Olavo de Carvalho
Zero Hora, 14 de diciembre de 2003
Mi difunto amigo Jos� Carlos Bardawil, que fue director de la sucursal de la revista Isto� en Brasilia, cuenta en sus memorias �O Rep�rter e o Poder� que, de entre sus colegas de profesi�n, los �nicos que no ten�an miedo de perder su empleo eran los comunistas. Presum�an, y con motivo, de dominar el mercado de trabajo. La intimidad, la casi identidad entre periodismo y comunismo en este pa�s puede ser valorada por una publicaci�n oficial del Sindicato de Periodistas Profesionales del Estado de S�o Paulo, �Periodismo 1930-1980�, donde a duras penas se puede distinguir entre la historia de la profesi�n y la historia de PCB [Partido Comunista de Brasil].
Con la disoluci�n de la antigua disciplina partidaria y la adopci�n de unas estrategias flexibles inspiradas en Antonio Gramsci, el poder del movimiento comunista sobre la prensa nacional creci� todav�a m�s, hasta el punto de que, en 1993, la confesi�n de algunos dirigentes de la CUT [Central �nica de los Trabajadores] de que la entidad ten�a ochocientos periodistas en su n�mina (m�s que varias empresas period�sticas juntas) ya no provoc� ning�n esc�ndalo. Hoy d�a el pueblo est� completamente domesticado: ya nadie ve nada inmoral o preocupante en que el gobierno federal cree una agencia de autopropaganda mayor que el antiguo DIP de la dictadura Vargas. En cambio, la simple presencia de uno o dos anti-izquierdistas en las p�ginas de opini�n de alg�n peri�dico o revista es denunciada como se�al apocal�ptica de que �la derecha se reorganiza�. El cinismo de esas denuncias es ilimitado. Mi propio site: www.midiasemmascara.org, publicaci�n de andar por casa, mantenida a costa de recortar mi propio presupuesto dom�stico y del trabajo gratuito de algunos abnegados comentaristas excluidos de los �grandes medios de comunicaci�n�, es continuamente atacado como un �rgano del �gran capital�, mientras que el gigantesco indymedia, site de propaganda antiamericana con sedes en un centenar de capitales del mundo, se las da de diminuto e �independiente�.
La situaci�n absurda, inmoral, calamitosa, ya no despierta, sin embargo, ni la m�s m�nima inquietud entre el p�blico, que, muy al contrario, no esconde su disgusto cuando escucha alguna palabra, por breve que sea, contra el actual estado de cosas, eso cuando no diagnostica la reclamaci�n como s�ntoma de paranoia.
Por eso es in�til protestar aqu�, o en cualquier otro lugar, contra el despido del economista Roberto Fendt de la revista �Conjuntura Econ�mica�, de la Fundaci�n Get�lio Vargas, en cuya edici�n de octubre hab�a publicado un art�culo de portada sobre el �fest�n� de cargos oficiales ofrecido por el gobierno federal a los militantes petistas. He o�do hablar a Roberto Fendt en varios �Forum de la Libertad� del Instituto de Estudios Empresariales de R�o Grande, y lo considero como uno de los pocos brasile�os que tienen algo que decir. El problema es que, precisamente, ese algo est� en la lista de los asuntos prohibidos. Raqu�tico y maniatado, el periodismo de oposici�n se mueve hoy entre m�rgenes estrechos, debiendo atenerse sobre todo a las opiniones generales, abstractas y doctrinarias, sin llegar a los hechos. Fendt ha pagado el precio por violar esa regla, �pero a qui�n le importa? Anestesiado e idiotizado durante cuarenta a�os de �revoluci�n cultural�, el pa�s est� preparado para pensar que el precio ha sido justo. Al fin y al cabo, ya ha pasado el tiempo en que el periodista era un transmisor de hechos. Hoy es un �agente de transformaci�n social�, y no hay nadie m�s apropiado para pagar sus servicios en esa �rea -- o para despedirle cuando no los presta satisfactoriamente -- que el gran Partido-Estado que decide el rumbo de la vida nacional.