Metiendo una bronca
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 25 de julio de 2004
La comisi�n parlamentaria americana que investiga el 11 de septiembre ha llegado a la conclusi�n de que �la guerra contra el terrorismo� es un concepto demasiado vago como para poder orientar una pol�tica exterior adecuada. Es la cosa m�s evidente del mundo: �terrorismo� no es el nombre de un enemigo sino de un instrumento. Y ciertamente no es el �nico instrumento. Sus usuarios echan mano tambi�n del espionaje, la infiltraci�n, la diplomacia, la guerra cultural, la propaganda. Sobre todo de la propaganda. Ning�n ataque terrorista tendr�a la menor eficacia si no estuviese articulado con una campa�a medi�tica destinada a sacar de �l un provecho pol�tico preciso. El ejemplo m�s flagrante es el mismo 11 de septiembre: pocas semanas despu�s de los atentados, la opini�n p�blica, recuperada del shock inicial, ya era inducida por los medios de comunicaci�n a echar la culpa a la v�ctima, para bloquear toda reacci�n de esta �ltima y someterla a unos organismos internacionales profundamente comprometidos, si no con el �terrorismo� en cuanto tal, al menos con la causa anti-americana y anti-israel� que defiende el terrorismo. Y ese esfuerzo ser�a vano si no contase con un fuerte apoyo interno en los EUA y en Israel. La propaganda anti-americana dentro de los EUA es tan intensa como en el exterior, y en el propio parlamento israel� (por no hablar de la comunidad jud�a internacional) no faltan individuos y grupos que preferir�an abdicar del sue�o de Theodor Herzl antes que permitir que Israel levante su cabeza por encima de la prepotencia de los organismos internacionales. Entre las armas auxiliares del terrorismo, la traici�n es la m�s eficaz.
En resumidas cuentas �contra qui�n es la guerra? Para identificar al enemigo, habr�a que captar la unidad estrat�gica que existe por detr�s de toda esa desorientadora variedad de acciones y t�cticas. El m�todo para ello es doble. Por un lado, seguir las pistas, ya de por s� abstrusas y muy bien camufladas, que vinculan a las organizaciones terroristas con sus colaboradores directos e indirectos en la pol�tica, en los medios de comunicaci�n, en la cultura, en la diplomacia, en las finanzas. Por otro lado, hay que rearticular los conceptos b�sicos del an�lisis estrat�gico, hoy demasiado ce�idos a la tradici�n inaugurada por Hans Morgenthau, que ve�a en los �Estados� a los agentes esenciales de la pol�tica internacional. Nunca, como hoy, el mapa de las fuerzas pol�ticas ha coincidido tan poco con las fronteras de los Estados. Sin recurrir a conceptos totalmente ajenos a esa tradici�n -- como por ejemplo los de �movimiento revolucionario mundial�, �centrales globalistas�, �redes�, etc. -- ser� ciertamente imposible captar la unidad substantiva del �enemigo� que hoy busca no s�lo la destrucci�n de los EUA y de Israel, sino la instauraci�n de un nuevo modelo de civilizaci�n fundado en el secularismo extremado, en la abolici�n de todos los valores de la civilizaci�n occidental, en una econom�a fuertemente centralizada (a escala mundial) y en el control burocr�tico de la cultura y de la vida privada.
Incluso suponiendo que el gobierno americano tenga conocimiento exacto de toda esa articulaci�n, �podr� decir en p�blico el nombre del enemigo y declarar oficialmente la guerra contra �l? Claro que no. Pues el enemigo est� profundamente infiltrado en ese mismo gobierno, controla la facci�n dominante del Partido Dem�crata y una parte del Republicano, adem�s de estar fuertemente atrincherado en las elites financieras (v. George Soros y similares), en los grandes medios de comunicaci�n y en los organismos internacionales. �C�mo inculpar a la vez a toda esa gente? �C�mo combatir a un enemigo omnipresente, sin rostro tras una multitud de caras que representan, cada una, un aspecto distinto y aparentemente inconexo del todo? En la propia comisi�n parlamentaria, la presencia de la asesora de Clinton, Jamie Gorelick, sospechosa como el propio ex-presidente de conexiones remotas con el espionaje chino y probable culpable principal del fracaso de los servicios de inteligencia en prever los atentados, es indicio de que tal vez el enemigo est� ya tan cerca del presidente Bush que puede darse el lujo de meterle una bronca, como un ladr�n que echara un rapapolvo a su v�ctima por su falta de habilidad en defenderse de �l.