Olavo de Carvalho
Zero Hora, 19 de octubre de 2003
El llamamiento del gobierno Lula para que las �entidades representativas de la sociedad civil� colaboren en la reestructuraci�n de la Agencia Brasile�a de Inteligencia [Abin] es el paso m�s temerario de todos los que ya se han dado para la implantaci�n de una polic�a pol�tica totalitaria en este pa�s.
Con la expresi�n �polic�a pol�tica totalitaria� no quiero referirme ni siquiera a algo parecido a los servicios de represi�n creados por el r�gimen militar. Por terribles que los medios de comunicaci�n los presenten retrospectivamente, eran organismos profesionales, de elite, sin relaci�n con entidades militantes y movimientos de masa. Ese v�nculo es el que define a una polic�a pol�tica totalitaria, y �sta es la que el gobierno planea establecer ahora.
La opini�n p�blica brasile�a est� tan entontecida por la jerga izquierdista oficial, que todo lo que venga con la etiqueta de �participaci�n de la sociedad� le parece sin�nimo de democracia. El detalle de que, en lo concerniente a los servicios secretos, esa participaci�n es lo contrario de la democracia, es algo que le pasar� inadvertido por completo. En un Estado democr�tico, los servicios de inteligencia se mantienen lo m�s lejos posible de la sociedad. En un Estado totalitario, la polic�a pol�tica est� por todas partes, a trav�s de colaboraciones formales o informales con los partidos pol�ticos, sindicatos, entidades culturales, peri�dicos, universidades, etc. Una vez iniciadas las �consultas� planeadas desde agosto, esas colaboraciones ser�n establecidas autom�ticamente.
Muchas de ellas, en realidad, ya existen. El MST [Movimiento de los Sin-Tierra], una de las entidades convocadas, ya ha reconocido que tiene agentes infiltrados a todos los niveles de la administraci�n p�blica, y probablemente su espionaje es m�s amplio y eficiente que el de la Abin. El propio partido gobernante, acusado en 1993 de tener un amplio servicio secreto particular, dirigido por el actual ministro Jos� Dirceu (por cierto, un agente pero que muy bien entrenado por el espionaje militar cubano), jam�s dio explicaciones satisfactorias al respecto.
Los militantes izquierdistas en la clase period�stica est�n lo suficientemente organizados, en algunas redacciones, como para anticiparse a los servicios oficiales de inteligencia y usurpar su papel, como sucedi�, hace a�os, con el escandaloso episodio de la apropiaci�n de los documentos reservados de las Fuerzas Armadas por parte de algunos reporteros de un peri�dico de S�o Paulo. En aquella ocasi�n, anunci� que una nueva estructura de los �rganos de inteligencia, concebida para servir a la pol�tica de la izquierda, estaba ya siendo gestada solapadamente y que muy pronto �bamos a o�r hablar de ella oficialmente. Pues ya lo estamos oyendo.
La gravedad del cambio anunciado puede ser medida por el hecho de que, entre las entidades invitadas a participar, algunas tienen v�nculos importantes con organizaciones terroristas como las Farc o el MIR chileno, �ste �ltimo el mayor accionista de la industria brasile�a de secuestros. El propio presidente de la Rep�blica, conviene no olvidarlo, fue hasta hace poco tiempo el m�ximo dirigente del Foro de S�o Paulo (coordinaci�n estrat�gica del movimiento comunista en el continente), con cierta autoridad, por tanto, sobre las Farc y el MIR.
Para m�s inri, la nueva Abin que va a surgir de esas relaciones peligrosas pretende doblar su n�mero de agentes y conseguir autonom�a para establecer escuchas telef�nicas y para levantar el sigilo bancario y telef�nico, aunque para eso haga falta cambiar la Constituci�n Federal. Es un cerco totalitario cl�sico, evidente, sin camuflaje. Pero ni siquiera ser� necesario camuflarlo: los brasile�os est�n demasiado acobardados y entontecidos como para distinguir entre una soga al cuello y una corbata Armani.