Disculpe, Dr. Menges
Olavo de Carvalho
O Globo, 17 de julio de 2004
Cuando el analista estrat�gico americano Constantine C. Menges, en el 2002, escribi� en el Weekly Standard que la elecci�n de Lula supondr�a la creaci�n de un eje Brasil-Venezuela-Cuba, los periodistas brasile�os sab�an que dec�a la verdad. Si lo desmintieron del modo m�s insultante fue porque tem�an que la noticia causase alarma en Washington y abortase la realizaci�n de esa profec�a, en la que depositaban sus m�s bellas esperanzas. La elecci�n de Lula les abr�a una perspectiva tan atractiva que muchos, en la ansiedad de la espera, perdieron la cabeza, atribuyendo al candidato virtudes que rayaban en lo sublime. Uno de ellos lleg� a escribir que Lula era el salvador de la patria anunciado en la profec�a de San Juan Bosco.
Una clase period�stica intoxicada ideol�gicamente puede constituir, para la difusi�n de la verdad, un obst�culo a�n m�s temible que la censura oficial.
En la historia universal de la desinformaci�n, nada se puede comparar al trabajo de conjunto realizado por los medios de comunicaci�n brasile�os para ocultar al electorado las conexiones que vinculaban a Lula no s�lo con Hugo Ch�vez y Fidel Castro, sino con todos los movimientos revolucionarios del continente -- incluyendo organizaciones criminales como las Farc y el MIR chileno --, obedientes a las directrices del �Foro de S�o Paulo�, fundado y dirigido por �l.
En v�speras de la elecci�n, el esfuerzo general por embellecer la imagen del mes�as recibi� una poderosa ayuda de la embajadora Donna Hrinak, que declar� que el candidato era �la encarnaci�n del sue�o americano�. E hizo eso sin que un solo patriota de guardia se sintiese herido en su honor por esa obscena injerencia extranjera en nuestras elecciones. Claro: algunas injerencias, como algunos bichos, son m�s iguales que otras.
Todo funcionaba muy bien, hasta que Menges, el aguafiestas, dijo la obviedad prohibida. La reacci�n de nuestros periodistas fue instant�nea. Aunque jam�s hab�an o�do hablar del articulista, lo tacharon de agente golpista de la CIA, encargado de bloquear las elecciones brasile�as. Sin darse cuenta de que se contradec�an, atacaron tambi�n en el sentido contrario. Benefici�ndose de la casualidad de que el art�culo de ese colaborador del New York Times, del Washington Post y de Commentary hab�a sido reproducido tambi�n en el Washington Times, aprovecharon para inventar una conexi�n entre el intelectual highbrow y los negocios mal explicados del reverendo Moon, propietario de dicho peri�dico, insinuando que todo no era m�s que un montaje del gur� coreano para eludir la investigaci�n que se estaba realizando contra �l en Brasil. La denuncia, que estaba olvidada desde hac�a a�os en un caj�n de la Polic�a Federal, volvi� a los peri�dicos, como si tuviese una actualidad impresionante, hasta silenciar por completo el asunto �Foro de S�o Paulo�.
�Qu� fiabilidad profesional tienen unos periodistas capaces de crear una patra�a de esas proporciones? Yo, por mi parte, cumpl� con lo que hubiera sido la obligaci�n de todos: le escrib� al Dr. Menges pidi�ndole m�s informaciones. Descubr� que el hombre sab�a mil veces m�s de lo que hab�a escrito. Hablaba con conocimiento de causa, era un estudioso serio acosado por una troupe de payasos y charlatanes.
Hoy, el eje que anunci� y que todos negaron es un hecho consumado. El sudado dinero del trabajador brasile�o, expoliado por los impuestos, mana en la Habana y en Caracas para amparar a una dictadura en decadencia y dar fuerza a una dictadura en ascenso. Y hasta ahora los electores no saben que fueron enga�ados precisamente para ese fin.
Pero no s�lo por eso es demasiado tarde para volver atr�s: es tarde, tambi�n, porque Constantine C. Menges muri� la ma�ana del d�a 11, de c�ncer de pr�stata.
Era hijo de refugiados del nazismo y dedic� su vida y su formidable inteligencia a la defensa de la libertad, tanto en la lucha por los derechos civiles de los negros como contra la opresi�n comunista. Fue profesor de varias universidades y escribi� importantes libros. Y todos los noticiarios de Am�rica Latina publicados en este pa�s en la �ltima d�cada no valen nada en comparaci�n de uno solo de los boletines de an�lisis que Menges distribu�a mensualmente a un c�rculo de amigos y admiradores, entre los que tuve el honor de incluirme, aunque como el �ltimo de la fila.
Adios, Dr. Menges. Y, aunque tarde, acepte mis disculpas por la mezquindad de mis compatriotas. Ellos no saben lo que hacen.