La apuesta por la guerra

Olavo de Carvalho

O Globo, 3 de enero de 2004

 

 

El fichar a los turistas en los EUA pretende controlar la avalancha de inmigrantes ilegales y la entrada de posibles sospechosos de terrorismo. Los dos males est�n relacionados, pues la inmigraci�n il�cita ha sido el medio m�s f�cil de contrabandear terroristas, adem�s de ser utilizada, de manera muy deliberada y consciente por los radicales isl�micos, como instrumento de la guerra cultural. Hasta qu� punto ambas operaciones tienen c�mplices poderosos entre los propios americanos, elevando el peligro al nivel de alerta m�xima, es algo que puede ser evaluado mediante una comparaci�n muy sencilla. Consideren, por un lado, el fen�meno creciente de la represi�n anticristiana que describ� en el art�culo �Navidad prohibida�. Por otro, sepan que la multibillonaria Fundaci�n Ford ha introducido en sus programas educativos la sugerencia de modificar la Constituci�n Americana para que proh�ba la �blasfemia contra Al�, categor�a que abarca pr�cticamente toda y cualquier manifestaci�n verbal anti-isl�mica. Un pa�s cuyos universitarios son inducidos a admitir tranquilamente la posibilidad de conceder privilegios especiales a una comunidad religiosa reci�n llegada, al mismo tiempo que las religiones locales tradicionales son cada vez m�s marginadas y perseguidas por el establishment, es evidentemente un pa�s que est� siendo adiestrado para inmolar su cultura sobre el altar de sus enemigos. Entre la preparaci�n psicol�gica de una generaci�n de estudiantes y el pretendido cambio constitucional, el camino es largo, pero no mucho. Todo el �multiculturalismo� universitario que ha predispuesto a la poblaci�n americana a la pasividad ante la persecuci�n anticristiana comenz�, hace cuatro d�cadas, con programas semejantes a �se de la Ford. Las armas de la guerra cultural son sutiles, sus acciones deliberadamente lentas. Pero nunca aisladas. El antiamericanismo elegante de la Ford converge con la intriga corriente entre los pol�ticos europeos -- los buenos y viejos amigos de la ONU -- de que es un peligro mortal para una democracia moderna tener un presidente cristiano.

 

Eso sugiere, por cierto, otra comparaci�n aclaratoria.

 

El panorama de la guerra cultural en los EUA es complejo, asustador y, como no pod�a ser de otro modo, totalmente ignorado por los brasile�os. Pero, incluso sin tenerlo en cuenta, la amenaza f�sica del terrorismo, los constantes avisos de nuevos ataques y la articulaci�n internacional a favor de los terroristas -- de la que Brasil no es totalmente inocente --, son suficientes para mostrar que ninguna precauci�n de seguridad en los aeropuertos americanos, por m�s molesta que sea, puede ser considerada excesiva, absurda o insultante contra la dignidad humana.

 

En Brasil, por el contrario, no existe una avalancha de inmigrantes ilegales, mucho menos provenientes de los EUA, ni ninguna organizaci�n terrorista en activo, ya que la �nica que podr�a ser calificada como tal -- las Farc --, est� en buenas relaciones con nuestro gobierno y s�lo coloca bombas en Colombia, limitando sus actividades en territorio brasile�o a la circunspecta distribuci�n de algunos centenares de toneladas de coca�na por a�o, una nader�a incapaz de perturbar el sue�o de nuestras autoridades.

 

�Cu�l es el motivo, entonces, para fichar a los americanos que entran en Brasil? El motivo es uno s�lo: son americanos, y el juez Julier Sebasti�o da Silva est� ciego de rabia contra el pa�s del que provienen. Tan ciego, que ha perdido totalmente el sentido de las proporciones, pues llama nazi al control en los aeropuertos de all� y no ve ning�n tipo de nazismo ni de racismo en la ostensible discriminaci�n de viajeros legales contra los que no hay nada que alegar excepto su nacionalidad.

 

Pero ciertamente no es s�lo el magistrado el que est� ciego. La alineaci�n de Brasil con el antiamericanismo internacional, la alianza con Hugo Ch�vez y Fidel Castro, el cumplimento meticuloso, finalmente, del programa del Foro de S�o Paulo, que hace s�lo un a�o los gu�as iluminados de nuestra opini�n p�blica ridiculizaban como paranoias del Sr. Constantine Menges, hoy son ya hechos consumados -- y sus consecuencias para el futuro del pa�s pueden ser de lo m�s devastadoras. Ante eso, �qu� hacen los medios de comunicaci�n? Desv�an la atenci�n del p�blico hacia las semejanzas entre los gobiernos Lula y FHC [Fernando Henrique Cardoso] � que existen, sin duda, pero que no tienen en el marco presente m�s que una funci�n de pura distracci�n -- y amortiguan el impacto de las noticias que descubren la apuesta brasile�a por una articulaci�n mundial cuyo resultado, a medio o largo plazo, s�lo puede ser uno: la guerra.

 

Hace meses, un famoso periodista brasile�o expresaba su obsceno entusiasmo ante el antiamericanismo de algunos militares brasile�os, exalt�ndolos porque les parec�a estupendo entrenar soldados para matar marines en la floresta amaz�nica. Pues bien, nadie disfruta con los preparativos militares si no pretende entrar en guerra. �Pero por qu� precisamente contra los marines, si la �nica amenaza a nuestra soberan�a en la Amazonia proviene de las ONGs asociadas con el globalismo antiamericano de la ONU? El error del blanco, al parecer, no es nada accidental. Fichando americanos en los aeropuertos, subvencionando las revoluciones fallidas de Ch�vez y Fidel, dando cobertura a las Farc, cargando en la cuenta de los EUA los cr�menes de sus enemigos o halagando el ego de los reg�menes sudan�s y norcoreano, Brasil parece haber asumido ya perfectamente el papel que los estrategas internacionales insanos le han designado: el de pe�n atontado en un juego que no puede acabar bien.

 

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Muri� el pasado martes el prof. Og Francisco Leme, ex-presidente del Instituto Liberal de R�o. La �poca de los brasile�os honrados va quedando cada vez m�s lejos.