O Globo, 25 de septiembre de 2004
El Sr. Lu�s In�cio da Silva preside un pa�s que mata tres veces m�s gente por a�o, en tiempo de paz, que la que han matado los tiros y las bombas en Irak desde el comienzo de la guerra.
Su pol�tica econ�mica ha creado menos puestos de trabajo para sus compatriotas que los que ha creado el gobierno de los EUA para los iraqu�es.
Sus programas sociales han hecho menos por los brasile�os pobres que lo que han hecho los americanos para mejorar las condiciones sociales en un pa�s enemigo.
Contra el crimen y la violencia, sus victorias son nulas, sobre todo comparadas con las de los americanos en Irak. Hoy d�a es m�s seguro ir por las calles de Bagdad que por las de Rio de Janeiro, S�o Paulo o Recife, muy cerquita de la ciudad natal de nuestro Presidente.
Con esta hoja de servicios nuestro Presidente se sinti� investido de autoridad para ir a la ONU a dar lecciones a George
W. Bush.
No es de extra�ar que los aplausos dados a esa performance proviniesen sobre todo de los representantes de los pa�ses que prosperaron a costa de la miseria y del terror implantados por Sadam Husein. Esas personas se quedaron cabread�simas con el fin del chollo y es comprensible que acusen a los americanos de haber entrado en Irak con un objetivo que, en la m�s despreciable de las hip�tesis, es id�ntico al suyo. Ir�nicamente, esas mismas personas le han puesto a ese objetivo una etiqueta infamante � �cambiar sangre por petr�leo� -, sin darse cuenta de que estaban etiquetando su propia frente. Respecto a los americanos, tal vez tambi�n hayan cambiado sangre por petr�leo. Pero, incluso pasando por alto que hasta ahora ni un solo d�lar del petr�leo iraqu� ha ido a parar al bolsillo de los americanos, pues todo ha sido invertido en beneficio de Irak, queda a�n una diferencia: ellos han dado a cambio su propia sangre o
la de los sicarios de Sadam. Los franceses y los alemanes, en cambio, dieron la de unos trescientos mil prisioneros pol�ticos iraqu�es. No derramaron ni una sola gota de su propia sangre ni invirtieron un solo euro en programas sociales en Irak.
El Presidente brasile�o fue aplaudido, s�, pero por una asamblea de ladrones y expoliadores c�nicos, al igual que, durante doce a�os, fue aplaudido, en las reuniones del �Foro de S�o Paulo�, por un p�blico de terroristas, narcotraficantes y
secuestradores - el personal de las Farc, del MIR chileno, del Movimento Revolucionario Tupac Amaru.
No dir� que �se es el p�blico que se merece, pero, sin duda, es el que ha escogido. Si me preguntan por qu� lo ha hecho, les dir� que no tuvo alternativa: un pobret�n del Tercer Mundo, cuando entra en la pol�tica gracias a unos padrinos
internacionales tan sucios como la Comunidad Europea, la ONU, Fidel Castro y la Fundaci�n Ford, tiene que pasar el resto de su vida desempe�ando el papel de payaso para el que lo han designado.
Y el aspecto m�s pintoresco de ese papel es que, sirviendo como instrumento para la implantaci�n de una tiran�a
burocr�tica a escala global, el actor tiene que representarlo dando la impresi�n de que hace exactamente lo contrario, es
decir, de que lucha por la soberan�a nacional y por la autodeterminaci�n de los pueblos. Tiene que proclamar a los
cuatro vientos, con aire de profunda y sincera emoci�n, aquello que cabe que es lo contrario de la verdad. Eso duele, �no?
Probablemente no es justo acusar al Sr. Lu�s In�cio de borracho. Pero yo, de estar en su pellejo, no permanecer�a sobrio ni un minuto. Nadie puede forzar tanto su conciencia sin alg�n tipo de anestesia. Aqu� dejo, pues, mi consejo para el Presidente: si Ud. no beb�a, beba. Beba sin miedo a ser feliz al menos fuera de las horas del espect�culo. No le haga caso a Larry Rother. �l no entiende su problema.
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La universidad brasile�a es enemiga irreconciliable de los militares y colaboradora del establishment globalista en la
destrucci�n de nuestras Fuerzas Armadas. Su negativa a cumplir la ley que garantiza una plaza a los soldados y oficiales
trasladados es un acto de rebeli�n criminal y pueril a un tiempo, muy caracter�stico de una instituci�n rid�cula, cuya contribuci�n al progreso del conocimiento consiste en pulirse el dinero p�blico para imbecilizar a las nuevas generaciones mediante una propaganda pol�tica sub-colegial. Una vez m�s me alegro de haber optado, en mi juventud, por llevar mi vida de estudios muy lejos de ese templo de la estupidez humana.