El tama�o del atolladero

Olavo de Carvalho

Zero Hora , 22 de febrero de 2004

 

 

Nadie conoce mejor que los gauchos el lado tenebroso del PT. La cantidad de informaciones que recogieron sobre el particular es tan amplia que, al no caber ya en las p�ginas de los peri�dicos, acab� condens�ndose en libros y formando una peque�a biblioteca de la teratolog�a pol�tica izquierdista. Obras como las de Adolpho Jo�o de Paula Couto (�A Face Oculta da Estrela�), Onyx Lorenzoni (�Os 500 Dias do PT no Governo�), Denis Rosenfield (�PT na Encruzilhada�), Paulo Couto e Silva (�O Impeachment de Ol�vio Dutra�), Jos� Hildebrando Dacanal (�A Nova Classe� y �O Pedagogo do PT�), Dagoberto Lima Godoy (�Neocomunismo no Brasil�) y Jos� Giusti Tavares (�Totalitarismo Tardio�) son absolutamente indispensables para todo el que quiera conocer el verdadero funcionamiento de ese artilugio pol�tico sui generis, capaz de a�adir a los rendimientos publicitarios del moralismo m�s agresivo los beneficios indiscutibles de la amistad con �bicheiros�, narcotraficantes y secuestradores.

 

Si esos libros hubieran sido le�dos en todo Brasil, probablemente el PT jam�s habr�a conquistado la presidencia de la Rep�blica en el preciso instante en el que perd�a el gobierno de Rio Grande do Sul. Desgraciadamente, su difusi�n qued� reducida a ese Estado, por m�s que yo intent� divulgarlos en los medios de comunicaci�n cariocas y paulistas.

 

Precisamente por haberlos le�do, me percat�, antes que cualquier otro comentarista de los grandes medios de comunicaci�n nacionales, de la profunda y esencial articulaci�n entre dos aspectos de la organizaci�n petista que, para la opini�n ingenua de la mayor�a, permanecen separados y antag�nicos: la m�quina de investigaci�n y acusaci�n que ha elevado al PT a la condici�n de juez supremo de la moralidad nacional y la m�quina de corrupci�n organizada que ha hecho de �l el partido m�s rico y poderoso del pa�s.

 

Sencillamente, no puede ser mera coincidencia que el l�der petista que apadrin� a Waldomiro Diniz sea el mismo que hace a�os, con su experiencia de agente secreto entrenado en Cuba, era acusado de tener a sus �rdenes batallones de esp�as y �enanos� infiltrados en todos los niveles de la administraci�n p�blica, distingui�ndose en las Comisiones Parlamentarias de Investigaci�n por las informaciones espectaculares de las que no dispon�an ni las autoridades policiales.

 

Sencillamente, no puede ser coincidencia que el partido m�s �ntimamente asociado a organizaciones internacionales criminales como las Farc y el MIR chileno sea, a escala nacional, tan cercano a las cuadrillas de mafiosos que, como nadie ignora, son la fachada incruenta de la industria global del narcotr�fico y de los secuestros.

 

S�lo una organizaci�n de ese calibre � y de esa complejidad � pod�a realizar el prodigio de involucrarse en tantas actividades sospechosas y conservar, al mismo tiempo, la imagen de autoridad moral con la que destruye la reputaci�n de tantos adversarios y reduce a los restantes a la condici�n de colaboradores serviles.

 

Todo indica que en el PT la ret�rica de la acusaci�n moralista y la promiscuidad con el crimen no son dos aspectos contradictorios. Son piezas perfectamente articuladas de un engranaje gigantesco que tiene un �nico objetivo: la conquista del poder total por todos los medios posibles e imaginables, sin importar si son l�citos o il�citos.

 

Ya es hora de que los gauchos le cuenten a todo el Brasil lo que descubrieron durante la era Ol�vio Dutra. S�lo as� este pa�s podr� hacerse una idea del tama�o del atolladero en el que se ha metido al decidir jugar a ��tica� en el teatro de marionetas del PT.