Olavo de Carvalho
O Globo, 24 de enero de 2004
A algunos lectores -- pocos, pero furiosos � les ha parecido mal lo que escrib� el otro d�a sobre la necesidad de cultivar primero el idioma, la religi�n y la alta cultura, para s�lo despu�s esperar razonablemente un futuro de progreso y de prosperidad.
Ve�an en ello una prueba de mi elitismo cruel e inhumano, de mi aristocr�tico desprecio por la suerte de los pobres y desvalidos. En contra de mi doctrina, citaban un mont�n de frases sabias, desde la escol�stica �primum vivere, deinde philosophari� hasta la del groser�simo Bertolt Brecht: �Primero mi est�mago, despu�s vuestra moral�.
Se pueden contestar muchas cosas a esas objeciones. De entrada, si es verdad que la lucha por el sustento viene primero y la educaci�n despu�s -- por razonar como los remitentes --, ser� necesario que los padres, en vez de mandar a sus hijos al colegio para que un d�a lleguen a recibir salarios mejores que los suyos, les priven de toda educaci�n mientras no puedan acreditar grandes ganancias mediante la exhibici�n de su correspondiente n�mina.
Cabe observar tambi�n que, al contrario de lo que sucede con la educaci�n tecno-cient�fica y profesional, siempre onerosa, los tres elementos que se�al� como prioritarios son los de adquisici�n m�s barata que se pueda imaginar. Hay un libro que resume los tres a la vez, y que ha sido la base de la educaci�n de muchos grandes hombres: la Biblia. Quien la lea, por ejemplo, en la traducci�n del P. Antonio Pereira de Figueiredo, tendr�, juntos, la religi�n, los fundamentos de la cultura occidental y el idioma portugu�s en uno de sus momentos de mayor esplendor.
Mi querido Evando dos Santos, el alba�il-educador que tras distribuir bibliotecas por Brasil ya est� enviando libros hasta para los ni�os de Angola, aprendi� a leer con la Biblia, ya hombre hecho y derecho, y -- cr�anme � no le habr�a ido nada mejor si hubiese confiado su formaci�n a los cuidados del Ministerio de Educaci�n, dispendios�sima excrecencia burocr�tica que tendr�a que ser amputada sin remisi�n.
Yo mismo, amigos m�os, s�lo he aprendido algo en la vida porque se me ocurri�, un d�a, la feliz idea de volver la espalda al establishment educativo brasile�o y de seguir por mi cuenta el programa de Mortimer J. Adler (�How to Read a Book�, que hoy circula en la traducci�n de Luciano Trigo, UniverCidade Editora), la auto-educaci�n mediante la lectura anal�tica de los cl�sicos, que pude realizar a base de un libro por mes, durante siete a�os, con un gasto muy inferior al que hubiese tenido que efectuar en esas f�bricas de �asnizaci�n� en masa a las que el Estado llama �colegios�.
Pero, en resumidas cuentas, �para qu� argumentar, si el propio libro que he recomendado ya da respuesta cabal a todas las objeciones que me han llegado?
Se encuentra en el Evangelio de Juan, en el pasaje en el que Jes�s visita la casa de L�zaro: �Entonces Mar�a, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungi� los pies de Jes�s y los sec� con sus cabellos. Y la casa se llen� del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los disc�pulos, el que lo hab�a de entregar: ��Por qu� no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?�� (Jn 12, 3-5). El perfume representa los estados espirituales m�s elevados, que el alma alcanza mediante la oraci�n y la meditaci�n m�stica, es decir, mediante el uso de la lengua y de la alta cultura como instrumentos de la religi�n. El simbolismo de los cabellos y de los pies se explica por s� mismo: en el punto m�s alto de su ascenso, la criatura toca la parte inferior del mundo divino que baja en su auxilio bajo la forma de la misericordia. El ser humano existe �nicamente para buscar ese encuentro, la ��nica cosa necesaria�, a la que todo lo dem�s le sigue por a�adidura. Jam�s ning�n pueblo ha sido tan idiota como para escapar a esa ley, pensando que si llenaba primero sus bolsillos de dinero el Esp�ritu Santo le ser�a dado por a�adidura. �Ning�n pueblo? Bueno, casi ninguno. Conozco al menos uno que cree exactamente en eso. No voy a decir cu�l, pero voy a llamar la atenci�n de los lectores sobre una lecci�n extra contenida en esos vers�culos: ellos nos informan, fuera de toda duda razonable, qui�n fue el leg�timo inventor de la Teolog�a de la Liberaci�n. Judas fue el primero en someter los fines espirituales a las exigencias de lo �social�, y ha tenido muchos sucesores. Uno de ellos [Fray Betto] est� ahora mismo, en el Palacio del Planalto, llenando de p�jaros la cabeza presidencial.