La justicia de Ner�n
Olavo de Carvalho
O Globo, 24 de julio de 2004
Cuando algunas personas supuestamente ofendidas por las palabras de un articulista se ponen de acuerdo para entablar un proceso contra �l, puede ser que tengan un intenci�n leg�tima. Pero cuando planean la instauraci�n simultanea de miles de procesos por separado, entonces su intenci�n es, claramente, destrozar la vida del reo, paralizar con el terror a quien piense como �l y, sobre todo, presionar a la opini�n p�blica. En el caso del bombardeo de acciones judiciales montado por el movimiento gay contra Mons. Eug�nio de Ara�jo Sales, la �Defensoria Homossexual de S�o Paulo� no oculta su prop�sito de utilizar la justicia como un instrumento de coacci�n. �En Argentina ese procedimiento ha funcionado muy bien�, afirma uno de los promotores de la iniciativa: �Los grupos escog�an unos cinco enemigos (considerados �homof�bicos�) y promov�an procesos contra ellos consider�ndose ofendidos personalmente. Eso hizo que el Legislativo viese a la comunidad como un grupo muy bien articulado para perjudicar la imagen de los pol�ticos y del pa�s.� No se trata, pues, de un leg�timo resarcimiento de da�os, sino de un acto publicitario destinado a chantajear a un tercero.
Pero eso no es todo.
Lo que escribe Mons. Eug�nio es lo que est� en la Biblia, es lo que la Iglesia viene repitiendo desde hace dos mil a�os y el juda�smo desde hace cinco mil. Son ideas que educaron a la especie humana y forjaron civilizaciones enteras. �l no se ha inventado nada de eso ni se ha adherido a ello por diversi�n ni codicia. Se ha adherido porque cree que las lecciones de la Biblia son para el bien de la humanidad, que justifican una vida de esfuerzos asc�ticos y el supremo sacrificio del celibato.
Sus detractores, en cambio, �en nombre de qu� hablan? De la homosexualidad. �Qu� es la homosexualidad? Es una �opci�n�, como ellos mismos dicen, un modo entre otros de conseguir gratificaci�n sexual. El afecto entre individuos del mismo sexo no configura la homosexualidad. �sta s�lo entra en escena cuando al menos uno de los implicados ve el cuerpo del otro como objeto de deseo y sue�a en entregarse con �l a pr�cticas homo-er�ticas. Incluso suponiendo que esas pr�cticas sean perfectamente decentes, nadie puede alegar que se dedica a ellas por abnegaci�n, por idealismo o por alguna otra raz�n meritoria. Nadie hace esas cosas para dar de comer a los pobres, amparar a los afligidos, socorrer a los enfermos o dar a los moribundos la esperanza de la resurrecci�n; nadie las hace por las razones que llevan a un ser humano a hacerse cura, rabino, pastor. Lo hace porque le gusta y se acab�. Y toda elecci�n de gusto implica, como corolario irrefutable, la libertad de que a otro no le guste, la libertad de considerar malo, feo y repugnante lo que los homosexuales consideran bueno, bello y delicioso. Por definici�n, lo que es objeto de deseo para uno puede ser motivo de repulsa para otro. �Quieren verlo?
�Una asquerosidad. Una aberraci�n. Me da ganas de vomitar. �Por qu� no se van a hacer eso en otro sitio? No he venido aqu� para ver una cosa as�.� Si usted dijese eso de dos barbudos a los que ha visto bes�ndose y sob�ndose en un centro comercial, delante de las ancianas y de los ni�os, no escapar�a de ser denunciado como criminal. En el caso citado, no hay peligro de que pase eso: he seleccionado esas palabras de un site de homosexuales, proferidas contra unas travestis y transexuales que pretend�an -- �que osad�a! -- ser admitidas en el recinto sacrosanto de las saunas gays, ofendiendo la delicada sensibilidad visual de los homosexuales ortodoxos. Comentando el altercado, el Sr. Luiz Mott, del Grupo Gay de Bah�a, afirma que ambas partes son �igualmente respetables�. La expresi�n de repulsa, como se ve, es una actitud decente cuando brota de la preferencia sexual. Si proviene de unas convicciones morales o del amor a Dios, es un crimen.
Por absurda que sea esa situaci�n, no es una novedad en la Historia. En tiempos de Ner�n y Cal�gula, las diversiones homosexuales de los emperadores estaban protegidas por la ley, mientras que el cristianismo y el juda�smo apenas eran tolerados.
Esta norma de juicio todav�a no est� instituida en Brasil, pero el criterio moral que lo inspira es ya dominante en nuestra cultura. Cuando una nueva moral se propaga entre las clases letradas, el que se convierta en ley s�lo es una cuesti�n de tiempo. A�n llegaremos a vivir bajo la justicia de Ner�n.