Olavo de Carvalho
O Globo, 21 de febrero de 2004
�C�mo es posible que un partido repleto de ex-terroristas, asociado en el �Foro de S�o Paulo� a los narcotraficantes de las Farc y a los secuestradores del MIR chileno, acusado de sobrecargar los presupuestos de algunas obras y de la recogida de basura de varias capitales en las que gobierna, sospechoso de complicidad en el asesinato de un alcalde, alimentado con los diezmos obligatorios de los cargos p�blicos que �l mismo distribuye y, last not least , inventor de una �campa�a contra el hambre� que cuenta ya con un 45 por ciento de adjudicaciones irregulares, consiga hacer que la denuncia de un acuerdo con �bicheiros�* parezca una mancha ocasional en su intachable reputaci�n, un hecho aislado de �traici�n� a sus �alta conducta �tica�, y no la continuaci�n normal y previsible de una larga carrera de delitos y mentiras?
Eso se llama �Hegemon�a�: acosada por la aportaci�n de pruebas contundentes, la facci�n dominante todav�a tiene fuerzas para transformar la p�rdida pol�tica en victoria ideol�gica, haciendo que la creencia general en la bondad intr�nseca de la izquierda salga inmune y engrandecida de la revelaci�n de cualquier asunto sucio. En materia de control de da�os, es un prodigio.
Es que ambos fen�menos � la implicaci�n en algunos cr�menes de magnitud fuera de lo com�n y el control de los criterios morales de la opini�n p�blica -- est�n profundamente vinculados entre s�. Es imposible aclarar el caso Waldomiro sin someter a examen la estructura interna del PT, que hered�, de las organizaciones revolucionarias que lo originaron, la t�cnica de articular legalidad y clandestinidad, meollo y fachada, realidad y apariencia.
El partido que mama la leche de los �bicheiros� es, al fin y al cabo, el mismo que, con los buenos servicios de una red de informantes diseminados por todos los niveles de la administraci�n p�blica y privada, y con el apoyo de variadas organizaciones co-hermanas, ha adquirido, desde ya hace tiempo, un verdadero poder policial, dotado de los medios para subyugar y destruir a los adversarios que le plazca y, a la vez, por el mismo terror que inspira su ret�rica moralizadora, para bloquear cualquier investigaci�n seria de los cr�menes en los que est� implicado. Y el Sr. Jos� Dirceu que apadrin� a Waldomiro es el mismo que, en la Comisi�n Parlamentaria de Investigaci�n de los �enanos del presupuesto�, brillaba por sus revelaciones espectaculares, citando incluso los n�meros de los billetes recibidos como propina por fulano o zutano � informaci�n s�lo accesible a quien tuviese �observadores� escondidos por todas partes.
Esas dos caras no se excluyen, sino que se exigen mutuamente. El juez terrible y el ratero furtivo son la misma persona. Ya lo ense�aba Lenin: �Fomentar la corrupci�n y denunciarla�. No hay un PT bueno y un PT malo: lo que hay es estrategia, organizaci�n, informaci�n, planificaci�n, convergencia de todos los medios l�citos e il�citos para el objetivo final: la conquista del poder, la fusi�n de Partido y Estado, el dominio sobre la �sociedad civil organizada� (�el Partido ampliado�, como la llamaba Gramsci), la demolici�n total de las instituciones y su substituci�n por un �nuevo modelo de democracia� que ya era viejo cuando Fidel Castro usaba pa�ales.
La cualidades requeridas para llevar adelante una operaci�n tan compleja no est�n al alcance de los pol�ticos �normales�, cuya ciencia no va m�s all� de las ma�as electoralistas, mercadol�gicas y parlamentarias necesarias para el ejercicio com�n de la pol�tica provinciana.
Casi todos los l�deres del PT tienen una larga experiencia en la acci�n clandestina, y, no por casualidad, precisamente aqu�l al que el reciente episodio ha dado la m�s triste notoriedad es un agente entrenado por el servicio cubano de inteligencia militar, el m�s poderoso y eficaz del continente. Sus aptitudes en ese campo incluyen la organizaci�n de redes subterr�neas de espionaje y propaganda, infiltraci�n, terrorismo, as� como todas las artes de desinformaci�n y camuflaje de las que la media de la clase pol�tica nacional s�lo tiene una idea lejana y fantasiosa, adquirida, en la m�s erudita de las hip�tesis, por las pel�culas de James Bond.
Entre el PT y sus acusadores, la �nica lucha posible es la de la astucia organizada contra una pulular an�rquico de indignaciones ciegas. Sin la conciencia de lo que est� verdaderamente en juego, esas indignaciones corren el peligro de deshacerse en una polvareda de vanas protestas.
* �Capos� del juego clandestino de Rio de Janeiro