Olavo de Carvalho
O Globo, 8 de noviembre de 2003
El resultado de las �ltimas elecciones americanas es una prueba m�s de que el p�blico brasile�o, dirigido por �analistas�, �comentaristas�, �especialistas�, etc., y tal, ignora cada vez m�s profundamente lo que sucede en el pa�s m�s poderoso del mundo, centro vital de luchas y decisiones que afectan a la vida de todos nosotros.
De haber dado cr�dito a esos se�ores, la presidencia Bush estaba liquidada, arrastrando en su ca�da irreversible al Partido Republicano. Pues bien, el hecho es que despu�s de dichas elecciones los Estados con gobierno republicano son 29, contra 21 dem�cratas. M�s a�n: de los once estados sudistas tradicionalmente dem�cratas, nueve ya se han pasado a los republicanos.
Todo eso era m�s que previsible, y los propios dem�cratas no lo ocultaban. Su �ltimo congreso empez� con la presentaci�n de un estudio estad�stico seg�n el cual el partido, a esa altura, pod�a contar con un tercio del electorado, como mucho. Hubo llanto y rechinar de dientes. Pero la noticia fue silenciada por los medios de comunicaci�n brasile�os en bloque, seguramente la hinchada m�s fan�tica que los dem�cratas americanos tienen en la grada mundial.
La casi totalidad de las informaciones publicadas en este pa�s sobre los EUA proviene de fuentes ostensiblemente clintonianas, como el New York Times, el Washington Post, la CBS y la CNN. Hay en ello una distorsi�n cr�nica de la realidad, pues all� la influencia de esos gigantes es mucho menos gigantesca de lo que le parece a la imaginaci�n brasile�a, sin que ninguno de ellos pueda competir tranquilamente con la red de peque�as estaciones de radio y de sites de periodismo electr�nico, en los que la opini�n conservadora, expulsada de los medios de comunicaci�n chic, ha diseminado innumerables focos de resistencia.
Para saber lo que pasa en los EUA, hay que contrastar la opini�n de los grandes medios de comunicaci�n con la de los peque�os, que juntos la superan en penetraci�n popular y, no pocas veces, en calidad period�stica. Y no se puede ignorar el ascenso de la Fox, que ha crecido nadando contra corriente.
Ese estado de cosas es reflejo de transformaciones mucho m�s profundas de la sociedad americana, de las que la gente de aqu� no ha tomado hasta hoy el menor conocimiento. Es que la masa de militantes �contraculturales� de los a�os 60, la horda de admiradores de Ho Chi Minh, se ha convertido en el establishment, en la �camarilla dominante� de la d�cada de los 90, provocando, como reacci�n, el surgimiento de una nueva contracultura, este vez inspirada en la cr�tica conservadora y judeocristiana a los valores puramente terrenales y mundanos promovidos por aquella generaci�n. Para empezar a entender esa inversi�n de posturas, lean o relean los libros de Ivan Ilitch, el jesuita que hace cuarenta a�os se convirti� en el �dolo de la New Left con su defensa revolucionaria de una �sociedad sin colegios�. La �sociedad sin colegios�, el homeschooling, es hoy un ideal defendido por los conservadores, principalmente religiosos, mientras que la elite izquierdista, responsable de la creaci�n del ministerio de Educaci�n en el gobierno Carter, lucha por una ense�anza cada vez m�s burocratizada, odiando el homeschooling y haciendo de todo para prohibirlo. No es �sa la �nica propuesta �contracultural� que ha sido absorbida por los conservadores: �stos entablan hoy el mismo combate que la izquierda emprend�a en los a�os 60 contra la �medicalizaci�n� de la sociedad, contra el uso de la medicina como instrumento de control social y pol�tico, mientras que los l�deres izquierdistas cambiaron de conversaci�n en cuanto sintieron que los execrados botones de control estaban al alcance de sus dedos. En las universidades, el movimiento por la libertad de expresi�n (free speech movement), que hace dos generaciones abri� el recinto acad�mico a la predicaci�n izquierdista ostensible, se ha convertido en un frente de batalla de los conservadores, dirigido ahora contra la tiran�a de lo �pol�ticamente correcto� que los rectores izquierdistas imponen mediante castigos, amenazas y reglamentos m�s r�gidos y autoritarios que todo aquello que indignaba a los rebeldes de los a�os 60. No por casualidad el principal portavoz de dicho movimiento hoy en d�a es David Horowitz, que empez� como l�der estudiantil de izquierda, en aquella �poca, y fue cambiando de postura a medida que ve�a c�mo cambiaban de manos las banderas a las que hab�a dedicado su vida.
En el �mbito de las ideas, la profundidad y riqueza de la cr�tica cultural emprendida por autores conservadores como Russel Kirk, Irving Kristol, Roger Kimball, el propio Horowitz y tantos otros -- todos ellos ignorados todav�a en Brasil -- muestran que el poder de la iniciativa intelectual tambi�n fue pasando de la izquierda a la derecha, preparando el gran cambio del ambiente general de los debates p�blicos que, al alcanzar su expresi�n m�s exteriorizada y visible, se manifiesta, por ejemplo, en los recientes acontecimientos electorales, que s�lo pueden constituir una sorpresa para las clases parlantes m�s incultas, m�s desinformadas -- y m�s parlantes -- del globo terr�queo: las nuestras.
La distancia entre la conciencia nacional y la realidad del universo circundante se va convirtiendo en un abismo infranqueable. Me hace gracia, por ejemplo, ver a nuestros pol�ticos y educadores pontificando sobre la falta de preparaci�n de la clase estudiantil, que en los tests internacionales obtiene el �ltimo lugar. Hablan de eso desde fuera y desde arriba, como si el fen�meno tuviese causas impersonales y no fuese el resultado directo de su propia influencia. Nuestros estudiantes no son incultos por falta de becas, por falta de planificaci�n t�cnica, por falta de leyes: son incultos porque nuestros pol�ticos y educadores son incultos, porque los gu�as iluminados de la mentalidad nacional son incultos, porque la elite opinante de este pa�s es inculta, presuntuosa y f�til como lo era en el tiempo en que Lima Barreto, riendo por no llorar, trazaba su perfil sat�rico en �Los Bruzundangas�.
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Unos heroicos �cuatro gatos�, liderados por el embajador Meira Penna, hicieron una manifestaci�n frente a la Embajada americana... a favor de la ALCA. Los americanos no se lo pod�an creer. Ese min�sculo acontecimiento tiene la grandeza de un gesto de resistencia estoica que rompe, simb�licamente, treinta a�os de monopolio izquierdista de los actos p�blicos.