Todo por un queso

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 21 de agosto de 2003

 

 

La estrategia del movimiento comunista mundial es hoy tan compleja, tan sutil, tan amplia, que sus mismas v�ctimas potenciales -- los capitalistas, incluidos los due�os de los medios de comunicaci�n -- se prestan d�cilmente a colaborar con ella, por una total incapacidad de aprehender la unidad de prop�sitos que est� detr�s de una alucinante diversidad de t�cticas.

 

Que un mismo movimiento explote, en una parte del mundo, los apetitos sexuales de la clase alta y, en otra, el atavismo reaccionario de moralistas isl�micos enrag�es, es algo que, al aturdido observador, le parece una hip�tesis demasiado rebuscada como para no ser una pura teor�a conspiradora.

 

Se trata, sin embargo, de la simple aplicaci�n l�gica de las normas establecidas desde hace m�s de cuarenta a�os por Herbert Marcuse, que para los medios de comunicaci�n occidentales fueron objeto de una curiosidad moment�nea durante los disturbios del 68, pero que entre la elite comunista han continuado siendo estudiados con mucha seriedad.

 

Los comunistas, tal como lo hicieron los nazis, anuncian anticipadamente y con bastante exactitud lo que van a hacer, pero la cosa siempre parece demasiado inveros�mil como para merecer la atenci�n, y la broma invariablemente se transforma en tragedia cuando salta del papel a la realidad. Una revoluci�n que se apoyase no en la unidad de los intereses del proletariado sino en una masa heterog�nea de estudiantes, millonarios gays, esposas mal amadas, mendigos, prostitutas y fan�ticos religiosos parec�a menos un peligro inminente que un cap�tulo de "La incre�ble Armada Brancaleone". La Armada Brancaleone, sin embargo, hoy lanza bombas contra el edificio de la ONU en Bagdad, en perfecta sinton�a con sus agentes en los medios de comunicaci�n occidentales, que inmediatamente proclaman que todo es culpa... de los americanos, claro.

 

La capacidad de los comunistas para acciones continuas y a largo plazo contrasta del modo m�s aplastante con la inmediatez superficial de los an�lisis emprendidos por los presuntos "especialistas" acad�micos y period�sticos en quienes la clase empresarial deposita toda su confianza.

 

Pocos meses antes de las elecciones del 2002, doce de esos experts brasile�os y americanos entrevistados por el Herald Tribune aseguraban, con certeza cient�fica, que Lula nunca obtendr�a m�s del treinta por ciento de los votos. En la misma �poca, escribiendo en la prensa carioca, yo dec�a que era absolutamente imposible una derrota del PT en las elecciones. Evidentemente, el loco era yo.

 

Y nadie sospecha que entre los famosos experts pueda ser tan grande el n�mero de simples idiotas presuntuosos como de agentes de desinformaci�n capacitados, bien pagados por organizaciones comunistas para aplacar los temores del adversario. Es siempre as�. Cuando los comunistas anuncian lo que van a hacer, aterrorizando a sus v�ctimas potenciales, lo �nico que �stas quieren es un desmentido que las alivie. A cambio de unas palabras tranquilizadoras, lo dan todo. Y no les importa lo m�s m�nimo a qui�n van a comprar ese alivio. Como ratones de Pavlov, huyen de la descarga hacia el queso y, cuando lo encuentran, hasta se quedan felices al saber que procede de la misma fuente. Ven en ello una se�al reconfortante de que el due�o del laboratorio es su amigo.

 

Pero los mismos que en el 2002 indujeron al empresariado a un falso sentimiento de seguridad ante la fuerza electoral de la izquierda son hoy escuchados con profundo respeto cuando persuaden a la clase propietaria a colaborar con un gobierno que, en el �nterin, discretamente, est� tratando de abolir la propiedad privada mediante impuestos progresivos inspirados en una receta creada por Marx y Engels en 1848. Cuando la reforma tributaria sea un hecho consumado, ser� tarde para llorar. Pero, nuevamente, el que est� equivocado soy yo.

 

Con id�ntica circunspecci�n, el gobierno va montando su asociaci�n con Hugo Ch�vez, tal como fue anunciado por algunos locos -- entre los cuales evidentemente el autor del presente art�culo -- en los que nadie crey�. Y, al programar dos nuevas plataformas petrol�feras para la Petrobr�s, por valor de dos mil millones de d�lares, realiza la puja mediante discretas cartas de invitaci�n, dirigidas a tres empresas de su predilecci�n, eludiendo el concurso p�blico. La �nica hip�tesis de que esa denuncia del diputado Jo�o Caldas (PL-Alagoas) llegue a tener repercusi�n es que alg�n radical de izquierdas, rompiendo por ingenuidad patri�tica el silencio de la estrategia petista, ponga el grito en el cielo. Como nuestros medios de comunicaci�n ya no admiten otra alternativa al gobierno de la izquierda a no ser una oposici�n de la izquierda, la esperanza de que la verdad prevalezca depende de que �sta pase, comprimida, entre las grietas del bloque izquierdista.