Olavo de Carvalho
Folha de S. Paulo, 18 de diciembre de 2003
La Segunda Guerra Mundial fue preparada y provocada deliberadamente por el gobierno sovi�tico desde la d�cada de los 20, en lo que constituy� tal vez el plan estrat�gico m�s ambicioso y complejo, y de mayor �xito, de toda la historia humana. El propio nacimiento del nazismo fue una etapa intermedia, no del todo prevista en el proyecto original, pero r�pidamente asimilada para dar una mayor solidez a los resultados finales.
Los documentos de los archivos de Mosc� reunidos por los historiadores rusos Yuri Dyakov y Tatyana Bushuyeva en "The Red Army and the Wehrmacht" (Prometheus Books, 1995) ya no permiten eludir esa conclusi�n.
Alemania, reducida a la miseria por unas indemnizaciones exorbitantes y obligada por el Tratado de Versalles a desarmarse, sab�a que, para recuperar su Ej�rcito, tendr�a que reorganizarlo secretamente. Pero burlar el control de las potencias occidentales era imposible. La ayuda s�lo podr�a llegar de la URSS.
En el �nterin, Stalin, incr�dulo respecto a los movimientos revolucionarios europeos, pensaba imponer el comunismo al Occidente mediante la ocupaci�n militar. En esa perspectiva, Alemania aparec�a naturalmente como la punta de lanza ideal para debilitar al adversario antes de un ataque sovi�tico. Con esa finalidad Stalin invirti� abundantemente en el rearme secreto de Alemania y cedi� parte del territorio sovi�tico para que en ella se reestructurasen las tropas alemanas, lejos de la vigilancia franco-brit�nica. De 1922 a 1939, la URSS militariz� ilegalmente a Alemania con la intenci�n consciente de desencadenar una guerra de dimensiones continentales. La Segunda Guerra fue, de cabo a rabo, una creaci�n de Stalin.
El �xito del nazismo no modific� el plan sino que lo reforz�. Stalin ve�a el nazismo como un movimiento an�rquico, �til para generar confusi�n, pero incapaz de crear un poder estable. El auge de Hitler era un complemento pol�tico y publicitario perfecto para el papel destinado a Alemania en el campo militar. Si el Ej�rcito alem�n iba a abatir las puertas de Occidente para la entrada de las tropas sovi�ticas, la agitaci�n nazi iba a constituir, seg�n la expresi�n del propio Stalin, "el barco rompehielos" de la operaci�n. El nazismo, debilitando la confianza europea en las democracias, sembrado el caos y el p�nico, iba a crear las condiciones psicosociales necesarias para que el comunismo, transportado en las puntas de las bayonetas sovi�ticas con el apoyo de los movimientos comunistas locales, se presentase como un remedio salvador.
Para realizar su plan, Stalin ten�a que actuar con un prudente y fino maquiavelismo. Necesitaba fortalecer a Alemania de momento, para precipitarla en el desastre en el futuro, y ten�a que cortejar al gobierno nazi a la vez que azuzaba contra el mismo a las potencias occidentales. Stalin, de larga experiencia en la praxis dial�ctica, llev� adelante con asombrosa precisi�n esa pol�tica de dos barajas en la que estriba la explicaci�n l�gica de ciertas contradicciones superficiales que en ese momento desorientaron y escandalizaron a los militantes m�s ingenuos (como las sutilezas de la estrategia del Sr. Jos� Dirceu escandalizan y desorientan hoy a la Sra. Helo�sa Helena).
Por ejemplo, Stalin promov�a una intensa campa�a antinazi en Francia, al mismo tiempo que ayudaba a Alemania a militarizarse, organizaba el intercambio de informaciones y prisioneros entre los servicios secretos de la URSS y de Alemania para eliminar a las oposiciones internas en ambos pa�ses y negaba cualquier tipo de ayuda sustancial a los comunistas alemanes, permitiendo, con una c�nica sonrisa, que fuesen aplastados por las tropas de asalto nazis. La conducta aparentemente parad�jica de la URSS en la Guerra Civil Espa�ola tambi�n fue planificada dentro de la misma concepci�n estrat�gica.
Movilizando batallones de idiotas �tiles de las clases intelectuales de Occidente, la espectacular ostentaci�n estalinista de antinazismo -- cuyos ecos a�n se escuchan en los discursos de la izquierda brasile�a, �ltima creyente fiel de los mitos de los a�os 30 -- sirvi� para camuflar la militarizaci�n sovi�tica de Alemania, pero tambi�n para echar a Occidente contra un enemigo virtual que, al mismo tiempo, estaba siendo precipitado contra Occidente.
Hitler, que hasta ese momento era un pe�n del tablero de Stalin, se dio cuenta del ardid y decidi� derribar la mesa invadiendo la URSS. Pero Stalin supo sacar provecho de ese imprevisto, cambiando r�pidamente la t�nica de la propaganda comunista mundial del pacifismo al belicismo y anticipando la transformaci�n, prevista para mucho despu�s, del antinazismo de fachada en antinazismo armado. A pesar del error de c�lculo, inmediatamente subsanado, el plan funcion�: Alemania desempe�� su papel de barco rompehielos, se fue a pique, y la URSS ascendi� a la posici�n de segunda potencia mundial dominante, ocupando militarmente la mitad de Europa e instalando en ella el r�gimen comunista.
En la valoraci�n de la concepci�n estalinista, �qu� representan 40 millones de muertos, el Holocausto, naciones enteras barridas del mapa, culturas destruidas, locura y perdici�n por todas partes? Seg�n Tr�tski, el carro de la historia aplasta las flores del camino. Lenin recordaba que sin romper huevos no se puede hacer una tortilla. Flores o huevos, el Sr. Le Pen, m�s sint�tico, resumir�a el tema con una palabra: "Detalles". Nada m�s que detalles. Nada que pueda invalidar una grandiosa obra de ingenier�a hist�rica, �no es as�?
Por haber colaborado con esa empresa, el Sr. Apol�nio de Carvalho fue, en opini�n del ministro M�rcio Thomaz Bastos, un gran h�roe. Pero, si el diminuto siervo de Stalin tiene las proporciones majestuosas de un h�roe, �qu� no habr� sido el propio Stalin? �Un dios?