M�scara y rostro de la derecha

Olavo de Carvalho

Zero Hora, 2 de mayo de 2004

 

 

El �Forum de la Libertad� es la �nica sede de debates verdaderamente democr�tica que existe en este pa�s � muy diferente de los festivales de autopromoci�n izquierdista que el dinero p�blico ha promocionado por todas partes.

 

El decimos�ptimo, del que particip� en abril en la PUC de Porto Alegre, fue el mayor y el mejor de todos, tal vez por haber sido realizado en un ambiente universitario, tradicional feudo izquierdista que por primera vez tuvo la oportunidad de ver a liberales y conservadores personalmente y no a trav�s de las gafas deformadoras del prejuicio de rigor.

 

A lo largo de casi treinta a�os de ininterrumpida �ocupaci�n de espacios�, sin encontrar la m�s m�nima resistencia, la izquierda ha conseguido incluso el milagro de inventar una derecha para su uso y consumo, constituida por banqueros voraces y viejos pol�ticos corruptos, oportunistas y sin ninguna creencia pol�tica identificable, pero dotados del physique de r�le apropiado para ocultar, con sus panzas grotescas, el rostro de la derecha aut�ntica, hoy casi desprovista de portavoces pol�ticos y constituida solamente por intelectuales marginados por la vigilancia gramsciana, estudiantes oprimidos por la inquisici�n �pol�ticamente correcta� y empresarios asfixiados por el fisco. Es tan grande la fuerza hipn�tica de los estereotipos, que ni siquiera el hecho mismo de que esos banqueros y pol�ticos constituyan uno de los m�s fuertes apoyos del establishment petista impide que la opini�n p�blica, bien amaestrada por el juego pavloviano de la propaganda oficial, siga consider�ndolos como la personificaci�n misma del capitalismo, de ese modo f�cilmente asociado al mal. En esa condici�n desempe�an el papel de Judas en s�bado de aleluya, desviando hacia su propia cabeza los garrotazos destinados al gobierno y babeando de placer en el desempe�o de ese abyecto oficio.

 

Para desmontar esa farsa, nada mejor que el que la derecha suba al escenario y se muestre al p�blico, desalojando a los fantoches prefabricados que la astucia izquierdista ha puesto en su lugar para desacreditarla.

 

No hay nadie que, escuchando a un Eduardo Gianetti da Fonseca, a un Denis Rosenfield, a una Ruth Richardson, a un Daniel Piza, no perciba de inmediato tres realidades que vienen siendo sistem�ticamente ocultadas: (1) que el pensamiento pro-capitalista es, desde el punto de vista intelectual, infinitamente superior al izquierdismo establecido; (2) que el liberalismo no tiene nada que ver con el estereotipo �neoliberal� que se ha inventado la izquierda para escenificar algunas victorias f�ciles sobre un adversario ficticio; (3) que ser conservador es luchar por la conservaci�n de los valores morales y de la libertad, no de privilegios o prebendas � un �conservadurismo� t�pico, eso s�, de las marionetas al servicio del gobierno federal.

 

Para hacer patentes esas realidades existe el �Forum de la Libertad�. Desempe�a ese papel con honor y brillo fuera de lo com�n, y para m� ha sido una alegr�a poder participar de alguna manera en su �xito.

 

Si fuese posible hacer algo para mejorarlo todav�a m�s, yo sugerir�a dos cosas.

 

Primera, el Forum tiene que ser llevado a otros Estados de la federaci�n. El m�rito de la empresa es gaucho, pero sus beneficios tienen que extenderse a todos los brasile�os.

 

Segunda: que el temario, bastante concentrado todav�a en asuntos econ�mico-administrativos, sea ampliado para abarcar la estrategia del dominio izquierdista en sus aspectos pol�tico, cultural y criminal. Ya s� que eso es explosivo, pero la insistencia en los asuntos econ�mico-administrativos puede legitimar una impresi�n de normalidad de la situaci�n pol�tico-social, contribuyendo involuntariamente a dar credibilidad a la mentira izquierdista imperante. Exponer y denunciar la acci�n revolucionaria del �Foro de S�o Paulo�, coordinaci�n del movimiento comunista en el continente, responsable por todos los descalabros que hoy atormentan a este pa�s, es una obligaci�n de todos los que la conozcan. A�n hay tiempo para hacerlo. Pero queda menos tiempo cada vez.