Dos brasile�os hablando

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 4 de septiembre de 2003

 

 

Lean y comparen, por favor, estos dos p�rrafos:

 

1) "El adolescente A. D., 14, que huy� de casa para unirse a las Farc, se qued� decepcionado al conocer las acciones del grupo: "Madre, qu� decepci�n. Pensaba que eran revolucionarios, pero son de derechas.�" (Folha de S. Paulo, 26 de agosto de 2003.)

 

2) "El presidente Luiz In�cio Lula da Silva dijo ayer: �Todo el mundo sabe que nunca he aceptado la etiqueta de izquierda.�" (O Estado de S. Paulo, 27 de agosto de 2003.)

 

Lo que esos dos brasile�os expresan no son idiosincrasias personales, ni una aberraci�n psicop�tica, ni un error de lenguaje. Es, eso s�, cultura. Cultura, al menos, en el sentido que la define la Constituci�n federal: "Expresi�n del modo de ser de nuestro pueblo." Ning�n ser humano, por naturaleza o por inclinaci�n personal, sin la ayuda de todo un ambiente cultural, de todo un sistema de educaci�n, de todo un cambio general del lenguaje p�blico, puede llegar a equivocarse tan profundamente sobre el sentido de lo que �l mismo dice, como han llegado a hacerlo ese chico fugitivo y ese presidente evasivo.

 

Lo m�s maravilloso del caso es que ambas frases se han convertido en blanco de profusos comentarios, suscritos por los m�s cotizados creadores de opini�n, sin que ninguno de �stos se haya dado cuenta de la anomal�a sem�ntica encerrada, id�ntica, por cierto, en ambos casos.

 

Toda palabra tiene una denotaci�n y una connotaci�n, o un sentido directo y un sentido figurado. Indica o se�ala alguna cosa, y al mismo tiempo puede asociar a esa cosa una reacci�n del que habla, un valor, alg�n matiz subjetivo. "Perro", por ejemplo, denota un cierto animal, pero, connotativamente, puede designar el cari�o que se tiene por un animal de compa��a o el desprecio a un ser humano que act�a caninamente. Las connotaciones cambian, la denotaci�n permanece.

 

La palabra "izquierda" significa un conjunto de movimientos y de partidos pol�ticos, cuyo contenido ideol�gico puede ser algo dif�cil de definir, pero que se mantienen, materialmente, distintos de sus contrarios. Al mismo tiempo, significa las reacciones de agrado o de desagrado que expresa el que habla ante dichas entidades. Si le gustan, "izquierda" es una virtud. Caso contrario, un vicio.

 

Los valores asociados a la palabra "izquierda", sin embargo, han adquirido, respecto a sus encarnaciones materiales, una especie de autonom�a metaf�sica. Izquierda puede significar el bien, la virtud, la paz y la justicia, o inversamente el crimen, la anarqu�a, la revoluci�n, de un modo totalmente independiente de su personificaci�n hist�rico-pol�tica. A. D. ve en esa palabra el s�mbolo de todo lo que es bueno y generoso. Por eso, suprime de su significado a la m�s t�pica -- y m�s t�picamente criminal -- organizaci�n izquierdista de Am�rica Latina. Lula quiere librarse de la imagen de revolucionario y anarquista. Por eso, se niega a ver algo de izquierdismo en su carrera de presidente de un partido izquierdista y de dirigente m�ximo del �rgano coordinador de la izquierda latinoamericana. Las connotaciones han suprimido las denotaciones. La expresi�n de los sentimientos subjetivos prescinde de cualquier alusi�n a los objetos correspondientes.

 

Si, al discutir sobre su contenido, nadie ha percibido nada raro en las frases, es que hablar as� ya se ha vuelto normal y casi obligatorio en Brasil. Poco importa "de qu�" est�s hablando. Lo que importa es lo que "sientes". Ya no existen cosas, hechos, situaciones. Existe solamente amar u odiar, desear o rechazar, lo agradable o lo desagradable. Al o�r lo que dicen A. D. y el presidente, el p�blico reacciona exactamente como ellos, gust�ndole o disgust�ndole, sin preguntar ni de lejos "qu�". Porque hablar "de" alguna cosa ya se ha hecho dispensable: lo �nico que importa es expresar sentimientos, aunque sea por alguna realidad et�rea, indefinible, autocontradictoria y perfectamente inexistente.

 

La lengua portuguesa de Brasil, primero, suprimi� dos personas verbales, la segunda del singular y del plural, oblig�ndose a tener que hacer rodeos incre�blemente artificiales para separar interlocutor y asunto. Despu�s, aboli� la distinci�n entre t�rmino propio e impropio, volvi�ndose incapaz de distinguir entre conceptos y figuras de lenguaje. Finalmente, elimin� las denotaciones, haciendo que la expresi�n de los sentimientos valga por s� misma, sin necesidad de objeto.

 

Hubo un tiempo en el que la ca�da de los brasile�os en la inconsciencia era motivo de risa. Luego, lleg� a ser alarmante. Hoy es una tragedia irreversible, consolidada en las reglas ling��sticas.