Olavo de Carvalho
O Globo, 1 de mayo de 2004
Los cr�ticos han sido injustos con nuestro presidente. Bas�ndose en sus promesas de candidato, le acusan de negligente, sin tener en cuenta que esas promesas no representan todo su programa de gobierno, sino s�lo una parte. La otra parte est� en sus compromisos firmados en el �Foro de S�o Paulo�. Si �stos no continuasen siendo ignorados por el p�blico, el criterio de apreciaci�n del desempe�o presidencial ser�a muy distinto.
El programa del Foro es recuperar en Am�rica Latina lo que el movimiento comunista perdi� en la URSS, pero eso no significa implantar el socialismo por decreto, de la noche a la ma�ana, sino preparar el marco estrat�gico, institucional y psico-social para que, en el momento apropiado, la v�a socialista se presente como la �nica posible.
Vistas desde esa perspectiva, muchas actitudes del gobierno, que confrontadas con las promesas nominales de la campa�a parecen pruebas de omisi�n e incompetencia, se manifiestan, en cambio, como pasos muy firmes, muy precisos, dados en direcci�n hacia unos objetivos discretos y a largo plazo, con los que Lula y su partido est�n en sinton�a m�s profundamente que con los eslogans creados por el Sr. Duda Mendon�a.
La aparente omisi�n ante la criminalidad, por ejemplo, es incoherente con dichos eslogans , pero no con la l�nea general de una estrategia izquierdista ya contrastada: apadrinar al bandidaje para usarlo como instrumento de destrucci�n de la sociedad y el mismo tiempo cargar en la cuenta de la �barbarie capitalista� el consiguiente perjuicio.
Meses antes de las elecciones ya anunciaba yo, en esta columna, que un presidente petista no har�a nada contra el crimen organizado, al no poder tocarlo sin perjudicar a las Farc y, por tanto al �Foro de S�o Paulo�. El hecho de que, en aquel momento, nadie diese importancia a eso era ya una obstinaci�n indecente, pero perdonable. La �nica prueba a favor de mi tesis eran los papeles del Foro, que los medios de comunicaci�n no mostraban. Pero ahora, ante el hecho consumado, explicar el estado de cosas por omisiones gratuitas y disparatadas, sin buscar alguna causa m�s razonable del mismo, es, francamente, llevar demasiado lejos el deseo de no entender nada.
La autorizaci�n para emplear la violencia contra los invasores, informalmente concedida a los indios, tambi�n s�lo en apariencia es una omisi�n. Se trata de dar a esos servidores del globalismo izquierdista los medios de acci�n que, al mismo tiempo, se niegan a los �enemigos de clase�, a los terratenientes.
Otra falsa omisi�n es la que se imputa al presidente ante los desmanes del MST. Pues, en resumidas cuentas, �el partido gobernante tiene o no un acuerdo estrat�gico con esa entidad? �Y ese acuerdo es o no el mismo que ambos juraron cumplir para la consecuci�n de las metas del �Foro de S�o Paulo�? �Por qu� seguir fingiendo que la connivencia astuta es una mera abstenci�n negligente?
La respuesta es simple: tanto en los medios de comunicaci�n como en la clase pol�tica, el que no es c�mplice activo de la mentira general est� cohibido por la fidelidad residual a las obligaciones izquierdistas acumuladas durante la lucha contra el r�gimen militar. Reconocer que hay una revoluci�n continental en marcha, que en ella se articulan en una estrategia consistente todas las aparentes irracionalidades y omisiones, es algo que, en esos medios, surge con la imagen abominable de una tentaci�n pecaminosa. Ser�a � dicen � �volver a la Guerra Fr�a�. El rechazo a hacer eso es c�modo para todos. Sobre la astucia comunista, ese rechazo extiende el manto protector de la invisibilidad. A los no comunistas, proporciona un pretexto edificante para hacer del desmantelamiento revolucionario del pa�s una ocasi�n de provecho oportunista.
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Recorriendo las p�ginas del volumen colectivo �O Pensamento e a Obra de Pinharanda Gomes�, publicado por la Fundaci�n Lus�ada de Lisboa, reconozco la profundidad del abismo que se ha abierto entre Brasil y los debates intelectuales del mundo civilizado, incluso los que se entablan en nuestra propia lengua. No s� si un d�a volveremos a ser capaces de dialogar con un intelecto portentoso como el del fil�sofo e historiador portugu�s Jesu� Pinharanda Gomes. Por ahora, nos limitamos a ignorarlo. Encerrados en un provincianismo compresivo, todo lo que est� por encima de la calva del Sr. Jos� Saramago se ha vuelto inalcanzable para nosotros.