Olavo de Carvalho
Zero Hora, 30 de noviembre de 2003
Sabiendo que nuestras clases empresariales son incapaces de ver el mundo m�s que a trav�s del prisma de un economicismo bobo, los l�deres izquierdistas han conseguido hacer de ellas instrumentos d�ciles de la implantaci�n de una dictadura comunista en este pa�s.
Los m�s tontos y serviles son precisamente los empresarios henchidos de pretensiones intelectuales, que han le�do algunos art�culos del Diccionario de Pol�tica de Norberto Bobbio y ya salen por ah� halagando a sus propios o�dos con la recitaci�n ostentosa de los t�rminos reci�n aprendidos -- �tica, sociedad civil, control externo, democracia participativa, etc. --, de cuyo alcance estrat�gico no se percatan ni de lejos, pues para eso necesitar�an haber estudiado mucho a Antonio Gramsci, despu�s de adquirir la s�lida base marxista-leninista necesaria para saber de qu� habla.
Oyen decir, por ejemplo, que para acabar con la corrupci�n la �nica soluci�n es el �control externo� de la polic�a y de la justicia por la �sociedad civil organizada�. Enga�ados por el valor nominal de las expresiones, sin saber que son t�rminos t�cnicos del vocabulario gramsciano en el que tienen una carga sem�ntica muy precisa, diferente de lo que sugieren esas palabras en su acepci�n general, casi se deshacen en l�grimas ante la imagen id�lica que parecen anunciar, y se prestan por ello a colaborar con la iniciativa revolucionaria como si estuviesen luchando por sus m�s viscerales intereses. Un grupo de ellos, que responde por la cuarta parte del PIB, ya lo ha puesto todo al servicio de la realizaci�n de tan sublimes ideales.
Quien haya estudiado a Gramsci, en cambio, sabe que �sociedad civil organizada� no quiere decir m�s que el Partido, gigantescamente ampliado hasta perder su identidad aparente, difundido por medio de sus agentes hasta los sectores m�s perif�ricos de la vida social, y transformado por tanto � en palabras del propio Gramsci -- �en un poder invisible y omnipresente�, capaz de dominar la sociedad con la fuerza a la vez avasalladora e imperceptible �de un imperativo categ�rico, de un mandamiento divino� (sic). Es la completa dictadura del Partido, no impuesta desde arriba hacia abajo por un decreto autoritario expl�cito que podr�a suscitar resistencias, sino inoculada poco a poco en las venas de la sociedad, como una droga alucin�gena que la propia v�ctima acabar� exigiendo en dosis cada vez mayores. Quien quiera que, a la luz de las ense�anzas gramscianas, observe la pr�ctica petista del d�a a d�a, ver� que se orienta por el sentido originario que esos t�rminos tienen en Gramsci, y no por el segundo nivel de significados artificiales, creado con la finalidad de auto-intoxicar a los idiotas �tiles. Que �stos, mientras tanto, reciban el est�mulo ocasional y pasajero de algunas ventajas menores, no tiene nada de extra�o: nadie mata al cerdo antes de engordarlo.
Y la propuesta que defienden no quiere el �control externo� s�lo de la polic�a y del poder judicial, sino del poder legislativo, de los ministerios, de las empresas, de las entidades religiosas y educativas, de los �rganos asistenciales y de los medios de comunicaci�n. Nunca palabras tan dulces y atractivas han sido usadas para camuflar una realidad tan brutal y hedionda. Nunca una tiran�a comunista ha sido ofrecida con un envoltorio tan vistoso, con apariencia tan inofensiva. Y el empresariado, con la t�pica auto-ilusi�n nouveau riche, lo compra todo. Compra y paga.
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PS � Si Ud. quiere comprender un poco m�s de la estrategia revolucionaria de Antonio Gramsci, lea el libro de S�rgio Augusto de Avelar Coutinho, �Cadernos da Liberdade�. No est� en la librer�as, pero puede ser pedido por el e-mail [email protected].