Conclusiones ineludibles

Olavo de Carvalho

O Globo, 14 de febrero de 2004

 

 

Intelectualmente, el �nico individuo respetable del actual gobierno es el ministro Jos� Viegas Filho.

 

El hecho mismo de ser traductor de Eric Voegelin � el pensador pol�tico m�s importante de la segunda mitad del siglo XX, completamente ignorado a�n por el establishment acad�mico brasile�o � le coloca ya a un nivel muy superior al de la media de nuestra clase parlante y gobernante.

 

Por eso mismo, ha tenido que ser el primero en reconocer lo que el universo entero conoc�a ya, a saber: que las Farc son una organizaci�n terrorista.

 

S�lo espero que su excelencia no reh�se sacar de esa evidencia las consecuencias l�gicas que inapelablemente de ella se derivan:

 

1. Como fundador y dirigente m�ximo del �Foro de S�o Paulo� durante una d�cada entera, el Sr. Luiz In�cio Lula da Silva colabor� estrechamente con esa organizaci�n colombiana en la formulaci�n de una estrategia continental en la que se articulan, en una promiscuidad indecente, partidos legales y al menos una banda de narcoterroristas y secuestradores.

 

2. Si lo hizo inocentemente, sin saber nada sobre las actividades de las Farc, del MIR chileno, etc., entonces, sin lugar a duda, es el m�s presuntuoso ignorante que se haya instalado jam�s en un puesto de liderazgo continental, arrog�ndose una autoridad infinitamente superior a los conocimientos elementales requeridos para ejercerlo.

 

3. Si, por el contrario, sab�a con qui�n estaba tratando, entonces acept� conscientemente ser c�mplice pol�tico � si no beneficiario en otros aspectos, como sugiri� el diputado Alberto Fraga �- de una o varias organizaciones criminales.

 

4. Cualquier autoridad competente que, sabiendo todo eso, cambia de conversaci�n y escamotea la obligaci�n ineludible de investigar y aclarar las relaciones PT-Farc, comete un crimen de prevaricaci�n. Si todas las autoridades competentes prefieren hacer la vista gorda, eso equivale a una confesi�n general de que ya no hay en este pa�s ning�n orden jur�dico, de que todo es una inmensa pantomima y de que lo mejor para el ciudadano honesto es emigrar cuanto antes a Zambia, Sierra Leona, Paraguay, o a cualquier otro lugar donde pueda esperar encontrar al menos alg�n rudimento de seriedad, orden racional y civilizaci�n.

 

No piensen que, diciendo esto, estoy queriendo presionar al ministro o colocarlo en una situaci�n inc�moda. Reconozco y alabo abiertamente su valor al admitir la verdad prohibida. Lo �nico que digo es que quien reconoce que 1 + 1 = 2 est� moralmente obligado a admitir, acto seguido, que 2 + 2 = 4, 3 + 3 = 6, y as� sucesivamente, pese a quien le pese.

 

S� bien � pues lo aprend� con la �Teoria do Medalh�o� de Machado de Assis y con la obra entera de Lima Barreto � que el cambiar de tema, el disimulo y la hipocres�a entran en la composici�n de nuestras costumbres (de nuestra �cultura�, en el sentido puramente antropol�gico del t�rmino) en dosis mayores de las que se puedan detectar, quiz�s, en cualquier otro pa�s del mundo.

 

S� tambi�n que el control formal o informal de las noticias a fin de favorecer a las autoridades federales � el vicio de alternar la censura con la autocensura � es casi una cl�usula p�trea de nuestra organizaci�n mental, al menos desde los tiempos del DIP. Tambi�n s� que, en Brasil, ser pulido, inocuo, anest�sico, tranquilizante, es la suprema virtud del ciudadano, incluso en los momentos en que el ejercicio de la misma amenaza exponer a toda la naci�n, por indolencia, ego�smo y miedo a la verdad, a peligros graves e in�tiles.

 

Pero, de todos modos, se�or ministro, h�bitos son s�lo h�bitos, no deberes. Su Excelencia ha mostrado que no es indiferente al deber y que tiene suficiente energ�a como para romper con el h�bito.

 

Yo, en su lugar, no tendr�a miedo de hacer el resto del trabajo. En resumidas cuentas, el �nico peligro que correr� con eso es el de salir del ministerio para entrar en la Historia. Dudo mucho que, para un hombre de su talla, sea una p�rdida substancial.