Agitaci�n obscena

Olavo de Carvalho

O Globo, 18 de septiembre de 2004

 

 

En un art�culo que acaba de publicar en el Wall Street Journal, Mary Anastasia O�Grady advierte que China est� ocupando el vac�o dejado en Am�rica Latina por la pol�tica del Departamento de Estado. Dicha pol�tica, herencia m�rbida de Bill Clinton que George W. Bush ha dejado inalterada para concentrarse en los problemas de Oriente Medio, consiste en: (1) apoyo a las intromisiones del FMI en la pol�tica econ�mica local, que dejan a los americanos en una posici�n antip�tica sin reportarles ning�n beneficio; (2) �combate a las drogas� mediante una estrategia suicida que s�lo beneficia a las Farc y a los cocaleros; (3) ayuda masiva a las ONGs izquierdistas dedicadas a hacerles la cama a los militares; (4) ingenua complacencia ante bravucones del tipo de Hugo Ch�vez.

 

Desde el comienzo, ese men� parec�a concebido a prop�sito para favorecer el auge del izquierdismo y abrir las puertas de AL a las ambiciones chinas. Nada m�s natural, puesto que as� la izquierda ama a Bill Clinton con pasi�n y el gobierno de China le ayud� con dinero en las campa�as electorales. Pero, si la proverbial buena fe de los electores americanos les impidi� descubrir la l�gica perversa que hay detr�s de ese esquema, hoy las consecuencias de su aplicaci�n son tan llamativas como la oleada continental de antiamericanismo que las manifiesta y las disimula. (Sobre todo disimula: pues �qui�n podr�a sospechar que la izquierda triunfante debe sus triunfos al gobierno americano, justo cuando m�s vocifera de boquilla contra �l?)

 

La Sra. O�Grady advierte que esos cuatro puntos no corresponden en absoluto a las convicciones del actual presidente - quien, con toda seguridad, los suprimir� en cuanto un segundo mandato le d� fuerzas para ello.

 

El auge de las izquierdas en Am�rica Latina es un epifen�meno: una apariencia superficial producida por un hecho m�s discreto y m�s profundo, originado en los EUA. Suprimido el hecho, la apariencia se deshar� por s� misma, como una pompa de jab�n. Y los que han apostado por ella se quedar�n, una vez m�s, con cara de bobo.

 

Eso explica el sentimiento de urgencia apocal�ptica, la agitaci�n obscena de la hinchada latinoamericana pro-Kerry. Agitaci�n in�til: el candidato dem�crata se envuelve cada vez m�s en intentos de manchar la reputaci�n de Bush, que se revuelven contra su persona con fuerza multiplicada. Fue �l quien, d�ndoselas de h�roe de guerra y despreciando a su adversario como soldado relapso, est� haciendo que salga de la vitrina el escuadr�n de esqueletos que ahora, con uniformes de la Marina, vienen a atormentarle en sus pesadillas. Fue �l quien, al echar mano del sucio recurso de las imputaciones criminales, se ha expuesto al peligro de unas investigaciones que amenazan con sacar a la luz su participaci�n en un complot de homicidio. Resultado: seg�n la Gallup y la Zogby, que saben m�s que los medios de comunicaci�n brasile�os, tiene el 42 por ciento de las intenciones de voto, contra el 55 por ciento de Bush. El problema de la candidatura Kerry es John Kerry.

 

Hace falta estar realmente desesperado, para llegar a apostarlo todo por un clon gen�ticamente defectuoso de Bill Clinton.

 

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Con el libro Das Casernas � Reda��o. A Era de Turbul�ncias, publicado esta semana por la Editora UniverCidade, Paulo Mercadante nos ofrece una prueba m�s de su talento para captar la unidad de sentido tras unos acontecimientos heterog�neos. Es, ante todo, la historia de un gran peri�dico - �ste mismo en el que tengo la honra de escribir -, contada centrando la atenci�n en los tres personajes que le dieron vida: Irineu, Roberto y Rog�rio Marinho. Pero O Globo no aparece ah� �nicamente como una empresa period�stica, sino como expresi�n de un movimiento pol�tico decisivo, el �tenientismo�, desde sus or�genes en el siglo XX hasta su declive en la era Geisel. Creo que nunca la trayectoria de una publicaci�n brasile�a haya sido delineada sobre un fondo hist�rico tan amplio, ni con una visi�n tan aguda de las relaciones entre periodismo, pol�tica y cultura.

 

Siempre me resulta inc�modo elogiar a Paulo Mercadante, porque temo que mi admiraci�n ilimitada parezca boba devoci�n. �Pero c�mo podr�a la amistad que le profeso amortiguar mi inteligencia cr�tica, si todo lo que leo de �l robustece esta inteligencia m�s que cualquier otro producto de la farmacopea cultural brasile�a?