Impostura darwinista

Olavo de Carvalho

O Globo, 26 de junio de 2004

 

En declaraciones a la revista Veja, el bi�logo evolucionista Richard Dawkins ha afirmado que el mundo tendr�a m�s paz si todas las religiones fuesen abolidas. Les hace responsables de que se produzcan masacres interminables y afirma que el Islam es hoy un poco m�s violento, pero que el juda�smo y el cristianismo son, en esencia, igualmente destructivos.

 No puedo juzgar el trabajo cient�fico del Sr. Dawkins, aunque su m�xima realizaci�n en ese campo parece haber sido el inventar figuras computarizadas y considerarlas como criaturas vivas, con la enternecedora excusa de que son �casi biol�gicas� (sic). La autoridad cient�fica que esa bobada le ha otorgado puede no ser muy impresionante para los estudiosos � y Richard Milton la reduce pr�cticamente a nada en �Shattering the Myths of Darwinism� (1997). Pero es suficiente para que los medios de comunicaci�n concedan a su autor el estatuto de gur� en �reas de conocimiento en las que no ha producido ni tan siquiera alguna pintoresca tonter�a. Y la lucha contra la religi�n es una causa tan vital para el establishment pol�ticamente pijo, que �ste no puede rechazar el auxilio de ning�n prestigio acad�mico por m�s artificial y peregrino que sea.

 Pero un darwinista clamando contra la violencia de las religiones es la imagen m�s completa y perfecta de la impostura intelectual.

 El evolucionismo fue el padre del comunismo y del nazismo. Sumadas todas las guerras de religi�n desde el comienzo del mundo no han matado m�s que una fracci�n min�scula del n�mero de v�ctimas que dichos reg�menes hicieron en pocas d�cadas. Incluso teniendo en cuenta la diferencia de poblaci�n entre las �pocas, la desproporci�n es terrible.

 Y entre las dos ideolog�as y el darwinismo no hay s�lo una afinidad de contenido, revelada ex post facto por una lectura sutil. Hay una continuidad consciente y declarada. Karl Marx cita repetidamente a Darwin como una de sus fuentes principales, y la cuota de evolucionismo en las teor�as nazis de Alfred Rosenberg es bien conocida.

 Con la doctrina de la �selecci�n de los m�s aptos�, el darwinismo ofreci� a los reg�menes totalitarios un poderoso argumento a favor de la eliminaci�n de los no convenientes, quedando �nicamente por decidir si el criterio de selecci�n ser�a racial o econ�mico. Pero incluso esa diferencia nunca tuvo importancia. Karl Marx, que sol�a referirse a su yerno Paul Lafargue como �negro pern�stico�, defend�a la �eliminaci�n de unos cuantos pueblos inferiores� (sic) como condici�n esencial para la llegada del socialismo, y los nazis nunca se limitaron a la propaganda racial, sino que, como buenos socialistas que eran, fomentaron igualmente la rebeli�n popular contra la �explotaci�n burguesa�.

 La contribuci�n darwinista a los genocidios del siglo XX no se dio s�lo en el campo de las teor�as. Fue m�s directa. La lectura de �El origen de las especies� despert� la vocaci�n revolucionaria de Hitler y Stalin. Ambos dejaron testimonios conmovidos sobre el impacto de la teor�a de Darwin en sus almas juveniles, en las que inculc� la misi�n de convertirse en instrumentos conscientes de la evoluci�n de las especies.

 Por cierto, el ideal antirreligioso del Sr. Dawkins ya fue puesto en pr�ctica tanto por el nazismo como por el comunismo, en ambos casos abarrotando las fosas comunes de cad�veres de curas, rabinos, pastores y una legi�n de devotos. Lean �Marx and Satan� de Richard Wurmbrand y �Le Si�cle des Camps� de Jo�l Kotek y Pierre Rigoulot, y ver�n la clase de mundo mejor que la ideolog�a darwiniana nos promete.

 Incluso en las democracias dicha ideolog�a no dej� de prestar su ayuda a la marginaci�n de los inoportunos. Cuando en 1925 un �nico profesor americano fue amenazado de perder su empleo por ense�ar el evolucionismo, el episodio despert� una tempestad mundial de protestas que no se ha calmado hasta el d�a de hoy. Pero los cient�ficos y profesores anti-evolucionistas despedidos por la inquisici�n darwiniana en los EUA y en Europa en las �ltimas d�cadas se cuentan ya por millares, y decir una sola palabra en su favor, como acabo de hacer, es considerado en los medios de comunicaci�n una tremenda falta de educaci�n.

 Con ese curriculum vitae, �c�mo puede a�n el darwinismo d�rselas de defensor de la moral, de la libertad, de los derechos humanos? La cara dura de ese Sr. Dawkins llega a ser admirable.