M�s all� de la charlataner�a

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 30 de octubre de 2003

 

 

Entre otros servicios que presta a la humanidad, el Dr. Emir Sader publica regularmente en internet una columna denominada �El mundo al rev�s�. Su finalidad pedag�gica queda de manifiesto ya en el t�tulo: significa que, para saber lo que pasa en el mundo, basta invertir lo que dice el columnista.

 

Ahora, por ejemplo, nos da esta definici�n de izquierda y de derecha, sacada de Norberto Bobbio: �En nuestro tiempo, todos los que defienden a los pueblos oprimidos, a los movimientos de liberaci�n, a las poblaciones hambrientas del tercer mundo, son la izquierda. Quienes, hablando desde lo alto de su propio inter�s, dicen que no entienden por qu� tienen que repartir un dinero que han sudado para poderlo ganar, son y ser�n la derecha.�

 

El discurso de auto-exaltaci�n de una corriente pol�tica, tanto solo como acompa�ado de las conclusiones despreciativas deducidas del mismo respecto a la corriente adversaria, no constituye jam�s una definici�n de �sta o de aqu�lla, sino s�lo un dato, entre otros, del conjunto fenom�nico que se pretende definir. �Pero es que es tan dif�cil ver la diferencia que hay entre una definici�n de �cerdo� y un rabo de cerdo o un pie de cerdo? Rabo, pie, oreja, jam�n � todo eso son datos, entre otros, de la entidad porcina, de los que hay que extraer, por s�ntesis abstractiva, la definici�n buscada. El error de l�gica que comete Bobbio y que Sader aplaude es demasiado burdo como para ser tolerado incluso a un ni�o de primaria. Pero precisamente para eso es para lo que algunos individuos obtienen el t�tulo de cient�ficos pol�ticos: para poder dar a las estupideces pueriles, cuando les conviene, la apariencia enga�osa de una opini�n seria y cient�fica.

 

Cualquier corriente pol�tica, para ser correctamente conceptuada, tiene que ser analizada en la conjunci�n de dos niveles, por lo menos: su discurso ideol�gico y su acci�n hist�rica efectiva. Bobbio y Sader se abstienen de cumplir esa exigencia elemental s�lo por un motivo: saben que, si alg�n sistema econ�mico de este mundo genera hambre y miseria en proporciones alarmantes, es el socialismo. Ning�n otro ha conseguido matar de penuria, con un �nico plan econ�mico, a treinta millones de personas, como lo hizo Mao Ts�-tung con el �Gran salto hacia adelante� de la agricultura china. Ninguno ha conseguido rebajar la cuota de prote�nas ingeridas por el ciudadano medio a una cantidad inferior a la de seis d�cadas antes, como la URSS de los a�os 80. El socialismo produce tanta hambre, que acab� por asumirla como algo �til, transform�ndola en un arma estrat�gica para matar a ocho millones de campesinos ucranianos rebeldes.

 

La corriente pol�tica que en la pr�ctica ha generado esos efectos puede, claro est�, alegar que lo hizo con la mejor de las intenciones humanitarias. Lo que no puede es ser definida por un cient�fico pol�tico bas�ndose �nicamente en esa pretensi�n auto-lisonjera, separada de aquella pr�ctica y de sus resultados. En efecto, como fen�meno objetivo, la izquierda mundial aparece justamente definida por esa contradicci�n, por el sorprendente contraste entre la generosidad de sus argumentos y la miseria de sus realizaciones, nunca por las alegaciones en s� mismas, separadas de toda sustancia hist�rica y consideradas solamente en su intencionalidad verbal de ideas puras.

 

Mutatis mutandis, el rechazo ego�sta de socorrer al pobre no es un programa asumido declaradamente por ninguna corriente pol�tica derechista, conservadora o capitalista, sino una intenci�n maligna que les es atribuida, desde fuera, por la ideolog�a contraria. Conceder a un partido el privilegio de auto-definirse por sus m�ritos idealizados y de definir al mismo tiempo al adversario por la atribuci�n peyorativa de sus intenciones, no es ciencia pol�tica de ning�n g�nero: es charlataner�a expl�cita.

 

Pero Sader va m�s all�: exige que todos se encuadren como derechistas o izquierdistas seg�n la definici�n citada y condena in limine como hipocres�a toda negativa a encasillarse dentro del estereotipo bobbiano: �Elija su lado y luche por �l, sin esconder sus valores.� El deber primordial y supremo del hombre sincero, por tanto, consiste en mentir: mentir a su favor si est� en la izquierda; en su contra si est� en la derecha, convirti�ndose de ese modo en el derechista ideal para la izquierda aqu�l al que ni siquiera es necesario difamar porque acepta difamarse �l mismo. Llamar charlataner�a a esta propuesta es un eufemismo. La malicia de imponer con malas artes la colaboraci�n como obligaci�n moral de las v�ctimas supera el talento del charlat�n vulgar. El Dr. Sader pone en ello un toque de genio -- el �nico, creo yo, que la naturaleza avara le ha concedido en esta vida.