Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 4 de diciembre de 2003
Nadie es tan odiado como el descubridor de una verdad cuyo momento no ha llegado todav�a. No me acuerdo qui�n lo dijo, pero es una observaci�n profunda. F�jense, por ejemplo, en los chimpanc�s. Uno de ellos descubre una reserva nueva de pl�tanos e inmediatamente cae en descr�dito, se convierte en un paria. S�lo cuando la localizaci�n del tesoro llega a ser de dominio p�blico recobra el infeliz sus derechos simiescos. Ese fen�meno, observado miles de veces por los et�logos, se repite de manera id�ntica en la comunidad humana, en la que, en la mayor�a de los casos, la veracidad intr�nseca de las doctrinas importa menos que su aceptaci�n popular que las transforma en fuerzas hist�ricamente actuantes. Una �historia sociol�gica de las ideas� es, en este sentido, una historia de los pensamientos humanos comprendidos a la luz de su semejanza con los de los chimpanc�s.
El �historicismo absoluto� de Antonio Gramsci, en el que el concepto mismo de veracidad intr�nseca es sacrificado en aras de la omnipotencia de la difusi�n de las ideas en cuanto factores de �transformaci�n de la sociedad�, equivale literalmente, en ese aspecto, a la completa reducci�n de la inteligencia humana al nivel de su correspondiente simiesco. De ah� el �xito de la filosof�a gramsciana en el pa�s del borreguismo intelectual.
No lo digo con la m�s m�nima intenci�n de bromear.
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Cuando Pol-Pot mat� a dos millones de personas en Camboya, algunos intelectuales iluminados como Noam Chomsky consideraron que se trataba de un sacrificio doloroso (sobre todo para el alma sensible del propio Pol-Pot, claro est�), pero necesario para librar al pueblo camboyano de la opresi�n y del oscurantismo.
Por desgracia, el celo y la dedicaci�n del ex-gobernante comunista a esa causa piadosa no lograron los efectos deseados. M�s de tres d�cadas despu�s, los camboyanos, a pesar de la dr�stica disminuci�n de su n�mero, contin�an con sus problemas. S�lo por poner un ejemplo: el 65 % de ellos no sabe leer. De las mujeres, el 78 %. Esas cifras pueden impresionar, pero es innegable que ser�an m�s altas si el destino cruel no hubiese abortado el proyecto polpotiano de eliminar el analfabetismo mediante la eliminaci�n de los analfabetos.
Los americanos, sin embargo, fr�os e insensibles a tan evidentes m�ritos del extinto r�gimen comunista de Camboya, siguen interfiriendo en los asuntos internos de esa pobre naci�n, sin el m�s m�nimo respeto a su soberan�a. No sabiendo ya qu� inventar para dar alas a su irrefrenable prepotencia imperialista, han decidido ahora reunir dinero de donantes particulares para esparcir por aquel pa�s bibliotecas y laboratorios de inform�tica, naturalmente repletos de s�rdida propaganda capitalista, como los nombres de las editoras de libros y de las marcas de las f�bricas de ordenadores made in USA.
S� que a Ud. eso no le va, pero si quiere colaborar con una trama p�rfida m�s del gran capital, escriba a [email protected].
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Demonizado, escarnecido sin derecho a defenderse, acusado de todos los males reales e imaginarios que se han abatido sobre regiones que jam�s lo han conocido, el liberalismo � por no hablar del conservadurismo � ha sido totalmente excluido de los debates p�blicos en este pa�s, en el que la �socialdemocracia�, tanto la �tucana� como la del �ala moderada� del PT, representa hoy el m�ximo de derechismo permitido.
Un candidato que abogue por el recorte de los impuestos, la primac�a de la libre empresa, la reducci�n del �mbito de influencia del Estado, la supresi�n de los �programas sociales� dispendiosos e in�tiles, el combate a la hegemon�a cultural izquierdista en los medios de comunicaci�n, la ense�anza de la moral religiosa en los colegios y el desarme unilateral de los delincuentes, se ha convertido, en cualquier elecci�n municipal, estatal o federal brasile�a, en un personaje tan fuera de sitio e improbable como un brontosauro en la Laguna Rodrigo de Freitas, tan insultante e inaceptable en el ambiente circundante como un rabino ortodoxo en un baile gay.
Los pocos liberales y conservadores que quedan en el escenario pol�tico procuran asegurarse una supervivencia humillante, limit�ndose a hacer cr�ticas de detalles que evitan cualquier combate ideol�gico frontal; eso cuando no procuran d�rselas de buenos chicos, copiando, en sus ideas y en sus palabras, el patr�n �pol�ticamente correcto� de turno. El �nico resultado que consiguen con eso es camuflar el izquierdismo revolucionario de las ideas de moda, haci�ndolas pasar por verdades universales supra-ideol�gicas y ayudando a marginar como �fan�tico de derecha� a todo aquel que se atreva a discutirlas.