alguno que no sea de izquierda). Incluso cuando el PT en el poder anuncia su intenci�n de entregar zonas inmensas de la Amazonia a la administraci�n internacional, la mentalidad popular est� tan hipnotizada por los estereotipos, que sigue pensando que los grandes enemigos de la patria brasile�a son George W. Bush y la �derecha conservadora�.
Los medios de comunicaci�n nacionales, que beben en las mismas fuentes (intelectualmente y econ�micamente), han hecho un trabajo incansable para dejar al pueblo brasile�o ciego y atontado, incapaz de descubrir el origen de sus males. El sentido de auto-identidad nacional est� constituido hoy por un sistema de inversiones psic�ticas creadas por un prodigioso maquiavelismo de izquierda, capaz de utilizar el orgullo verde-amarillo como instrumento de la capitulaci�n definitiva de la nacionalidad. Cuando la inconsciencia de un pueblo ha llegado a ese punto, es pr�cticamente imposible detenerlo en su carrera entusi�stica hacia la derrota, el fracaso y la humillaci�n. No consigo contemplar ese estado de cosas sin recordar los versos que Antonio Machado dedic� a su Espa�a al verla beoda como cabra ciega en medio de las manipulaciones internacionales que la precipitaron al suicidio colectivo de la guerra civil:
Fue un tiempo de mentira, de infamia. A Espa�a toda,
la malherida Espa�a, de carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y escu�lida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida.