Efectos del mesianismo

Olavo de Carvalho

O Globo, 25 de octubre de 2003

 

 

Todos los mesianismos modernos � hegelianismo, marxismo, positivismo, nietzscheanismo, holismo, ecologismo, multiculturalismo, teolog�a de la liberaci�n, progresismo globalista de la ONU, etc. � se basan, en �ltima instancia, en una inversi�n psic�tica de la percepci�n del tiempo: inventan un futuro hipot�tico y lo adoptan como premisa categ�rica para reinterpretar el pasado hist�rico, eliminando la relaci�n l�gica de lo necesario y de lo contingente. Cuando llega el futuro y la divinidad anunciada no aparece, tanto si se trata de la sociedad sin clases, como del Super-Hombre, o del reinado de Gaya, empiezan las �revisiones� que modifican el sentido de la doctrina originaria para transformar el vejamen en materia para nuevas promesas mesi�nicas, que entonces se suceden en un florecimiento inagotable. Inagotable como la estupidez humana.

 

Estoy escribiendo un libro sobre esto y, del material que he recogido a tal fin, lo que m�s llama la atenci�n es la facilidad con la que las inteligencias normales, y tambi�n las superiores, cuando son arrastradas por el torbellino de los mesianismos, se debilitan hasta la completa incapacidad incluso para hacer razonamientos elementales. Es una forma espec�ficamente moderna de necedad, que difiere de la amathia plat�nica o de la �insensatez� anselmiana. Robert Musil la denominaba con toda propiedad �estupidez� (Dummheit) y la asociaba al impulso de escapar del mundo de la experiencia directa para vivir en una �realidad segunda� que s�lo existe para el intelectual iluminado, portador del mesianismo. Vista desde dentro de la Realidad Segunda, la estupidez parece sabia. Su verdadera naturaleza s�lo aparece cuando la conducta verbal del personaje es confrontada con la situaci�n concreta. Entonces, la insensibilidad del intelectual iluminado a la realidad de la vida manifiesta ser de un grotesco ejemplar.

 

Lucien Goldmann, disc�pulo de Georg Luk�cs y uno de los m�s brillantes intelectuales marxistas de los a�os 60, estaba cierta vez en un debate con Eric Voegelin. El autor de �Order and History� explicaba su tesis de que las ideolog�as revolucionarias modernas son gnosticismos inmanentistas, es decir, teor�as insensatas de que la eternidad se va a materializar, dentro de poco, en un cap�tulo de la Historia. Goldmann, indignado, exclam� que el socialismo, para �l, era �una experiencia religiosa perfectamente aut�ntica�. El historiador Jacques Madaule, que moderaba el debate, cambi� r�pidamente de asunto, ahorrando a Goldmann el bochorno de ser se�alado como el ejemplo vivo de la tesis de su adversario.

 

Pero la estructura �ntima del pensamiento marxista, una vez interiorizada, ya no puede dejar de lanzar a la mente m�s ingeniosa a una sucesi�n de actos fallidos freudianos que denunciar�n su mal funcionamiento b�sico.

 

Recientemente, un profesor de la Facultad de Derecho de la USP [Universidad de S�o Paulo], Alysson Mascaro, escribiendo en la revista �Carta Capital�, denunciaba como ra�z de nuestros males el patrimonialismo estatal descrito por Raymundo Faoro en �Os donos do poder� y, en el p�rrafo siguiente, deduc�a de ah� una condena, no de las pol�ticas estatalizadoras y socialistas que la izquierda siempre ha defendido, sino... �del liberalismo!

 

Otro profesor de derecho, �ste de la Unicamp [Universidad de Campinas], M�rcio Bilharino Naves, inspir�ndose en el jurista marxista Evguenii Pachukanis (te�rico de la abolici�n inmediata del Estado tras la revoluci�n comunista), dec�a que consideraba absurdo el concepto burgu�s del �ciudadano� universal abstracto, privado de sus peculiaridades concretas (la condici�n de clase econ�mica, por ejemplo), pero, al mismo tiempo, denunciaba la maldad de los reg�menes burgueses que limitan el derecho de huelga a las reivindicaciones econ�micas, encasillando al ciudadano en su identidad de clase profesional y no permiti�ndole hacer huelgas pol�ticas, es decir, huelgas de ciudadanos universales abstractos... Desde el punto de vista pr�ctico, la idea es irrelevante, pues, pol�ticas o no, las huelgas s�lo existen en la sociedad �burguesa�, mientras que en el socialismo son castigadas con la c�rcel o con la muerte. Pero, como ilustraci�n del loop l�gico mesi�nico, es altamente did�ctica.

 

No hay que acusar a esos razonamientos de meros errores de l�gica. Ser�a una falta de respeto hacia sus autores, hombres inteligentes. El problema de �stos no es de razonamiento: es de percepci�n. Si prestasen atenci�n al mundo de la experiencia vivida, ver�an que no es como se lo imaginan. Pero s�lo lo ven a trav�s del espejo prof�tico del mundo futuro, y entonces parece uno de esos cuadros de Escher en los que una mano se dibuja a s� misma o una escalera de caracol acaba volviendo al primer pelda�o. Tanto se llame a eso �dial�ctica�, �holismo�, �enfoque sist�mico�, �deconstruccionismo� o lo que sea, una cosa es cierta: el caso es grave.

 

No se trata, claro est�, de psicosis en el sentido cl�nico del t�rmino. Algunos de los mejores estudiosos del tema, como Henri de Lubac, Albert Camus, Norman Cohn y el propio Eric Voegelin, destacan el car�cter puramente espiritual de la enfermedad, que puede manifestarse en almas cuyo funcionamiento sigue siendo normal fuera del horario de la actividad acad�mica. Pero sea cual sea el diagn�stico, ninguno de los afectados por la enfermedad tiene la menor conciencia de su anomal�a, pero todos sienten, a causa de ella, un profundo disgusto de la realidad en que viven: como �sta jam�s se comporta de la manera que esperaban, creen que el error es de ella, y detestan a�n m�s el mundo presente y el pasado, neg�ndole el derecho de existir a no ser como pr�logo irreal de la realidad futura. Es un mecanismo de retro-alimentaci�n que agrava tremendamente toda esa locura.

 

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Siempre a prop�sito de lo grotesco, y m�s o menos en la misma l�nea de consideraciones, creo ya haber citado aqu� la observaci�n de Karl Kraus, de que ciertas �pocas no pueden ser satirizadas, porque son sat�ricas en s� mismas y, en ellas, la broma es indiscernible de la realidad. Pues �quieren creer que, pocos meses despu�s del �xito de las �Mem�rias de um picareta �tico�, de Agamenon Mendes Pedreira, el Dr. Lu�s Eduardo Soares ha aparecido por ah� explicando que el nepotismo, cuando se practica a favor de la propia esposa, es profundamente �tico? �Y quieren creer que el grupo de los cient�ficos sociales en bloque se ha apresurado a darle la raz�n?