Olavo de Carvalho
Zero Hora, 24 de agosto de 2003
El pueblo brasile�o es el m�s burro y presuntuoso de las Am�ricas, gobernado por los pol�ticos m�s hip�critas e incoherentes del Hemisferio Occidental, instruido por los pseudo-intelectuales m�s ignorantes y charlatanes del universo. Por eso aqu�, m�s que en cualquier otro lugar del mundo, el futuro pertenece a Dios.
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En Brasil, la aceptaci�n previa del total desconocimiento de un asunto no es nunca el pre�mbulo de educadas preguntas, sino de juicios taxativos reforzados por el completo desprecio al interlocutor estudioso y por el orgullo de poder opinar sin fundamento, como si la ignorancia fuese una prueba de la inspiraci�n divina.
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El noventa por ciento de los electores que votaron a Lula no lo hicieron m�s que por odio a los estudios. Un semi-analfabeto empaquetado en un traje Armani no puede representar a los pobres, sino a los ricos ignorantes. La confusi�n entre cultura y t�tulo corresponde, mutatis mutandis, a la identificaci�n de ignorancia con pobreza.
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Siento un impulso cada vez m�s irresistible a abandonar de una vez los asuntos de la actualidad nacional. Es que Brasil ya no puede ser descrito sin atentar contra el pudor.
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Un pa�s en el que el margen de lucro de la iniciativa privada es del 2 al 3 por ciento y en el que los impuestos son casi del 50 por ciento s�lo tiene, obviamente, un �nico problema que resolver: disminuir los impuestos y aumentar los lucros, o sea, librarse cuanto antes de los socialistas y tirarse de cabeza al capitalismo. Pero eso no va a suceder, porque los socialistas tienen m�s dinero y ya han tomado medidas para que no queden en la arena pol�tica m�s que dos tipos de personas: ellos mismos y los m�s socialistas a�n.
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Un pa�s en el que el 50 por ciento de las tierras pertenecen al gobierno y no son usadas absolutamente para nada, mientras millones de sin-tierra subvencionados por el Estado invaden y queman haciendas particulares productivas, es evidentemente un pa�s que ha optado por sacrificar sus bienes en aras de la propiedad estatal in�til, y al que nada le va a impedir seguir practicando esa religi�n b�rbara hasta que la �ltima vaca lechera sea quemada por el �ltimo sin-tierra.
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Cuando digo que Brasil es hoy un pa�s sin horizonte, un pa�s condenado a desaparecer de la Historia, siempre aparece alguien describi�ndome las maravillosas perspectivas de desarrollo econ�mico que nos son abiertas por tales o cuales factores internacionales. El simple hecho de que alguien identifique un horizonte de futuro con meras posibilidades de desarrollo econ�mico ya es se�al de ignorancia letal. En la segunda mitad del siglo XIX, el pa�s europeo con mejores perspectivas de desarrollo econ�mico era Rusia. Lo que le faltaba no era eso: era una elite intelectual que tuviese m�s inter�s por sus deberes que por las ambiciones revolucionarias. La econom�a es el sector m�s vol�til y superficial de la Historia. En pocos a�os un pa�s puede pasar del atraso al progreso econ�mico y viceversa. Pero crear una cultura, un ambiente de conciencia limpia y de di�logo inteligente, cuesta siglos -- y, una vez perdida, es casi imposible recuperarla. Si quieren conocer las perspectivas de Brasil, no miren las estad�sticas ni el PNB, sino comparen a nuestros pol�ticos, a nuestra clase intelectual de los a�os 30 a 60 con los de hoy. Comparen a Francisco Campos con Marcio Thomaz Bastos, a Gustavo Capanema con Christovam Buarque, a Graciliano Ramos y a Manoel Bandeira con Marilene Felinto, a Miguel Reale y a M�rio Ferreira dos Santos con Marilena Chau�, a Carlos Lacerda y a Oswaldo Aranha con Bab�, Helo�sa Helena y el Dr. En�as. Miren nuestro presente y conocer�n nuestro futuro.