Olavo de Carvalho
O Globo, 15 de mayo de 2004
Hay una diferencia substancial entre el modo americano y el iraqu� de tratar a los prisioneros de guerra. Los americanos los desnudan, los humillan y hasta les dan unos sopapos. Los iraqu�es los despellejan, los queman vivos o los deg�ellan, como hicieron, por cierto, con cientos de miles de compatriotas suyos.
Hay tambi�n una diferencia en las reacciones que despiertan en sus gobiernos. Los americanos son detenidos y sometidos a corte marcial. Los iraqu�es son aplaudidos como h�roes e incentivados a esmerarse un poco m�s la pr�xima vez, por ejemplo cortando los penes de los malditos imperialistas como ha sugerido un peri�dico �rabe.
Hay, finalmente, una diferencia en el modo en que las conductas de unos y de otros repercuten en los medios de comunicaci�n. Las fechor�as iraqu�es, cuando no son omitidas por completo, son mostradas de manera discreta, fr�a y sin comentarios, como rutina de guerra. Las americanas son cacareadas como cr�menes contra la humanidad, despiertan campa�as mundiales de protesta y se transforman en una crisis pol�tica, mientras la indignaci�n suscitada por los pocos casos comprobados es multiplicada ad infinitum mediante una aturdidora proliferaci�n de episodios inventados.
El lector puede averiguar por s� mismo esas tres diferencias. El contraste que forman es tan obvio, tan mal disimulado y tan uniforme, que, despu�s de ver las dos primeras, ser�a una ingenuidad patol�gica explicar la tercera por una mera coincidencia, o incluso por un acuerdo espont�neo de los rencores antiamericanos.
Se trata, eso s�, del uso deliberado de los medios de comunicaci�n como arma de guerra, subvencionada por unos pobres desamparados como el Sr. George Soros y accionada por medio de la organizaci�n revolucionaria en �redes�, que hoy permite propagar de modo casi instant�neo, a todas las redacciones de los peri�dicos, radios y TVs del planeta, las consignas que ser�n obedecidas al pie de la letra, con feroz entusiasmo, por las masas de militantes y �compa�eros de viaje� instalados en ellas como usuarios monopol�sticos de los canales de comunicaci�n.
Despu�s de medio siglo de ensayos, los dos conceptos estrat�gicos fundamentales de la moderna doctrina b�lica antioccidental, la �guerra asim�trica� y la �guerra inform�tica� o netwar, han acabado articul�ndose en una coherencia sinf�nica infernal que resuena, sin desafinar, desde Pequ�n a Asunci�n, desde Tashkent a San Francisco.
Guerra asim�trica: inspirada en el �Arte de la Guerra� de Sun-Tzu, consiste en dar t�citamente a uno de los lados beligerantes el derecho absoluto de usar todos los medios de acci�n, por viles y criminales que sean, explotando al mismo tiempo como ardid estrat�gico los compromisos morales y legales que atan las manos del adversario.
Guerra inform�tica: empleo sistem�tico de las �redes� para controlar los medios de comunicaci�n como instrumento de combate.
Sume las dos y tendr� la descripci�n exacta de lo que ve en los peri�dicos y en la TV todos los d�as.
El fen�meno ha sido bastante estudiado. La bibliograf�a al respecto es tan abundante que no tiene excusa quien todav�a intente d�rselas de inocente y alegue que me estoy inventando las cosas.
Sobre la guerra asim�trica, el estudio m�s actualizado es el de Jacques Baud, La guerre asym�trique ou la d�faite du vainqueur (Paris, �ditions du Rocher, 2004). Baud es un analista estrat�gico suizo, consejero de varios gobiernos europeos y autor de una Encyclop�die des terrorismes.
Sobre la netwar, la obra de referencia es The Advent of Netwar, de John Arquilla y David F. Ronfeldt, publicada por la Rand Corporation, que puede ser descargada del site http://www.rand.org/publications/MR/MR789/.
La eficacia del uso convergente de las dos t�cnicas es variable. Su efecto mercadol�gico, en cambio, es comprobado e inequ�voco, al menos en EUA. A lo largo de los �ltimos a�os, la credibilidad de los grandes medios de comunicaci�n norteamericanos � es decir, antiamericanos � ha ca�do vertiginosamente. Seg�n un estudio del �Project for Excellence in Journalism� (Columbia University), la confianza en los peri�dicos ha descendido del ochenta al veinte por ciento. Hoy, s�lo uno de cada cinco americanos cree en las noticias que lee. La credibilidad del presidente Bush es inmensamente superior: el empe�o por desacreditarlo funciona al rev�s. Bush puede perder votos, pero no tantos cuantos lectores pierden los peri�dicos que le atacan.