Olavo de Carvalho
Zero Hora, 5 de octubre de 2003
En treinta y tantos a�os de estudios y de periodismo, nunca he visto un caso de alienaci�n tan grave y tan general como el de la obstinaci�n de los brasile�os en ignorar las relaciones PT-Farc o, en los casos extremos, en negar la existencia de las mismas contra toda la evidencia de los hechos y de los documentos.
Quienquiera que habla al respecto, poco importa si lo hace ante partidarios o adversarios del gobierno, ve levantarse ante �l una barrera de hostilidad mal disimulada, como si hubiese roto un pacto de silencio firmado entre todos los hombres de buena voluntad, del que dependiera nada menos que la supervivencia del pa�s. El Brasil entero parece haber apostado su honor y su futuro en un pacto de vasallaje ciego, depositando m�s fe en la palabra de un partido que la que un d�a deposit� en la palabra de Dios.
La motivaci�n psicol�gica de esa actitud es muy comprensible: por parte de los petistas, refleja tanto la astucia de quien lo sabe todo y no desea revelar nada, como, en el resto, la autodefensa de las almas contra la posibilidad de un esc�ndalo que las deprimir�a mucho m�s de lo que pueden soportar. Por parte de los antipetistas, denota la natural reticencia a admitir que puede que les hayan hecho hacer el idiota.
Pero una explicaci�n psicol�gica no es una justificaci�n moral.
Los hechos son de tal calibre que menospreciarlos es una locura y un crimen, es hacer que todo el debate pol�tico brasile�o, eludiendo sistem�ticamente lo esencial, se convierta en un parloteo suicida.
1. El comandante de las Farc, en una entrevista concedida a la Folha de S. Paulo, afirm� que la c�pula petista es el principal contacto de su organizaci�n en Brasil.
2. Como fundador y dirigente del Foro de S�o Paulo -- coordinaci�n estrat�gica del movimiento comunista en el continente --, el Sr. Luiz In�cio Lula da Silva firm�, en diciembre del 2001, un manifiesto que presum�a de solidaridad con las Farc y condenaba como �terrorismo de Estado� su represi�n por parte del gobierno de Colombia. En cuanto divulgu� ese documento, fue retirado del site del Foro, http://www.forosaopaulo.org, que poco despu�s fue desactivado, permaneciendo �en reconstrucci�n� desde hace muchos meses.
3. Aunque desde el 2002 casi no queda ya entre las autoridades policiales y militares ninguna duda razonable acerca de la participaci�n de las Farc en el tr�fico de coca�na hacia Brasil, el Sr. Lula insiste en proclamar la inocencia de las mismas y en darle a la narcoguerrilla colombiana el estatuto de organizaci�n pol�tica leg�tima. Nadie tiene ni siquiera la curiosidad de preguntar si el defensor entusiasta de una organizaci�n tan obviamente sospechosa puede tener idoneidad para ser, al mismo tiempo, el responsable m�ximo de la seguridad del pa�s.
4. La denuncia del diputado Alberto Fraga (PMDB-DF), de que el PT hab�a recibido de las Farc aportaciones para la campa�a electoral, fue ocultada por la casi totalidad de los medios de comunicaci�n nacionales, y la petici�n de constituci�n de una comisi�n parlamentaria de investigaci�n sobre el asunto est� congelada hasta hoy en la C�mara Federal.
Si todo eso no significa nada, si la fe nacional en la honorabilidad petista est� por encima de los simples hechos, si, finalmente, el pa�s no tiene ni el m�s m�nimo inter�s en aclarar un cuesti�n que le parece �nfima y despreciable, �por qu� deber�a yo insistir? En mi condici�n de �nico periodista brasile�o que viene hablando del asunto desde hace dos a�os, sin encontrar como respuesta m�s que insultos y represalias, tengo la impresi�n de que ya he hecho m�s de lo que era mi deber. Sea cual fuere el rumbo que tomen las cosas de ahora en adelante, nadie podr� acusarme de omiso.