Olavo de Carvalho
O Globo, 20 de diciembre de 2003
Aunque el 92 % de los norteamericanos celebren la Navidad, est� prohibido cualquier festejo navide�o en los colegios p�blicos de los Estados Unidos. Incluso la simple referencia verbal al nacimiento de N. S. Jesucristo tiene que ser substituida por alusiones neutras a las �fiestas�. Las infracciones son castigadas con la suspensi�n y la expulsi�n, si se trata de los alumnos, y con el despido, en el caso de los profesores. El nombre de Jes�s, cualquier oraci�n cristiana y hasta entrar en el local con una Biblia bajo el brazo, est� prohibido todo el a�o en muchos departamentos oficiales. Son consideradas violaciones de la �separaci�n Iglesia-Estado�, precepto que no est� en la Constituci�n pero que la facci�n m�s izquierdista del Partido Dem�crata logr� imponer en el Congreso en la �poca Clinton, estableciendo un abismo entre las costumbres populares y la norma oficial.
La previsible reacci�n de incredulidad del lector brasile�o ante estas noticias proviene de una �nica causa: Brasil est� separado de los Estados Unidos � y, a decir verdad, del resto del mundo � por un �muro de Berl�n� cognitivo cada vez m�s imposible de franquear.
Los medios de comunicaci�n brasile�os, en bloque, describen entre l�grimas a los musulmanes de los Estados Unidos como un grupo perseguido y acosado. Pero durante todo el a�o 2002 las quejas registradas de discriminaci�n anti-isl�mica � casi todas de meros sospechosos de terrorismo interrogados por la polic�a y liberados, y ninguna con denuncia de agresi�n f�sica, despido, privaci�n de la libertad de expresi�n, etc. � fueron poco m�s de seiscientas. Para que Ud. se haga una idea de lo que eso significa, seiscientos es el n�mero de abogados voluntarios que trabajan para una �nica asociaci�n cristiana de derechos humanos y a duras penas consiguen atender los casos graves de discriminaci�n anticristiana que les llegan diariamente.
Las muestras que he entresacado de la prensa americana suman varios centenares de casos y est�n a disposici�n de los lectores que me escriban sobre el particular. Muchas m�s son las que constan en el best seller �Persecution� del abogado David Limbaugh. He aqu� algunos ejemplos:
Los cristianos designados para ocupar altos cargos en el gobierno federal han sido invariablemente vetados por el Congreso, con el argumento de que su presencia atenta contra la �separaci�n entre la Iglesia y el Estado�.
Ron Greer, pastor de una comunidad evang�lica de Madison, Wisconsin, fue interrumpido mientras predicaba por gritos que proven�an de fuera de la iglesia. Fue a averiguar qu� pasaba y se encontr� con una multitud de manifestantes anticristianos que, en abierta incitaci�n al genocidio, gritaban: ��Traed los leones!�
Mildred Rosario, una profesora del Bronx, hizo una oraci�n en clase por uno de los alumnos que hab�a fallecido y fue despedida. El instructor Simpson Gray se qued� sin empleo por entrar en ese mismo colegio con una Biblia.
En un colegio de ense�anza primaria de New Jersey, un ni�o fue castigado por dar a sus compa�eros unos l�pices con las inscripci�n �Jes�s ama a los ni�os�. La corte local de apelaci�n dio la raz�n al colegio.
En Saint Louis, Missouri, Raymond Raines, alumno de cuarto de primaria, rez� en voz alta antes de comer en la Waring Elementary School. Le impusieron una semana de suspensi�n.
En un programa de la Nation Public Radio (emisora del gobierno), el comentarista Andrei Codrescu exclam�: �La evaporaci�n de los cuatro millones de personas que creen en esa basura (el cristianismo) har�a del mundo un lugar mejor.�
La Biblioteca P�blica de Meridien, Connecticut, retir� de sus paredes todas las im�genes de Jesucristo, por considerarlas ofensivas contra la comunidad isl�mica.
En el condado de Galveston, Texas, el juez del distrito, Samuel B. Kent, puso polic�as en los colegios p�blicos para que detuviesen � s�, s�: detuviesen � a todos los estudiantes que violasen la �separaci�n Iglesia-Estado� pronunciando el nombre de Jes�s.
En innumerables mezquitas norteamericanas, en la TV y en las calles, los imanes vociferan impunemente llamamientos a la guerra mundial contra el �Gran Sat�n�, pero el general William G. Boykin perdi� su puesto de mando por haber dicho que la lucha contra el terrorismo era una guerra contra la falsa religi�n. En muchos colegios p�blicos de California, la pr�ctica de la religi�n isl�mica es obligatoria, mientras que la de la cristiana est� prohibida; el alumno que dice una palabra contra el Islam es obligado a someterse a un per�odo de �reeducaci�n de la sensibilidad�, que incluye recitaciones del Cor�n.
En Canad� todav�a es peor. El pastor John Hagee exhibi� en el canal CTS de Toronto un v�deo en el que imanes musulmanes, en plena Norteam�rica, predicaban abiertamente la violencia contra los jud�os. Fue sancionado � �l, no los imanes � por �violar el c�digo de �tica� de la emisora. Mark Harding, un canadiense acusado de hablar contra el Islam, fue condenado a 340 horas de trabajo comunitario en una entidad musulmana, que inclu�a la lectura obligatoria de propaganda pro-isl�mica.
Nada de eso ha sido nunca publicado por los medios nacionales de comunicaci�n. Los Estados Unidos que el lector brasile�o cree conocer son una entidad imaginaria, diversa, y a veces inversa, de la realidad.
Mientras tanto, la matanza de cristianos en el mundo isl�mico alcanza cifras asustadoras, sin que ning�n periodista de Brasil, pa�s nominalmente cristiano, sienta el menor tir�n en su conciencia por ocultarle al p�blico ese genocidio sin fin. Paul Marshall, autor de Religious Freedom in the World: A Global Survey, informa que �desde que el Frente Nacional Isl�mico tom� el poder en los a�os 80, dos millones de sudaneses cristianos y animistas han sido asesinados.� En Arabia Saudita la religi�n cristiana est� formalmente prohibida, y en Ir�n s�lo puede ser practicada en recintos cerrados.