Carta a un amigo

Olavo de Carvalho

O Globo, 2 de octubre de 2004

 

 

Un amigo, v�ctima reciente del bandidaje carioca, me escribe que el desorden reinante ha superado los limites de lo tolerable, que es necesario que la poblaci�n tome alguna medida y que s�lo falta saber cu�l. Le he enviado la respuesta siguiente:

 

�La vida de la sociedad, como la de los individuos, camina por donde camina el pensamiento humano. �Tal como lo pens�is, as� ser�, dice la Biblia. En la sociedad, la funci�n del pensamiento corresponde a los intelectuales, a los formadores de opini�n, a la categor�a de las personas que hablan, escriben, ense�an y conforman la mentalidad de las generaciones. En Brasil, hace cuarenta a�os que los intelectuales, influenciados por el �marxismo cultural�, est�n inoculando en las clases dirigentes, en los legisladores, en las autoridades y en la opini�n p�blica la creencia de que los bandidos son buenos y que el orden legal es malo. Saben perfectamente que no es as�, pero han aprendido que los delincuentes son una poderosa fuerza corrosiva que tiene que ser usada para minar las instituciones y abrir el camino al socialismo. Empezaron defendiendo a los bandidos en la literatura y en el cine, luego en los peri�dicos y en los noticiarios de TV, en los debates p�blicos en general, en los colegios y, finalmente, en las leyes. Leyes que incriminan a la polic�a y protegen a los bandidos. Leyes que desarman a los hombres honrados y otorgan a los delincuentes el monopolio del uso de la fuerza. Es absolutamente imposible que, en una sociedad influenciada hegem�nicamente por esas ideas, situaciones como la que Ud. ha vivido no se transformen en la experiencia diaria de la poblaci�n y que, en esas condiciones, la vida de todos no se convierta en un infierno. De todos, excepto de los marginales y sus protectores, de la clase de los intelectuales activistas, cada vez m�s poderosa, m�s aureolada de prestigio, m�s subvencionada por el Estado y m�s arrogante en sus pretensiones. Y, precisamente cuando la vida se convierten en un infierno, esos charlatanes sacan m�s provecho a�n de esa situaci�n, explic�ndolo todo como producto de �causas sociales� impersonales, y exigiendo, con la presunta intenci�n de corregir dichas causas, leyes que hacen al ciudadano a�n m�s impotente y a los bandidos todav�a m�s eficientes.

 

La culpa �nica y exclusiva del actual estado de cosas es de los intelectuales activistas. Cuando escuche a un soci�logo, a un profesor, a un artista, a un periodista pontificar sobre las causas sociales y econ�micas de la criminalidad, echando la culpa a �la sociedad�, sepa que se encuentra ante el culpable en persona; ante un criminal peor a�n que los que en las calles transforman en acci�n sus pensamientos. Los ap�stoles de �un mundo m�s justo�, los almibarados predicadores de �una sociedad m�s fraterna�, son los gur�s del crimen. Contra ellos es contra quienes debe dirigirse el esfuerzo de los ciudadanos honrados que no exigen una sociedad paradis�aca, sino que �nicamente quieren sosiego para trabajar, libertad para caminar por las calles, seguridad para criar a sus hijos.�

 

Lo que ah� queda dicho no es ninguna novedad. Todos se resisten a admitir estas cosas s�lo porque la apuesta nacional por la idoneidad del beautiful people de las artes y de las letras ha sido demasiado alta. Descubrir una intenci�n perversa en tantas �personas maravillosas� ser�a traum�tico. Por eso, siempre que queremos poner orden en el gallinero, la primera idea que se nos ocurre es solicitar el parecer t�cnico del zorro.

 

***

 

Pero eso no pasa s�lo en Brasil. En un reciente art�culo, el periodista Steven Plaut denuncia la diferencia de trato dado por los medios de comunicaci�n a los agitadores israel�es de derecha y a los de izquierda. Mientras los primeros son mantenidos en estrecha vigilancia, los segundos conservan su status de ciudadanos por encima de cualquier sospecha, por m�s cosas que hagan contra Israel. En el �ltimo Yom Kippur, pintaron eslogans obscenos y pro-terroristas en la Gran Sinagoga de Jerusal�n y divulgaron los lugares en los que los virtuales asesinos pol�ticos pod�an encontrar a sus blancos predilectos, Sharon y Netanyahu. El episodio fue noticiado como una mera �protesta� y no como un crimen.

 

Si hasta el pueblo m�s duro del universo flaquea ante el chantaje moral izquierdista, �por qu� los brasile�os �bamos a reaccionar mejor?

 

Pero, tanto all� como aqu�, un d�a esto tendr� que acabar o con el despido del zorro o con la muerte de la �ltima gallina.