El nombre de la cosa

Olavo de Carvalho

O Globo, 28 de febrero de 2004

 

 

El senador Jefferson Perez tiene toda la raz�n al afirmar que �por primera vez en Brasil un partido domina el poder y la sociedad civil organizada�. Su error est� en el t�rmino general con el que resume el estado de la situaci�n. �Mexicanizaci�n� no es ni siquiera un concepto descriptivo, es una figura ret�rica que alude a un fen�meno mediante una vaga similitud con otro.

 

Pero lo que pasa aqu� no es tan misterioso como para no tener un nombre apropiado. El Sr. Perez se acerca mucho a �l al emplear la expresi�n �sociedad civil organizada�, pero a continuaci�n pierde la pista al derivar hacia una analog�a impropia. �Sociedad civil organizada� es el t�rmino t�cnico con el que Antonio Gramsci designa la red de entidades extrapartidarias al servicio del Partido. Decir que el Partido las controla es, pues, redundante: dichas entidades constituyen, seg�n Gramsci, �el Partido ampliado�. Cuando esa red abarca los principales canales de expresi�n de la sociedad, ya no existe m�s la opini�n p�blica: s�lo queda la voz del Partido, resonando en muchos tonos y octavas que simulan una variedad espont�nea. Es la materializaci�n de la �hegemon�a cultural� que monopoliza las ideas en circulaci�n y crea incluso el vocabulario de los debates p�blicos, adquiriendo sobre la mentalidad general �el poder omnipresente e invisible de una ley natural, de un imperativo categ�rico, de un mandamiento divino� (sic).

 

El hecho mismo de que esa expresi�n sea empleada por muchos como un t�rmino neutro, sin la menor conciencia de su origen y de sus implicaciones estrat�gicas, basta para mostrar el alcance de la �hegemon�a�.

 

La organizaci�n de la sociedad civil, dice Gramsci, tiene que preceder largamente  a la conquista del Estado. En los tiempos de la dictadura, cuando los generales cre�an dominarlo todo porque ten�a a la guerrilla bajo sus pies, la elite del Partido, bien tolerada por el gobierno por ser ajena a la violencia armada, trataba de estudiar la estrategia gramsciana y ponerla en pr�ctica ante los ojos ciegos de la autoridad. As� naci� el Brasil de hoy. El propio Sr. Perez admite que en aquella �poca la izquierda ya hab�a adquirido el control de la sociedad civil.

 

Pero se equivoca tambi�n cuando reduce las posibilidades de explicaci�n del fen�meno a una alternativa paralizante: ��conspiraci�n� o �coincidencia�? Pues ni lo uno ni lo otro. Se trata de una �gran estrategia�. La adhesi�n del PCB al gramscismo obedeci� a la nueva �l�nea general� adoptada por el Politburo sovi�tico entre 1958 y 1960 (ver Anatoliy Golitsyn, The Perestroika Deception, London, Edward Harle, 1995), que, inspirada en el ejemplo de la NEP leninista de 1921, recomend� a todos los partidos comunistas el fin del monolitismo estalinista, las concesiones a los intereses capitalistas privados, el eventual abandono de la identidad comunista expl�cita y la fragmentaci�n en un pluripartidismo aparente, la penetraci�n amplia en la sociedad civil para absorber todas las corrientes de opini�n aprovechables, hasta el punto de marginar al anticomunismo y seducir incluso a los conservadores hacia las bellezas del �socialismo con rostro humano� encarnado en la perestroika.

 

En el plano internacional, esa pol�tica, programada para durar cuatro d�cadas, ten�a como finalidad formar una Europa socialdem�crata �unida desde el Atl�ntico hasta los Urales�, aislando a los EUA e induci�ndoles a desarmarse ideol�gica (y militarmente) en nombre de la �convergencia� anunciada de capitalismo y socialismo en un �nuevo orden global� apadrinado por la ONU. Anestesiado el sentimiento anticomunista, los EUA celebraron el �fin de la Guerra Fr�a�, sin percatarse de que con eso �nicamente ced�an al enemigo el derecho de proseguirla unilateralmente en condiciones ideales, en las que toda resistencia estaba ya condenada de antemano como nostalgia del pasado, desamor a la �paz� y, claro est�, paranoia.

 

Con algunas dificultades evidentes que no desanimaron lo m�s m�nimo a su centro orientador, la estrategia alcanz� el objetivo deseado, como se ve hoy por la hostilidad global anti-EUA y anti-Israel. En tiempo de Stalin, eso ser�a so�ar demasiado. Hoy es una realidad.

 

Al lado de eso, la Revoluci�n Mexicana no fue m�s que una pelea de bar. Lo que est� aconteciendo en Brasil es la Revoluci�n Gramsciana, manifestaci�n local de la grande estrategia comunista mundial. Hace falta estar muy, pero que muy alienado para no ver algo tan patente.