�Qui�n quiere saber la verdad?

Olavo de Carvalho

O Globo, 4 de septiembre de 2004

 

 

Desde que el Sr. Fray Betto intent� conseguir que la administraci�n de O Globo le diese mi direcci�n particular, un ayudante m�o ha recibido unas misteriosas llamadas telef�nicas, desde un n�mero desconocido, de alguien que dice tener urgencia de encontrarse conmigo, pero que, cuando se le solicita que declare su nombre y la ciudad desde la que habla, cuelga el tel�fono.

 

No s� si ambos hechos tienen alguna relaci�n entre s�. Pero una cosa es segura: el consultor de la presidencia para asuntos celestes e infernales [Fray Betto] ha preferido hacerse sordo a mi oferta de enviarle personalmente mi direcci�n si me la pide por e-mail, y esa reacci�n s�lo puede interpretarse de dos maneras: o ha desistido de obtener por una v�a simple lo que intent� conseguir por una v�a complicada, o prefiere obtener sus informaciones sin dar la cara.

 

�Por qu� iba a actuar as� un ministro del Estado?

 

Todo eso es muy raro, sobre todo porque no s�lo sigue estando en la red la p�gina pornogr�fica que lleva su nombre y que encontr� en internet, sino que encima han aparecido otras dos: www.sex-11.biz/frei-betto y www.frei-betto.lubiezaea.com. Son p�ginas comerciales, de pago, y una de ellas anuncia: �Todo sobre Fray Betto. See this now.�

 

�Qu� payasada es �sa? �Por qu� el Sr. Fray Betto no manda investigarlo en vez de hurgar a traici�n en la vida de quien siempre le ha dicho la verdad con toda franqueza?

 

�En definitiva, qu� est� pasando con este gobierno? �Qu� tipo de gente es �sa a la que el pa�s se ha entregado con ciega confianza? �Alguien sabe con certeza qui�nes son esos se�ores? O, por el contrario, �nadie lo quiere saber?

 

�Qui�n sabe, por ejemplo, si el Sr. Jos� Dirceu se ha desvinculado de la inteligencia militar cubana o sigue a su servicio en la Casa Civil de la Presidencia?

 

�Qui�n sabe si el Sr. Lu�s In�cio Lula da Silva, despu�s de haberse sentado amigablemente con las Farc en la mesa de conversaciones durante diez a�os, no est� aludiendo veladamente a s� mismo cuando dice que el crimen organizado tiene altos contactos en la esfera pol�tica?

 

�Qui�n sabe si el partido que presume de anti-imperialismo y al mismo tiempo quiere entregar partes de la Amazonia a las ONGs internacionales no ha estado enga��ndonos todo el tiempo con un nacionalismo de fachada?

 

�Qui�n sabe si las relaciones entre los poderes globales y la izquierda nacional no son mucho m�s complejas de lo que cree el simplismo estereotipado de los bien-pensantes?

 

Nadie sabe, nadie quiere saber. Est� prohibido preguntar. De la idolatr�a de la �transparencia� hemos pasado al culto de una opacidad de plomo, y nadie da por lo menos alguna se�al de haberse percatado de la diferencia.

 

En tiempo de Collor, la conversaci�n vagamente sospechosa escuchada a medias por un ch�fer indiscreto desencaden� la investigaci�n m�s amplia jam�s promovida contra un presidente. Hoy en d�a, seis testigos muertos en el caso Celso Daniel no menoscaban lo m�s m�nimo la reputaci�n de unos gobernantes ungidos con el don de la inatacabilidad intr�nseca.

 

En la Comisi�n Parlamentaria de Investigaci�n del Presupuesto, en 1993, el Sr. Jos� Dirceu sab�a hasta  los n�meros de los billetes dados como propina por un pol�tico mediocre a un funcionario insignificante. En aquella �poca, escrib�: �Por el furor investigador con el que los peri�dicos y la TV abren las letrinas, destapan los sumideros, hurgan en las cloacas de la Rep�blica, parece que Brasil, entre todos los pa�ses, tiene la prensa m�s osada, m�s independiente, m�s empe�ada en descubrir y revelar la verdad.�

 

Hoy es imposible no darse cuenta de que todo eso no fue m�s que un pretexto para allanar el camino al PT, instalarlo en el poder y no hacer preguntas nunca m�s, aceptando con docilidad muda e indolente unas conductas de los nuevos patrones que son mucho m�s sospechosas y extravagantes que las de todos sus antecesores. Es como si, despu�s de un n�mero excesivo de desilusiones, el pa�s ya no soportase ni una m�s. Hace a�os, la TV francesa mostr� a una chica que, tras haber huido de la familia, ca�do en depravaciones indescriptibles y pasado por mil y un lavados de cerebro en manos de falsos gur�s, volvi� a casa con su personalidad alterada y aire de pasividad est�pida en la cara: �No, ya no quiero m�s saber la verdad�, repet�a ante las c�maras. As� est� el alma agotada del pueblo brasile�o. Usado y abusado por la propaganda, ya no se ofende al ser enga�ado, porque ya no tiene fuerzas para querer saber la verdad.