Olavo de Carvalho
O Globo, 1 de noviembre de 2003
Aunque casi nunca es mencionada por los medios de comunicaci�n brasile�os, la nueva oleada global de antisemitismo es motivo de grave preocupaci�n en el mundo civilizado. Libros como el de la l�der feminista Phyllis Chesler, �The new anti-semitism�, o el art�culo de Daniel J. Goldhagen sobre �The globalization of anti-semitism�, son comentados por todas partes, y la revista �Whistleblower� ha dedicado al tema todo su n�mero de octubre. En un art�culo en �Le Monde�, Eric Marty, profesor de literatura de la Universidad de Par�s, ha acusado al gobierno franc�s de complicidad en la epidemia de violencia anti-jud�a. Y en Inglaterra, informa el �Jewish Post�, �el antisemitismo est� vivo y goza de buena salud�, patrocinado ahora hasta por la TV oficial, la BBC.
El fen�meno, que parece no tener l�mite geogr�fico, empez� a llamar la atenci�n a partir de la conferencia de Durban y tuvo su momento m�s espectacular en los movimientos �pacifistas� que siguieron al 11 de septiembre.
En episodios como �sos, la alianza de la izquierda con grupos neonazis en apoyo al antisemitismo isl�mico s�lo sorprende a quien, en vez de conocimientos hist�ricos, tiene en su cabeza la vieja leyenda del �anti-nazismo� izquierdista, creada por Stalin para ocultar la colaboraci�n entre los dos reg�menes totalitarios, que no empez� con el Pacto Ribentropp-Molotov de 1939 sino el mismo d�a de la elecci�n de Hitler en 1933, y sin el cual el poder�o nazi jam�s habr�a crecido como creci�.
Hoy eso es tan conocido que ya no admite discusi�n alguna entre los historiadores. Pero la versi�n publicitaria comunista es la que prevalece a�n en nuestros medios de comunicaci�n y, sedimentada en el fondo de la memoria colectiva, falsea toda la visi�n popular del tema. Desde esa visi�n, todo el que se oponga al unanimismo izquierdista, incluso cuando �ste se al�a con los neonazis contra el Estado de Israel, ya es ipso facto un nazi. Y todo el que apoye a Yasser Arafat en su prop�sito de barrer de Oriente Medio a los jud�os puede hacerlo a salvo de cualquier sospecha de antisemitismo, ya que est� santificado por la inmersi�n en las aguas lustrales de la leyenda estalinista. �sos son los criterios subyacentes a pr�cticamente todo lo que se dice en este pa�s sobre Oriente Medio. �Qui�n puede discutir en serio una cuesti�n en la que el apego sic�tico a una mentira ya mil veces desacreditada se ha convertido en el criterio general y �nico de la valoraci�n de los argumentos?
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Digo eso hasta por experiencia personal. Por haber discutido la leyenda, fui acusado de nazi y de racista por la desaparecida revista �Bundas� [Traseros], la �nica publicaci�n que, como se�al� en aquella �poca, tuvo la admirable franqueza de ostentar en el logotipo el nombre del �rgano pensante de sus redactores. Le puse una querella por da�os morales y perd�, pues el juez entendi� que la imputaci�n falsa de delito, cuando hecha por un motivo de odio ideol�gico, era un derecho inalienable del ciudadano.
Escandalizado, recurr�, y el martes pasado fui al juicio de apelaci�n que tuvo lugar en la Sexta Sala Civil del Tribunal de Justicia de Rio de Janeiro. No voy a decir nada sobre la decisi�n de la Corte, pues no me parece decente la costumbre brasile�a de presionar al Poder Judicial a trav�s de los medios de comunicaci�n, tan ampliamente utilizada en casos como los de Eldorado de Caraj�s y Carandiru. Pero no puedo dejar de comentar el voto del juez Nagib Slaibi Filho, que escuch� all� incr�dulo y at�nito. Para defender la reducci�n del episodio a una discusi�n pol�tica, S. Excia. intent� mostrar, por medio de dos citas textuales, la presencia de un acentuado sesgo ideol�gico en la actuaci�n period�stica del apelante. Que as� lo hiciese, pase, aunque es un poco raro que ahorrase id�ntico examen a la parte contraria. Lo bonito de la historia fue el manejo de las citas. La primera provino del lema de mi site, Sapientiam autem non vincit malitia, que S. Excia. tradujo por �La sabidur�a no vence a la malicia�, cambiando el nominativo por el acusativo y convirti�ndome en apologista de la malicia invencible � infamia que, gracias a la ejemplar erudici�n latina del magistrado, acab� salpicando tambi�n al ap�stol S. Pablo, autor de la m�xima. Como segunda y decisiva evidencia de mi ideologismo, S. Excia. cit� una frase de mi art�culo ��Qu� es el fascismo?� (O Globo, 8 de julio de 2000). En el contexto original, dicha frase presentaba la lectura ir�nica que yo hac�a de la leyenda comunista antes mencionada, demostrando su antisemitismo impl�cito y su completa absurdidad. Suelta por el aire, separada de la referencia a las sentencias que la preced�an, la frase perd�a su sentido ir�nico y pasaba a sonar, ella misma, como literal declaraci�n de antisemitismo, si�ndome, por tanto, atribuida la opini�n que yo expresamente condenaba all�. Fue mediante el uso de ese truco s�rdido como �Bundas�, fiel al esp�ritu de su nombre, endilg� a sus lectores la mentira de mi �nazismo�. Al usar como pretendida prueba de mi sesgo ideol�gico la cita truncada, sin dar el debido reconocimiento a ese falseamiento ya denunciado en los propios autos del proceso, el juez no hizo m�s que imitar el procedimiento malicioso de la revista, legitimando la a�agaza, reiterando el insulto y duplicando el da�o. No digo que S. Excia. haya actuado de mala fe. Pero, cuando los jueces leen como analfabetos funcionales y traducen el lat�n como analfabetos strictu senso, �qu� posibilidades tiene la Justicia de prevalecer?
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A prop�sito de analfabetismo, �se es, por cierto, el estado al que el bloqueo ideol�gico del mercado editorial ha dejado reducidos a los lectores brasile�os en lo referente al pensamiento liberal y conservador, precioso legado anti-totalitario que s�lo conocen a trav�s de las falsificaciones caricaturescas difundidas por la izquierda para hacerlo pasar como nazismo y, de ese modo, reforzar la leyenda. Por primera vez en treinta a�os surge una discreta pero vital grieta en el nefasto muro-de-Berl�n intelectual que nos aprisiona. Debemos eso a la valent�a de la editora Topbooks, que lanzar� el pr�ximo martes, a las 18,30, en la Academia Brasile�a de Letras, sus �Cl�sicos de la libertad�. La colecci�n incluye �Democracia y liderazgo� de Irving Babbit, �Ensayos� de Lord Acton y las �Cartas� del gran historiador suizo Jacob Burckhardt, que Otto Maria Carpeaux consideraba obras de alcance verdaderamente prof�tico.