�Qu� es filosof�a?
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 17 de octubre de 2004
Toda filosof�a nace de un impulso originario - infantil, si se quiere - de entender la realidad de la experiencia. Pero, entre ese impulso y la �filosof�a� como actividad curricular acad�mica, la distancia es a veces tan grande que desaparece por completo.
Las excusas para ello son siempre de lo m�s respetable. Antes de responder a las preguntas de la infancia es necesario adquirir los instrumentos intelectuales del saber adulto, lo que incluye el estudio de las obras de los fil�sofos; este estudio supone el dominio de la interpretaci�n de textos; y la interpretaci�n de textos puede ser tan interesante como para convertirse en un polo de atracci�n independiente. Nos encontramos, entonces, en el pin�culo del saber filos�fico acad�mico, al menos en el sentido franco-uspiano del t�rmino, e inmunizados para siempre ante las preguntas que nos llevaron, por primera vez, al estudio de la filosof�a. En la USP de los a�os 60, que no parece haber cambiado mucho desde entonces, cualquier intento de enfrentarse a esas preguntas, en lugar de dedicarse a la noble tarea del an�lisis de textos, era despreciado como amateurismo, primitivismo, ensayismo. Cuando el profesor Jos� Arthur Gianotti, en el auge de su madurez intelectual, define la filosof�a como una dedicaci�n a los textos, no hace m�s que expresar su experiencia de algo que, en el ambiente de su formaci�n, recib�a el nombre de �filosof�a�, pero que jam�s ser�a reconocido como tal por S�crates y Plat�n.
Plat�n - o S�crates - mostraba un camino hacia la filosof�a que nunca podr�a encontrarse en un texto. Hablaba de una an�mnesis, de un sumergirse en la memoria personal en busca del instante del nacimiento de la conciencia filos�fica. La conciencia filos�fica era la visi�n previa de las formas universales eternas. Esas formas transcend�an infinitamente la esfera de la experiencia corporal, tambi�n, por tanto, de la memoria sensible; pero en alg�n momento olvidado del tiempo, se hab�an dejado vislumbrar en ella y hab�an despertado en el alma del individuo carnal, la aspiraci�n al Bien supremo. En el curso posterior de su vida, la mayor�a de los hombres se olvidaba de ese momento para siempre. En otros, la ocultaci�n era parcial. Si el objeto experimentado desaparec�a de la conciencia, la aspiraci�n a la que hab�a dado origen se manten�a viva. Viva, pero buscando satisfacerse a voleo en objetos impropios, errando entre s�mbolos y simulacros hasta atinar - o no - con el camino de vuelta. El encuentro del aprendiz con el fil�sofo maduro era un momento decisivo de esa b�squeda. El fil�sofo atra�a a sus disc�pulos porque algo evocaba en �l al Bien supremo. El fil�sofo era un s�mbolo. El disc�pulo pod�a aferrarse a �l como a cualquier otro s�mbolo, ador�ndolo hasta el punto de desear poseerlo carnalmente. Es lo que Alcib�ades, tras la noche del Banquete, le confiesa a S�crates. Pero S�crates le explica que est� buscando en la direcci�n equivocada. Lo que mueve al alma del disc�pulo es el deseo de un bien espiritual olvidado, que la carne de S�crates no puede satisfacer. El fil�sofo es un s�mbolo del Bien y no el propio Bien. En ese sentido, no es diferente de cualquier otro s�mbolo. Pero el fil�sofo no es s�lo un s�mbolo. No se limita a representar exteriormente el Bien, como lo representa la belleza material sin saber lo que hace. �l es un registro consciente de ese Bien que simboliza. Es el hombre que ha realizado la an�mnesis y ha descubierto en su alma la apertura hacia el Bien. Por eso puede ense�arle a Alcib�ades el camino de vuelta, mostrar que ese camino no se encuentra en el cuerpo de S�crates, sino en el alma de Alcib�ades. El fil�sofo invita al disc�pulo a la metan�ia, al cambio de direcci�n de su atenci�n desde fuera hacia dentro, desde la actualidad de los signos sensibles hacia la oscuridad de la memoria, en cuyo fondo brilla, escondido, el recuerdo de la apertura primordial a la experiencia del Bien y de las formas eternas.
El an�lisis inacabable de los textos es un largo deleite vicioso en el cuerpo de los s�mbolos, un derivado carnal que aleja para siempre del recuerdo del Bien, al mismo tiempo que cree p�amente �estar haciendo filosof�a�. Eso es lo que le han ense�ado al profesor Gianotti con el nombre de �filosof�a�. Pero no era eso lo que S�crates y Plat�n ense�aban.