Olavo de Carvalho
O Globo, 13 de marzo de 2004
El Poder Moderador es la instancia suprema que aletea sobre las disputas de los partidos, grupos, sectas, ideas e individuos. Tuvimos uno en la persona del Emperador. Pedro II no era ni liberal ni conservador, ni progresista ni reaccionario. Era el patr�n seg�n el cual se modelaba la sociedad, tanto en sus l�mites externos como en sus diferenciaciones internas. Era el punto arquim�dico de la coincidentia oppositorum, la medida de todas las cosas, el primer motor inm�vil del microcosmos nacional.
Una vez destronado, fue substituido por una oligarqu�a que intent� copiar su inmovilidad ol�mpica pero que fracas� por la incapacidad de controlar sus conflictos internos.
Get�lio Vargas, que acab� con ella, supo asumir el lugar de Pedro II, s�lo cambiando de m�todo. Mientras que el Emperador se hab�a mantenido como el eje de la rueda mediante un distanciamiento aristocr�tico que rayaba en la indiferencia, Get�lio se manten�a en el centro por su habilidad de caminar simult�neamente en todas las direcciones, de meterse en todo sin comprometerse con nada, llegando a crear al mismo tiempo un partido laborista y otro conservador, y haciendo en definitiva, como observ� Jos� Ortega y Gasset, �pol�tica de izquierda con la mano derecha y pol�tica de derecha con la mano izquierda�.
Una vez agotadas las posibilidades de ese abanico de apa�os, la misma entidad que depone al dictador -- las Fuerzas Armadas -- asume las funciones de poder moderador. Al principio, se mantiene en un discreto segundo plano, pero imponiendo desde lejos el modelo y la medida, aguantando excesos y desequilibrios de uno y otro lado, demarcando sutilmente -- a veces no tan sutilmente -- la frontera entre lo prohibido y lo permitido. La clase pol�tica se agita, grita, vocifera, pero sabe que, sin el �nihil obstat� de los generales, no se har� nada. De ah� la intensa necesidad de persuadirlos, de conquistarlos y, si no, de usurpar la base misma de su poder: el liderazgo de la tropa. Tras dos d�cadas de seducci�n, de asedio, de infiltraci�n, las disensiones que minan el cuerpo de la sociedad penetran en los cuarteles. Algunas tropas se rebelan, hay oficiales que se alinean con este o aquel partido, el poder moderador naufraga.
El fracaso de la vigilancia discreta desemboca en el movimiento de marzo de 1964, cuando la elite militar asume directamente el mando del proceso. Pero lo asume queriendo conservar, al mismo tiempo, sus prerrogativas morales de casta noble superior a las contingencias de la �mera pol�tica�. Para la �pol�tica� se crean dos partidos, pero, como el poder moderador ya no controla s�lo el Estado sino tambi�n el gobierno, la �pol�tica� se reduce a dar o quitar legitimidad simb�lica a las decisiones de la autoridad suprema. En una curiosa inversi�n del orden mon�rquico, es la clase pol�tica la que reina pero no la que gobierna.
Como eso no pod�a durar, no dur�. De 1988 a 2002, las Fuerzas Armadas se retiran a una postura cada vez m�s recogida, m�s humillante, luchando por conservar su sentimiento de honra en medio de los escupitajos de los medios de comunicaci�n, del recorte dr�stico de sus recursos, del desmantelamiento de la industria b�lica y de la p�rdida de los cargos militares en los ministerios. El auge de la clase pol�tica se realiza bajo la forma de una proliferaci�n cancerosa de entidades partidarias de las que s�lo una tiene programa a largo plazo, estrategia global, amplia militancia organizada y apoyo externo � en una gama que va desde los grandes medios de comunicaci�n internacionales hasta un mont�n de organizaciones terroristas y narcoterroristas. �Qu� tiene de extra�o que esa entidad, al subir al poder, no quiera comportarse como un partido m�s, ocupante ocasional y c�clico del ejecutivo, sino que tienda a elevarse al estatuto de nuevo poder moderador, remodelando el escenario pol�tico a su imagen y semejanza y reduciendo a los dem�s partidos a la condici�n de fuerzas auxiliares o de oposiciones toleradas, limitadas a la discusi�n de asuntos sin el menor alcance estrat�gico?
Brasil nunca ha vivido -- parece que no sabe vivir -- sin un poder moderador. Destronado el Emperador, vaciada la oligarqu�a, ca�do el dictador, subyugadas las Fuerzas Armadas, �qui�n podr�a desempe�ar ese papel sino el partido que ha aprendido de Gramsci a actuar dentro del sistema s�lo para engullirlo y convertirse �l mismo en el sistema?